Introducción:

El mundo entero, pero particularmente América Latina se halla sacudida por olas sucesivas y cada vez más crecientes de movilizaciones, protestas y revueltas cuyos actores son los trabajadores; la juventud, especialmente estudiantil, los pueblos y nacionalidades, que se levantan en contra de la dominación imperialista y de las burguesías, en defensa de la soberanía e independencia, por sus reivindicaciones más sentidas y una vida mejor. En algunos países, los pueblos y las etnias originarias emergen en defensa de sus derechos nacionales, de sus derechos políticos, de sus culturas y su modo de vida.

Una de las características importantes de estas luchas es su crecimiento y generalización. Empezando desde México y recorriendo la amplia geografía de nuestro Continente, pasando por Centroamérica y terminando en el Cono Sur, encontraremos que de forma objetiva, no hay país en el cual esté ausente la movilización, la protesta social, las acciones de los sectores populares, de sus diferentes organizaciones, en una sucesión cada vez más repetida y que abarca en cada país nuevos sectores, nuevas fuerzas que se incorporan en ese torrente de exigencias, de descontento y de búsqueda de soluciones a los problemas que diariamente viven.

Muchas de esas confrontaciones comienzan por las reivindicaciones sentidas, inmediatas, que viven en su entorno social y son aspiraciones de los pueblos, de las comunidades, que terminan en enfrentamientos con las fuerzas represivas, las autoridades locales, los gobiernos y sus funcionarios, convirtiéndose muchos de ellos, en batallas callejeras y de plazas, movilizaciones por vías y carreteras, interrupción de las mismas, toma de edificios y dependencias públicas, etc. En algunos casos, esos combates de los pueblos incorporan a las autoridades de los gobiernos locales como sus impulsores o los que se suman a las aspiraciones colectivas.

En muchos de estos enfrentamientos hay un fuerte contenido antimonopolista, antinorteamericano y antiimperialista. Los trabajadores, las juventudes, los pueblos, las nacionalidades y etnias originarias, comprenden cada vez más, que sus carencias, los problemas de diversa índole que sufren, están ligados al hecho de que los monopolios extranjeros, los grandes bancos y grupos financieros, las compañías petroleras, mineras, eléctricas, de las comunicaciones y comerciales; o en otros casos, el propio estado norteamericano y sus fuerzas armadas, despliegan una política agresiva, de explotación, opresión y saqueo, en contra de los países y los pueblos, que es la causa fundamental de la depredación económica, social y ambiental, por ello el blanco de sus luchas enfrenta la dominación imperialista y la dependencia.

Son también luchas en contra de los gobiernos, que en diversa medida y profundidad, se empeñan aún en la aplicación de las políticas neoliberales en la economía, en las cuestiones ambientales, en la educación, la salud, la seguridad social y ciudadana, en el andamiaje jurídico, etc. y que por ello son el blanco de las grandes movilizaciones, protestas y revueltas de los trabajadores, de los jóvenes y de los pobladores pobres de las ciudades y campos.

Sin duda, esas mismas luchas elevan el nivel de la conciencia política, social y ambiental de nuestros pueblos; se establece mejor el carácter y el alcance de las reivindicaciones y se liga estos problemas con el establecimiento político, económico y jurídico de las naciones; se va comprendiendo el carácter perjudicial y nocivo de la dependencia de nuestros países a los intereses geopolíticos imperialistas y el grado de responsabilidad de los gobiernos y de las clases dominantes locales, en la aplicación y plasmación de esos designios.

La diversas fuerzas de izquierda: partidos políticos revolucionarios, organizaciones gremiales, sindicales, indígenas y populares, luchadores sociales, dirigentes y personalidades de ese carácter; elementos democráticos y progresistas, intelectuales y artistas, salubristas y ambientalistas de esa gran tendencia, antiimperialista, antioligárquica, hemos estado junto a esos pueblos, luchando con ellos, imbricados con su propia condición y sus necesidades. Esas luchas y movilizaciones no se han generado de una forma espontánea; sin bien obedecen en lo básico a las duras condiciones de vida que los regímenes burgueses han implantado, bajo la férula imperialista, es la izquierda consecuente, la fuerza que le ha impreso ese curso de desarrollo y las motivaciones necesarias para su crecimiento y generalización.

Los avances logrados en la conciencia política y social de los conglomerados en lucha y por extensión, de las colectividades y los pueblos, el despertar de franjas importantes de la sociedad, se debe – y hay que reconocerlo – al influjo de la izquierda revolucionaria, que viene jugando el papel consciente en estos escenarios.

Del mismo modo, diversas tendencias democráticas, antiimperialistas, patrióticas y nacionalistas, han tenido también su lugar en el despliegue de la conciencia social y nacional, y en ese plano, tanto las organizaciones de izquierda, como las de posición progresista, han tenido que dirimir posiciones, objetivos, formas y características de la acción reivindicativa y política, con las corrientes burguesas de pensamiento socialdemócrata, reformista y oportunista, que se han activado también desde partidos y gobiernos, organizaciones y fundaciones, nacionales e internacionales, sirviendo a los objetivos de dominación foránea, pero que se mimetizan en el movimiento popular, para cumplir objetivos que no son precisamente los de los trabajadores y pueblos en su genuina expresión.

La izquierda tiene ahora una gran tarea que cumplir, encaminar los esfuerzos, los anhelos y aspiraciones de ese gran movimiento popular en la dirección de construir la nueva sociedad; de ligar las acciones para mostrar la necesidad, vigencia y viabilidad del cambio social; para definir las estrategias del movimiento emancipador de los trabajadores y los pueblos, para impulsar las iniciativas tácticas que trabajen en beneficio de esos objetivos; para definir las necesidades y desafíos del camino revolucionario que no puede sino conducir a la nueva vida, una sociedad diferente que supere histórica y socialmente al capitalismo, objetivo que todos aspiramos para nuestras presentes y futuras generaciones.

Las experiencias y la forja de la izquierda en el Continente.-

Los orígenes y la existencia de la izquierda latinoamericana se remontan a las luchas libradas en el pasado colonial y feudal de nuestro Continente, de manera principal en el siglo XIX e inicios del XX; inicialmente, las raíces de la izquierda, surgen ligadas a las posiciones que se heredan del liberalismo radical, del humanismo y la Ilustración provenientes de la Revolución Francesa, que luego en un proceso, esas corrientes asimilan las ideas del marxismo y del bolchevismo ruso.

En algunos países de América Latina, la izquierda se incuba en el mismo seno de la clase obrera, recibe la influencia de los obreros inmigrantes de Europa, principalmente y son decisivos en su desarrollo los fulgores provocados por la victoriosa Revolución Socialista de Octubre y la difusión del marxismo leninismo alrededor del mundo.

A inicios del siglo XX, corresponde la fundación de las primeras organizaciones y partidos políticos socialistas y comunistas, la difusión de las tesis anarquistas y la creación de asociaciones obreras, de círculos de reflexión, estudio y difusión de las ideas emancipadoras, en las que encuentra su cimiento e inspiración la izquierda revolucionaria latinoamericana.

En otros países, venciendo la censura, los prejuicios y la acción anticomunista, en medio de la confrontación liberal – conservadora, las ideas de la izquierda consecuente, cobran cuerpo y se convierten en la manera de pensar de algunos intelectuales de avanzada. Conforme se producen las primeras expresiones de la formación económica social capitalista, los iniciales grupos de izquierdistas se ligan con las nacientes organizaciones mutualistas y sindicales de los trabajadores, el pensamiento revolucionario se difunde entre los jóvenes estudiosos e inquietos de los claustros universitarios, en círculos feministas y de otros sectores, en donde encuentran terreno fértil para su popularización y extensión.

La agresiva y criminal política norteamericana del “big stick” (gran garrote), el voraz saqueo de nuestros recursos naturales, el ejercicio siniestro de la diplomacia imperial y la comprensión del lugar histórico del imperialismo, llevaron a la izquierda a ganar conciencia antiimperialista y numerosas fueron las acciones que se llevaron a cabo en batallas heroicas para desenmascarar, oponerse y luchar contra el enemigo de la Humanidad, el imperialismo yanqui, en República Dominicana, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Puerto Rico, Argentina, Bolivia, Venezuela, Colombia y otros países.

Un gran sentimiento antiimperialista y antinorteamericano ha recorrido América Latina durante varias décadas y ese sentimiento, que se ha ido trocando en conciencia, fue uno de los importantes factores para las luchas revolucionarias que tuvieron lugar en los años anteriores y posteriores a la Revolución Cubana de 1959. Este mismo proceso de la revolución en la Isla, dirigido por Fidel, el CHE, Camilo Cienfuegos, el movimiento 26 de Julio y otras fuerzas patrióticas, debe contarse como una brillante victoria de las fuerzas de izquierda, antiimperialistas y antioligárquicas, que pusieron de pie a todo un Continente y echaron abajo todas las teorías respecto de la imposibilidad de que un país pequeño y atrasado, pueda enfrentarse y triunfar frente a una potencia mundial como el imperialismo USA.

La izquierda en general, es dueña en el Continente latinoamericano de una heroica y vasta experiencia de luchas en diversos niveles y formas: legales e ilegales, “pacíficas” y violentas, lucha guerrillera e insurrecciones, tiene a su haber valiosas conquistas en la organización y movilización de los explotados y oprimidos; en el ámbito sindical, campesino, indígena, juvenil, de la mujer, de los pobladores pobres, de los sectores marginados por el capitalismo, etc. Una dura brega han tenido que librar los sectores de la derecha oligárquica, los servidores del imperialismo, los caudillos populistas y los gobiernos antipopulares, en el intento de organizar bajo su dirección y para su aprovechamiento, a las masas trabajadoras; en esas confrontación unas veces exitosas y en otras fracasadas, por parte de las fuerzas reaccionarias, han tenido que toparse con los diversos contingentes de la izquierda, resistiendo, desenmascarando y oponiéndose a las intenciones del sistema capitalista para servirse de la organización popular, por diversos medios.

Esa lucha se ha llevado también en el plano de las corrientes filosóficas, económicas, literarias, sociales y del pensamiento en general. Nombres destacados de hombres y mujeres socialistas y comunistas, patriotas y demócratas consecuentes, afincados en la corriente de izquierda, pueblan el panorama de las ciencias, las artes y las culturas de los pueblos de nuestra región. Ellos y ellas, desarrollaron las ideas libertarias de nuestros antecesores latinoamericanos que lucharon contra el colonialismo y la esclavitud; lograron afirmar el pensamiento marxista y progresista, para dotar a sus pueblos y a los de América de referentes significativos para la lucha de liberación social y nacional, para la construcción de la nueva vida, para impulsar la revolución y el socialismo.

Junto a la experiencia acumulada por la izquierda en la conducción de variadas e importantes luchas, que han enfrentado al imperialismo y sus políticas, a los gobiernos de las clases dominantes y sus acciones de sutil engaño a las masas trabajadoras y los pueblos, también hemos debido enfrentar regímenes abiertamente represivos y dictaduras criminales, militares y civiles, fascistas y profascistas que persiguieron, encarcelaron, torturaron y asesinaron a valiosos hombres y mujeres de la izquierda consecuente, al tiempo de eliminar los derechos y libertades públicas, golpear la organización sindical y popular, las organizaciones campesinas y juveniles. Dura ha sido la forja de una corriente consecuente de izquierda en nuestros países, los enemigos han sido y son poderosos, recurren a todo tipo de artimañas, maniobras y perversas acciones.

La izquierda ha debido enfrentar desde su propio seno, una lucha persistente e intensa en el campo de la ideología y de los principios revolucionarios, para mantenerse como lo que es una fuerza que lucha por la transformación de la injusta sociedad capitalista y la búsqueda incesante de una nueva sociedad, que no es otra que el socialismo y por la cual han estado desplegadas siempre nuestras banderas de combate.

En el seno mismo de la izquierda, en diversos momentos y con motivo de distintos fenómenos del propio desenvolvimiento del capitalismo y sus crisis, determinados elementos han especulado con esos cambios, para intentar la desviación de la izquierda de sus objetivos transformadores.

Han surgido tendencias que intentaron negar la posibilidad y vigencia del cambio revolucionario y buscar un pretendido acuerdo conciliatorio con los enemigos de los pueblos, con las clases dominantes o sus gobiernos; incluso se intentaron acuerdos y pactos con el imperialismo, bajo el manto de una supuesta coexistencia pacífica de los dos sistemas.

Posiciones de una supuesta “nueva izquierda” que habla e intenta convencer a la gente de una “tercera vía” para el desarrollo de la humanidad, de los países y de los pueblos, una vía “que no sea ni el capitalismo salvaje o el comunismo totalitario”, negando desde el punto de vista objetivo, el propio desarrollo de la humanidad a través de los distintos sistemas económicos y sociales, recurriendo a una propuesta ecléctica, metafísicamente elaborada, que nada tiene que ver con la realidad de los acontecimientos mundiales y estigmatizando al comunismo de las desviaciones que impusieron los revisionistas luego de fracasada la revolución socialista en la ex – URSS y otros países anteriormente socialista.

Los desviacionistas y tergiversadores de los fundamentos de la izquierda consecuente hablan también de una “izquierda moderna” que sencillamente incorpora propuestas neoliberales y capitalistas, pasándolas como supuestos “nuevos enfoques” de la realidad que es necesario considerar y que simplemente constituyen una capitulación de las posiciones de principio que debe mantener, la izquierda consecuente, la izquierda revolucionaria, frente a las necesidades que plantea el avance del movimiento de los trabajadores y los pueblos.

Presentando como telón de fondo los cambios sustanciales que objetivamente ha vivido el mundo contemporáneo, se trata de utilizar los mismos para deslegitimar y desconocer los fundamentos de la izquierda, como que ésta se negara a reconocer esos cambios y se mantuviera, dogmáticamente, en un análisis anacrónico de la realidad actual circundante.

Esta visión deformada de la izquierda, exhibida por determinados intelectuales y políticos socialdemócratas y reformistas en la actualidad, es falsa, además de esquemática. No puede ocultar el interés de desacreditar a la izquierda consecuente con el calificativo de “inmovilista y “jurásica”, para que ésta renuncie a sus principios libertarios y emancipadores y que sea en la realidad la sepulturera del senil y decrépito capitalismo.

Las tendencias de derecha, profundizan su combate contra la izquierda, la corriente globalizadora y neoliberal, endilga a la izquierda las derrotas que sufrió la revolución y el socialismo, justamente cuando los traidores a la causa revolucionaria, los revisionistas, habían abandonado los principios marxista leninistas de la construcción socialista. Siguen repitiendo que el socialismo ha sido derrotado, que “no pasará”, que “ya no está vigente” y que la “economía social de mercado” y la “democracia liberal” son los productos más elevados que la humanidad ha producido hasta nuestros días y que corresponde defenderlos.

El papel decisivo de la izquierda revolucionaria: en ideología, política y organización; los retos y desafíos.-

El momento presente de nuestros países plantea para la izquierda latinoamericana nuevos retos frente a los cuales, la trayectoria de lucha de nuestras fuerzas, las valiosas y diversas experiencias acumuladas, los éxitos que hemos tenido en muchas oportunidades, así como las lecciones aprendidas de las derrotas, en los reveses sufridos, todo ello nos debe servir para cumplir nuestro papel de carácter histórico.

Nuestra América y la realidad específica en cada país revela con todas las evidencias una nueva situación, que se caracteriza sobre todo por un nuevo despertar del movimiento social de los trabajadores, de la juventud y de los diferentes pueblos que conforman el Continente. Como se ha señalado, esos sectores se movilizan y se rebelan en la búsqueda de cambios trascendentes en el modo de vida y la organización económica, social y política.

Las acciones depredadoras del neoliberalismo han llegado a un techo en el que se topan con la resistencia de los pueblos, porque han afectado su modo de vida, sus intereses colectivos, las culturas propias y el entorno ecológico donde desarrollan sus actividades cotidianas; por ello con sus acciones buscan resolver en su beneficio estos problemas. Por otro lado, van comprendiendo que el sistema jurídico y político ha estado organizado para servir esos poderosos intereses de los monopolios extranjeros, de los bancos y de las empresas que se han enriquecido por la explotación de su trabajo, el deterioro del medio ambiente y que les han condenado a una vida de privaciones. Esas son las razones principales de su lucha.

Por ello, la izquierda consecuente tiene en esta hora que colocarse a la altura de los desafíos que demanda el momento social y político. Debemos ante todo, partiendo del análisis de las condiciones concretas, ubicar el momento real en el que se encuentra la irreversible crisis general del capitalismo y las consecuencias económicas, políticas, sociales, jurídicas y culturales que se despenden de ella.

Interpretar en su verdadera dimensión el imaginario de ese movimiento social que exige y lucha por cambios trascendentales, procurando aglutinar en un solo haz, en una sola corriente todas o al menos, las principales aspiraciones materiales y espirituales de las diversas franjas de la población, de las masas trabajadoras y de la juventud; establecer las medidas tácticas que nos permitan – en un proceso – colocarnos a la cabeza del movimiento antiimperialista, antioligárquico, democrático, de modo que podamos insuflarle un contenido verdaderamente revolucionario y que la izquierda consecuente llegue a direccionar y canalizar ese movimiento en la perspectiva del cambio social verdadero, definitivo, que no puede ser sino el de la revolución.

La tarea planteada es la organización y la conducción más calificada de las distintas formas de lucha, en los diversos sectores sociales, para lo cual tenemos un valioso acumulado en nuestras propias filas y la trayectoria que hemos vivido, nos entrega valiosas lecciones y experiencias.

La lucha obrera, sindical y campesina, los combates por las aspiraciones y derechos de los maestros de enseñanza; por los derechos de las etnias y pueblos originarios, los combates reivindicativos de la juventud estudiantil, de los jubilados, desempleados y discapacitados; las acciones por los derechos de género y de la mujer en general; la defensa de la biodiversidad y el medio ambiente, de las culturas y las artes de los pueblos, concitan la atención de nuestra corriente y de nuestras organizaciones, en el momento actual de la lucha de clases en la región

Estos combates es necesario elevarlos, generalizarlos, convertirlos en confrontaciones políticas que reivindiquen y defiendan la soberanía nacional y la independencia de nuestros países; la libre determinación de los pueblos; la vigencia real de los derechos humanos, nacionales, sindicales, las libertades públicas. La izquierda tiene que ocupar la primera fila y ser la más consecuente luchadora por los derechos democráticos y las libertades ciudadanas para las mayorías, que han sido discriminadas y excluidas de los mismos por la acción antidemocrática y antipopular de los regímenes neoliberales y al servicio del imperialismo.

Por otro lado, es necesario desenvolver nuestra acción, tomando en cuenta las condiciones concretas de cada país, en la lucha electoral, parlamentaria, en la adecuada conducción de gobiernos locales municipales o regionales; mediante el intercambio de experiencias y el aprendizaje colectivo hay que perfeccionar la acción de los representantes populares y el trabajo de la izquierda en instituciones públicas, como universidades y otras dependencias del Estado, desde las cuales se puede irradiar un pensamiento y una acción democrática, revolucionaria, que muestre la diferencia y el papel que cumple la izquierda en esas instancias con el manejo que los elementos al servicio de la burguesía realizan en esos andariveles y que esa labor se convierta en algo así como un ensayo que nos brinde aprendizajes valiosos en la conducción de los asuntos públicos. De este modo también aprender y desarrollar nuestras experiencias en las distintas formas de la lucha de clases, incluyendo las formas que son la prolongación de la política por otros medios, como es la lucha insurreccional, que los pueblos también deben dominar en el camino a su verdadera emancipación.

El objetivo del Socialismo.-

Una vez que el reflujo sufrido por las fuerzas revolucionarias y populares tocó a su fin y que se ha iniciado un proceso de reanimación a nivel mundial, que en América Latina está produciéndose un auge en la acción de las mismas, de hecho está abierto un debate acerca de la perspectiva que tiene ese movimiento, que busca su desarrollo en una fase nueva. El socialismo, como futuro posible para nuestros países y para toda la Humanidad, está planteado como un debate actual y de plena correspondencia con las condiciones ideológicas y políticas que vivimos a nivel del movimiento obrero, juvenil y popular.

Sin embargo, la izquierda revolucionaria debe dilucidar y asimilar la trascendencia y el papel que jugamos en medio de este debate en el cual se han echado a rodar diverso tipo de concepciones e interpretaciones acerca de lo que es el socialismo. En el ambiente de cambios, en la ebullición social que se presenta es una tarea de primer orden esclarecer lo que el socialismo verdadero, proletario y científico constituye como un sistema social nuevo, diferente, contradictorio y antagónico al bárbaro e injusto capitalismo.

En el centro del debate se halla la cuestión de la propiedad de los principales y grandes medios de producción: los recursos naturales, las grandes extensiones de tierra para el cultivo, las minas, los bosques, las riquezas de los mares, las grandes empresas, etc.

¿Son de propiedad de los capitalistas o constituyen patrimonio y benefician directamente a los trabajadores y a los pueblos?

¿El poder del Estado está en manos de los mismos grupos y representantes de los grandes empresarios o de los monopolios extranjeros que saquean nuestras riquezas naturales y explotan la fuerza de trabajo de la clase obrera? ¿Este viejo Estado de las clases dominantes puede servir para la transformación social, remozándolo y reformando algunas de sus estructuras, maquillándolo de modo que trate de ser útil para el cambio social revolucionario? O es que el socialismo, con el poder organizado de las masas trabajadoras, dispone de la capacidad histórica para construir un poder político nuevo, un Estado nuevo surgido de los escombros de la vieja maquinaria estatal capitalista, cualitativamente distinto al de la burguesía y las clases dominantes?

Una democracia de masas, auténtica, para los trabajadores y los pueblos y un régimen de dictadura de los trabajadores contra los explotadores derrocados, para controlar, frenar y desterrar todos los intentos contrarrevolucionarios y conspirativos de la reacción oligárquica, de la derecha tradicional arrancada de sus privilegios, así como los monopolios extranjeros a quienes se le ha impedido el saqueo inmisericorde de los recursos del país, es una de las características fundamentales a la hora de hablar sobre el socialismo, como un sistema económico y social nuevo, diferente, de los trabajadores, de la juventud, de los pobres del Ecuador.

Aquí reside el meollo de la cuestión actual y del papel de la izquierda. Bregar en el campo de la lucha de ideas para esclarecer la verdadera naturaleza del socialismo en el siglo XXI, para diferenciarlo de las otras “variantes” del socialismo: “ciudadano”, “andino”, “amazónico”, “del siglo XXI”, etc. que a cuenta de la “modernidad”, y la “postmodernidad” o de los nuevos fenómenos que evidentemente existen en el mundo actual, describe un “modelo” de la nueva sociedad, sin destruir los fundamentos injustos, inequitativos y reales que el capitalismo representa y terminando en muchos de los casos con un caricatura de socialismo, que sólo sirva de máscara para el sostenimiento y prolongación del sistema capitalista de opresión y explotación.

Fuente : Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador (PCMLE)