Sin embargo, el sector energético ofrece perspectivas mucho más prometedoras.
En vísperas de su partida para Moscú, el mandatario venezolano dijo, entre otras cosas, que le preguntaban con frecuencia sobre la posible adquisición de submarinos rusos. Y su respuesta fue: ¿por qué no? Venezuela tiene medio millón de metros cuadros de extensión de aguas. Un mar gigantesco. "No hemos tomado decisiones, pero ¿qué tendría de raro si tuviésemos los recursos?" dijo refiriéndose a los submarinos y agregó que no hay que preocuparse al respecto y que naturalmente el submarino tendrá armamento a bordo.

Los planes de Hugo Chávez suscitan irritación de EEUU. Y no porque Washington vea en Venezuela una amenaza a su seguridad de Estados Unidos. Ni cinco ni nueve submarinos Diesel, incluso dotados de misiles tácticos, serán capaces de asestar serio daño a la Marina de EEUU. Tampoco los 24 cazas Su-30 adquiridos a Rusia que serán incorporados a las Fuerzas Aéreas de Venezuela, tampoco podrán asumir el control sobre el espacio aéreo de América. En cambio, estas fuerzas son suficientes para dificultar al máximo el libre acceso de los huéspedes indeseables a los yacimientos petrolíferos venezolanos.

Venezuela figura entre los países más ricos del mundo en recursos probados de petróleo que se evalúan en 77,7 mil millones de barriles. Este país ocupa el sexto lugar del mundo en el ranking de propietarios de los mayores recursos de hidrocarburos. Por su situación geográfica es mucho más cercano a EEUU que los demás, lo que le permitía durante muchos años figurar entre los principales suministradores de hidrocarburos a la región americana. A principios de siglo más del 60% de petróleo extraído en Venezuela se suministraba precisamente a esa área.

Ahora Venezuela suministra a razón de 1,5 millones de barriles al día. En una reciente entrevista concedida a la telecompañía ABC, Hugo Chávez dijo que su país no tenía intenciones de reducir o cesar suministros, agregando que dejaría de realizarlos en caso de agresión por parte de la Administración estadounidense.

Conviene señalar que el presidente venezolano tiene esa posibilidad. El sector fue nacionalizado en 1999 aún antes de la llegada de Hugo Chávez al poder. Sin embargo, varias compañías extractoras de petróleo: las "Exxon Mobil", "Chevron" y "Conoco-Phillips" norteamericanas; la "British Petroleum", la francesa "Total" y la noruega "Statoil" que trabajaron en la Faja petrolera del Orinoco, conservaron cierta independencia. Pero el 27 de febrero del corriente Hugo Chávez firmó el Decreto sobre el paso de todos los yacimientos petrolíferos bajo el control de la Corporación Venezolana de Petróleo S.A. (PDVSA). Sin embargo, ese documento no significa que las compañías extranjeras cesen sus actividades en Venezuela. El mandatario les propuso crear conjuntamente con PDVSA empresas mixtas transfiriendo el paquete de control de sus acciones a la Corporación estatal venezolana.

Hugo Chávez dijo que no quería salida de las transnacionales del país, subrayando, no obstante, que el sector petrolero reviste importancia estratégica para la economía del país y no puede pertenecer a las empresas privadas. Chávez necesita petróleo, mejor dicho, petrodólares no sólo para efectuar el rearme de su Ejército, sino ante todo para emplearlos en las reformas sociales, en la agricultura, salud pública y educación. A estos efectos, se puso en marcha el "barter" con Cuba. Venezuela suministra petróleo y presta concurso en la modernización de la refinería en Cienfuegos, construida por especialistas soviéticos, que procesará hasta 65 mil barriles de petróleo al día. A cambio, Cuba envía médicos y personal docente a Venezuela.

Procede señalar que Chávez tiene planes mucho más extensos. Mediante el petróleo se propone consolidar la alianza de los Estados latinoamericanos que, en su opinión, deberá convertirse en un nuevo centro influyente en el continente. Aunque muchos de sus homólogos latinoamericanos no apoyan los ánimos antinorteamericanos de Chávez, se muestran benevolentes a la posibilidad de fortalecer su independencia respecto a EEUU a expensas de baratos hidrocarburos venezolanos. Por esto fue unánimemente apoyado el proyecto de tender el gasoducto transcontinental de Venezuela a la Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay de 8 mil km que costará 23 mil millones de dólares. En el futuro se incorporará a este el gas boliviano.

El consorcio ruso "Gazprom" que ofrece cooperación en materia del tendido del gasoducto y la producción de tubos y gas licuado, está dispuesto a prestar concurso a los países latinoamericanos en la realización del proyecto en cuestión. Ya firmó con los participantes del Gasoducto Sudamericano los primeros documentos al respecto. Cabe señalar que Hugo Chávez evaluó altamente la ayuda que prestan las compañías rusas. Pues, además del "Gazprom" en Venezuela está presente "Lukoil" que ahora se dedica a evaluar y asegurar la certificación internacional de los recursos de crudos en la Faja del Orinoco.

Los chinos y japoneses, ansiosos de obtener hidrocarburos de las regiones más estables que el Levante Árabe, se muestran también interesados en apoyar la reorientación de suministros de petróleo y gas por Venezuela. Durante su visita a Pekín, Hugo Chávez firmó el contrato de aumentar hacia el 2012 en seis veces las exportaciones de petróleo a la RPCh: desde 150 mil hasta un millón de barriles diarios. Por su parte, las compañías comercial-inversoras japonesas "Marubeni" y "Mitsui Bussan" firmaron con la PDVSA un contrato por un plazo de 15 años sobre los suministros diarios de 200 mil barriles de petróleo.

Sin embargo, la política petrolera de Hugo Chávez discordia con los intereses de las compañías norteamericanas. Las "Exxon-Mobil" y "Conoco Phillips" anunciaron el cese de sus actividades en Venezuela. Pero la "British Petroleum", la francesa "Total" y la noruega "Statoil" se mostraron dispuestas a transferir al Gobierno venezolano los derechos a la explotación de los yacimientos petrolíferos en la Faja del Orinoco, considerando que más vale pájaro en mano que ciento volando.

Pero Washington lo comentó muy preocupado. Al presentar al Congreso

su mensaje anual a la Nación, George Bush dedicó la mitad del informe a las medidas tendientes a garantizar la seguridad energética del país. Norteamérica depende del petróleo que en muchos casos se importa de las regiones inestables del mundo, señaló el mandatario. En su opinión, EEUU deberá eliminar a más brevedad posible esa dependencia mediante el desarrollo de tecnologías alternativas.

Pero pasará mucho tiempo antes que sean puestas en marcha las fuentes alternativas de energía. Por eso actualmente EEUU recurre a todas las formas de presión sobre Venezuela. Hace poco el Congreso realizó las audiencias dedicadas al impacto que la creciente demanda global de petróleo produce en la seguridad de EEUU. En opinión de algunos legisladores, la dependencia estadounidense respecto al petróleo no permite a EEUU alcanzar algunos de sus objetivos estratégicos, mientras los crecientes precios de los hidrocarburos brindan a los países extractores de petróleo, entre ellos Irán o Venezuela, la posibilidad de desestimar los intereses de EEUU.

Además, la situación creada en los mercados de hidrocarburos no es de las mejores para EEUU. En el 2007, según pronósticos de su Secretaria de Industria Energética, el consumo mundial de petróleo aumentará en 1,4 millones de barriles diarios y en el 2008, en 1,6 millones de barriles. Este año el consumo mundial de gas natural se incrementará en el 3,4% y en el 2008, en un 0,9% más. Al mismo tiempo, en los años 2007-2008 casi la mitad del aumento del consumo de petróleo corresponderá a China y EEUU.

La preocupación de Washington peca de egoísmo. Naturalmente, los recursos de petróleo son suficientes para cubrir las necesidades de todos. Sin embargo, la tarea de administrarlo corresponde, en primer lugar, a los países extractores, naturalmente teniendo en cuenta los intereses de los vecinos y del resto de la comunidad mundial, pero de modo alguno en perjuicio propio. Es un derecho que asiste a esos países, incluida Venezuela.

Fuente: Ria Novosti, 3 de julio de 2007.