Los padres, preocupados porque saben que su hijo, estudie lo que estudie en el futuro, igual no va a encontrar trabajo, deciden darle una educación completa y compleja. De 8 a 12 escuela primaria, de 15 a 16 computación, de 16 a 17, inglés, de 17 a 18,30 escuelita de fútbol porque en cuerpo sano mente sana, y de 19 a 20 taller de arte para que desarrolle su creatividad.

Gabriel vuelve molido a su casa a las 9 de la noche. A esa hora, y porque los niños deben leer para desarrollar su espíritu, si es que el espíritu se desarrolla, el padre intenta leerle alguna fábula de Esopo. Ustedes ya se imaginan a dónde manda el chico a todos los animales juntos, y no me refiero precisamente al zoológico.

Un día, Gabriel pasa por una librería y ve un estupendo libro de tapas duras: "por qué se extinguieron los dinosaurios, y cuándo se extinguirán los humanos". Gabriel se enamora del libro. Aunque la madre supone que saber cómo murieron los dinosaurios no va a aportar nada a la educación del chico, igual entra a la librería y pregunta el precio. 50 pesos, pero se puede pagar en dos cómodas cuotas de 30.

Para que Gabriel no se sienta mal, la madre pregunta al librero qué otro libro, más accesible, claro está, puede llevar para un chico despierto y curioso de 10 años. El librero le recuerda que en este momento existen sólo libros de terror para los chicos. Es una moda, le explica. Ya pasó la moda del humor absurdo, y antes la del amor infantil, y antes la de los versitos y antes la de había una vez.

A la madre le suena lo de había una vez, así que lleva un libro viejo, y por eso barato, que comienza así: había una vez un señor que tenía un paraguas mágico.

Mientras el padre le lee, Gabriel se levanta de la cama, prende su PC (entiéndase computadora personal), entra al programa con el que dibuja en 3 dimensiones y dibuja un paraguas.

 Era así el paraguas mágico papá? -pregunta.

 Bueno... -dice el papá- puede que sea así, no es lo mismo... no es más lindo imaginar el paraguas que tener que verlo?

 Andá viejo... no seas dinosaurio -responde Gabriel- y para completar su obra, agrega al dibujo del paraguas ruido de lluvia y la canción la bruja está en la cueva.

La verdad, queda muy bonito.

El padre, algo molesto, cierra el libro del paraguas mágico y se va a la cama. Qué hace cuándo se acuesta? lee un libro? no, mira Videomatch y se ríe como loco con las cámaras ocultas.

Al día siguiente el padre se reúne en un café con sus amigos y les comenta lo sucedido. Uno recuerda los libros que leía de chico: Julio Verne, Salgari, Bomba el niño de la selva. Ya no existen libros como aquellos.

Otro comenta que un amigo escritor de libros para chicos presentó a su editor una novela como aquellas, con más de 200 páginas, y que editor no se la quiso publicar porque dijo que los chicos ya no leían tanto. Cultura light y rápida. Mucha imagen - fue el consejo del editor.

Alguien se da cuenta: estamos en un círculo vicioso, los chicos no leen tanto como antes porque la cultura cambió, los editores no publican libros buenos porque dicen que los chicos no leen. Adónde vamos a ir a parar?

Como ese mismo día llueve, Gabriel no va a la cancha de fútbol y se pone a ver por cable viejos capítulos del Super-agente 86. Luego se pone a jugar con una imaginaria 99, investigan un caso que acaba de inventar.

 Es tan mala la televisión? - habrá que preguntarse.

Los padres de Gabriel se criaron con la TV y tan mal parece que no salieron. Yo me crié con la TV y con los libros, todo al mismo tiempo, y les puedo asegurar que era capaz de dejar Mujercitas de lado para ir a ver la mujer biónica, luego soñaba que era Jo March, pero todos mis movimientos los acompañaba con el ruidito característico que hacen los miembros biónicos. Y nadie me saca de la cabeza que si algún día se construyen piernas y brazos biónicos van a hacer ese ruido.

Así que me parece que debemos responder otra pregunta: no será que los chicos sí leen, pero de otra manera? no tendremos que buscar la manera de incluir el libro en las nuevas formas de comunicación?

Por supuesto no tengo la respuesta.

Pero volvamos a Gabriel, un día descubre en el sótano de su casa un arcón lleno de libros. La colección Robin Hood completa, con las páginas amarillas. Gabriel supone que es un pirata y que acaba de descubrir un tesoro. Abre un libro y comienza a leer. No puede parar.

Aparece la madre y le dice: qué hacés acá a oscuras sin hacer nada? mejor andá a mirar la tele.

# Nota publicada en Buenos Aires SOS (http://www.buenosairessos.com/articulo-121.html).
(*) Escritora.