El mundo de la posguerra

La II Guerra Mundial trajo como consecuencias inmediatas la casi eliminación del sistema colonial; la destrucción del poderío económico-militar de Alemania, Japón, Inglaterra, Francia e Italia; el surgimiento de Estados Unidos como el país con mayor poderío económico y militar; y, por último, el surgimiento del bloque socialista.

Superada la guerra se generó un ritmo acelerado de desarrollo económico. Repuntaron las economías afectadas, que reanudaron su papel como exportadores de capitales y ampliaron considerablemente su influencia en los mercados de capitales. Se conformaron tres centros capitalistas de poder económico internacional: los países de Europa occidental; el Japón y los países de la cuenca del pacífico; y Norteamérica.

La Guerra mundial (1945), la Guerra de Corea (1950-1953) y la Guerra de Indochina (1946- 1973), fueron la garantía de excelentes condiciones de acumulación de capital y pleno empleo, y de un crecimiento descomunalmente rápido.

Esta fase de prosperidad (1945-1975) estuvo basada en la complementariedad de tres proyectos: a) en occidente, el proyecto socialdemócrata del estado de bienestar, regulado por las políticas nacionales keynesianas, con acumulación fordista, abierto a la economía mundial, pero preservando una coherencia entre la acumulación y el compromiso capital/trabajo; b) el proyecto de modernización e industrialización en las periferias, cuya ideología de desarrollo se asentaba en la construcción de una burguesía nacional; c) el proyecto soviético, que intentaba alcanzar a occidente mediante una estrategia de acumulación parecida a la del capitalismo histórico (capitalismo sin capitalistas), y gestionado a nivel del Estado mediante la propiedad estatal y la centralización del poder económico.
Cumplieron funciones decisivas en relación con este auge económico, instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco mundial.

El FMI fue concebido para proporcionar a Estados Unidos un control completo de sus intervenciones, en contra de la opción de un banco mundial propuesto por Keynes; se reforzó su función con la convertibilidad del oro al dólar y por los controles administrativos sobre los movimientos de capitales en Europa; su tarea principal fue gestionar la deuda imponiendo ajustes estructurales para pagarla, aún cuando fuera perjudicial para el crecimiento económico.
El BM asumió la tarea de apoyar la penetración del capital al Tercer Mundo; financió proyectos que abren grandes mercados a los suministradores de equipamiento y ha reforzado la integración dependiente de los países tercermundistas; en cierto momento tuvo una función ideológica al contrarrestar la “ideología de la planificación”.

A mediados de la década del 70, llega a su fin la etapa de reconstrucción capitalista de posguerra y el cambio más importante es el regreso a la “normalidad” de la acumulación capitalista. Se abandonan las estrategias keynesianas de crecimiento basado en el consumo, sustituyéndolo por el estadismo reaccionario: neoclasicismo económico y maltusianismo social; es decir, neoliberalismo.

Con el fin de la guerra fría se suscitaron modificaciones en el orden económico mundial, tales como la desintegración del sistema socialista; el fortalecimiento de los bloques comerciales; el intento de Estados Unidos de conformar un mundo unipolar bajo su égida; deterioro de las economías en vías de desarrollo, a partir de la implementación, en ellas, del modelo neoliberal; y los efectos de la revolución científico-tecnológica.

A partir de 1999, asistimos al colapso del equilibrio del sistema mundial de posguerra, que ha sido incapaz de desarrollar: a) nuevas formas de organización social y política, que vayan más allá del Estado-nación; b) nuevas relaciones políticas y económicas capaces de reconciliar el auge de la industrialización en las regiones periféricas competitivas, con el objetivos del crecimiento mundial las metrópolis; c) una relación que no sea excluyente con la periferia que no está implicada en modo alguno en una industrialización competitiva (Ej. África).

La doble tendencia del Modo de Producción Capitalista

En su reproducción ampliada, el Modo de Producción Capitalista se caracteriza por una doble tendencia; de un lado, se reproduce en el seno de una formación social, en la que se “apoya” y establece su predominio; de otro lado, se extiende al exterior de esa formación, desplazándose más allá de sus límites y ampliando sus relaciones de producción. De esta manera se constituye la cadena imperialista, donde cada eslabón depende de la especificad de cada formación social y de las formas que reviste el MPC a escala internacional sobre los otros modos y formas de producción.
Esta reproducción del MPC sólo puede existir sometiendo a los demás modos y formas de producción, apropiándose de sus elementos: fuerza de trabajo y medios de trabajo.

En la actualidad, la extensión del MPC al exterior se caracteriza por la preeminencia de la exportación de capitales sobre la simple exportación de mercancías; además, está marcada por el desplazamiento del predominio de lo económico a lo político (el Estado).

El desarrollo desigual

La cadena imperialista está marcada por el desarrollo desigual, que proviene de las articulaciones que establece el MPC en su reproducción ampliada, y de los modos y formas de producción que encuentra en las formaciones sociales a donde llega.

Esta forma de relacionarse tiene efectos complejos de disolución-conservación sobre las formaciones sociales exteriores, y marca las fases de la etapa imperialista que corresponden a formas precisas de acumulación de capital, de relaciones de producción mundiales y de división internacional imperialista del trabajo. Por eso, una separación fundamental ha marcado siempre el período imperialista: por un lado, las metrópolis imperialistas y, por otro, las formaciones sociales dominadas y dependientes; esta separación difiere radicalmente de la relación, desde comienzos del capitalismo, primero de tipo colonial y luego de tipo capitalista comercial.

Una formación social es dominada y dependiente cuando la articulación de su propia estructura económica, política e ideológica, expresa relaciones constitutivas asimétricas con las formaciones sociales que ocupan una situación de poder.

El proceso de dominación y dependencia aparece como la reproducción de la relación de dominación que liga la periferia al centro. Las relaciones de clase y los aparatos del Estado en la formación dominada y dependiente, reproducen la estructura de la relación de dominación; de esta forma, expresa las formas de dominación de las formaciones sociales dominantes y de las clases en el poder. Este comportamiento genera el desarrollo desigual, que se corresponde con determinadas formas de explotación de las masas populares, indirectas, por el lugar que ocupa la formación social dominada en la cadena imperialista, y directa, por la explotación a través de las inversiones directas.

El desarrollo desigual de las regiones periféricas se asienta en el monopolio que ejerce el gran capital sobre los recursos planetarios. Los países del centro tienen el monopolio de la tecnología, que requiere de enormes gastos que sólo un país rico puede afrontar a través de inversiones estatales y el gasto militar; controlan los mercados financieros mundiales, gestionando los ahorros de manera centralizada por instituciones que operan a escala mundial, haciendo que el capital financiero sea el componente más mundializado del capital; acceden monopólicamente y explotan indiscriminadamente los recursos del planeta, b asados en una racionalidad de corto plazo; tienen el monopolio de los medios de comunicación, abriendo las puertas a nuevos medios de manipulación política, que erosionan las prácticas democráticas; también ejercen el monopolio de las armas de destrucción y, ahora, como en 1945, el monopolio es posesión absoluta de los Estados Unidos, sin ningún mecanismo de control democrático internacional.

La nueva división internacional del trabajo

La integración de los procesos de trabajo dentro de una firma a escala internacional se produce como integración vertical, donde cada filial en un país determinado se encarga de una etapa de la producción, o de una serie de componentes y partes de un producto o grupo de productos. (Ej.: IBM). También se produce una integración horizontal, donde cada establecimiento o filial se especializa, desde el principio hasta el fin, en la producción de productos que intercambian entre sí. (Ej.: FORD).

Esta socialización del trabajo a escala internacional no se debe principalmente a factores de orden técnico (revolución tecnológica), sino que opera bajo el signo de modificaciones importantes en las relaciones de producción mundiales (relaciones de dominación).

Las nuevas formas de acumulación de capital a escala mundial implican nuevas formas de división social imperialista del trabajo, y aparecen como respuesta a las actuales condiciones de la tendencia a la baja de la tasa general de la ganancia.

Las exportaciones de capitales, que antes parecían ligadas al control de las materias primas y a la extensión de los mercados, actualmente responden, en lo esencial, a la necesidad de valoración del capital monopolista, que extrae partido de toda ventaja relativa a la explotación directa del trabajo. Su objetivo es la elevación de la tasa de explotación, a fin de contrarrestar la tendencia a la baja de la tasa de ganancia; por esta razón, se produce la interiorización de la reproducción del capital dominante en el seno mismo de sus bases de explotación “externas” y se gestan nuevas formas de articulación propiedad económica-posesión, que corresponden a las formas actuales de dominación del capital monopolista sobre los demás modos y formas de producción. La elevación de la tasa de explotación no se mide solamente por el nivel de los salarios; se mide también por la explotación intensiva del trabajo a través de nuevos procedimientos técnicos, la diversificación de los productos, la intensificación de los trabajos y las cadencias, etc.,es decir, por el incremento en la productividad del trabajo.
La función principal de la concentración capitalista es la explotación intensiva del trabajo mediante la elevación la composición orgánica del capital; es decir, el aumento del capital constante respecto del capital variable, una disminución del trabajo vivo en relación con el trabajo muerto incorporado a los medios de trabajo. Como la elevación de la composición orgánica del capital es inversamente proporcional a la tasa de ganancia, es aquí donde se inscribe la tendencia actual de las innovaciones tecnológicas asentadas en la explotación intensiva del trabajo.

La nueva división social imperialista del trabajo pasa por la línea tradicional de demarcación ciudades-industria-metrópolis / campo-agricultura-periferia. Esta división también se repite en el seno del sector industrial del capital productivo, con el desplazamiento de las exportaciones de capital hacia las inversiones directas y hacia las industrias de transformación; así como una mayor importancia, en el comercio exterior, de los productos manufacturados.
Esta división también corresponde a la nueva demarcación entre Estados Unidos y las metrópolis imperialistas, con importantes efectos en las disparidades y jerarquías en los salarios; sobre las disparidades en el proceso de calificación-descalificación del trabajo en el seno de las metrópolis; sobre las disparidades tecnológicas; sobre las disparidades entre las formas de ocupación y el papel del trabajador inmigrado.

En esta nueva división internacional del trabajo a la periferia le corresponde “el desarrollo del subdesarrollo” y una industrialización periférica, limitada a inversiones de capital en formas de industria ligera (bienes de consumo), uso de tecnología inferior, mantenimiento de la débil calificación de la fuerza de trabajo, explotación del trabajo por la vía principal de los bajos salarios; pero, también, con la existencia de sectores aislados con alta concentración de capital y de alta productividad del trabajo.

La regionalización de la economía mundial

La dinámica económica mundial presenta un doble movimiento simultáneo: hacia la globalización de la economía y hacia su regionalización. Frente a las dificultades y contradicciones de la globalización aparece la tendencia a la regionalización en bloques diferenciados.

La tendencia a la regionalización de la economía mundial, en el inicio, gira en torno a objetivos múltiples, además de económicos, también políticos, como en el caso de la concepción y desarrollo de la Comunidad Económica Europea. A partir de la década de los 80 esta tendencia adquiere un carácter estrictamente económico.

Este proceso de regionalización parece ser la respuesta a tres grandes problemas: 1) la pérdida de la hegemonía de los Estados Unidos en la economía mundial, por el crecimiento del poder económico y del área de influencia de la Comunidad Europea, y por la emergencia de Japón y los países del sudeste asiático en todos los mercados del mundo. 2) la necesidad de una “reestructuración” productiva, que es el objetivo principal de los poderes económicos; significa desarrollar las combinaciones más eficientes de los costos más bajos respecto a las fuentes de materias primas, la realización de los productos y la utilización del trabajo. La condición necesaria para esta “reestructuración” es organizar los procesos productivos mundiales bajo la hegemonía privada de los capitales mundiales, lo que implica el establecimiento de acuerdos amplios de índole institucional entre Estados, que faciliten, consoliden y estabilicen la producción internacional (el TLC ilustra esto). 3) la regresión del ideal liberal del multilateralismo hacia un cierto proteccionismo, debido a las dificultades causadas por el libre comercio y el multilateralismo debido a la competitividad del Japón y los países del sudeste asiático –pérdida de cuotas de mercado; destrucción del tejido productivo y el empleo-; por la dislocación social que estos hechos generaron; por la necesidad de controlar el ajuste económico. Este es un proteccionismo de nuevo cuño, con doble faceta: protección “hacia adentro”, con mecanismo de protección de mercados para cada ámbito regional; y protección “hacia adentro”, con una reestructuración de la economía regional para ser mas competitiva en los mercados mundiales.

La lógica del capital parece ser, de un lado, una intensa globalización de sus estrategias y su actuación, con mayor intensidad de los capitales financieros; y de otro lado, un repliegue a nivel regional, impulsado por poderosos estados hegemónicos en cada ámbito, para reforzarse y ser más poderosos en el ámbito global. Por lo tanto, la regionalización no es un fenómeno contrario, opuesto a la globalización; es un mecanismo que complementa y potencia la globalización, y gira en torno a tres grandes áreas económicas:

1) La Comunidad Económica Europea, que representa a 345 millones de habitantes y es previsible la integración de algunos países de Europa oriental, algunas repúblicas de la ex Unión Soviética, y países del Mediterráneo.

2) Los Estados Unidos con sus socios del Tratado de Libre Comercio, que se encuentra en la disyuntiva de fomentar una economía más competitiva a nivel interno e internacional, o perder su papel hegemónico en las relaciones económicas mundiales; de igual modo, busca fortalecer su economía utilizando el poder que emana de la atracción de su mercado y de la función del dólar, controlando su enorme déficit presupuestario, evitando medidas proteccionistas que cierren sus mercados y disminuyendo las onerosas condiciones de su sistema financiero, que es su problema más drástico, donde más del 90% del flujo de dólares de los mercados cambiarios no tienen ninguna relación ni con el comercio ni con la inversión; ha definido nuevas estrategias como la Iniciativa para las Américas, que intenta hacer de América un gigantesco mercado común y mantener su tradicional mercado latinoamericano, proveedor de materias primas.

3) El área del Pacífico con su núcleo en Japón, una de las economías más dinámicas de las últimas décadas, aunque posee debilidades tales como su dependencia total de la importación de energéticos, materias primas y la mayor parte de sus alimentos; además carece de poder militar, que debilita su influencia mundial.

Existen otras áreas económicas que buscan potenciar su integración regional. En América tenemos el MERCOSUR, la CAN (Comunidad Andina) y el ALBA; en Asia la APEC (Asia-Pacific Economic Corporation Council, la EAEC (East Asian Economic Caucus), el Área Económica China (sur de China, Hong Kong y Taiwán).

La tentación regional existe con modalidades distintas de una región a otra, y no parecen prefigurar la constitución de bloques regionales en conflicto. Conduce a intentos de organización regional de espacios de libre comercio, destinados a favorecer la gestión de la interdependencia económica y el desarrollo de la especialización entre países vecinos para hacer frente a una internacionalización que se impone. En este sentido, la organización de un “repliegue proteccionista” a nivel regional puede permitir una mayor competitividad y agresividad de los bloques regionales en los mercados mundiales.

Parece ser que el paisaje geo-económico mundial marcha hacia la policentralidad, donde Estados Unidos, Europa y Japón, presentan elementos presentan elementos de armonización, cuando se trata de operar frente al resto del mundo; pero también de conflicto y competencia. Parece probable que ninguno podrá tener el peso económico y el poder político para dominar la economía mundial, por lo que el sistema mundial, en estas esferas, será crecientemente plural, con proliferación de actores políticos y económicos que basan su actuar en la siguiente idea: toda economía desarrollada así como toda empresa moderna debe estar presente simultáneamente en los tres grandes mercados de la economía mundial; sólo así pueden ser competitivos en los mercados mundiales y en su propio mercado interno.

La dualidad centro – periferia

En la evolución de la economía mundial están presentes dos fuerzas: fuerzas centrípetas, que conducen a intensificar y concentrar en los centros del sistema la mayor parte de la actividad económica (concentración de los capitales; concentración de la tecnología avanzada; concentración de los mercados); fuerzas centrífugas, que expulsan a la periferia del sistema aquellos capitales y recursos que “ya no son necesarios” en el centro.
Esta dualización se produce entre lo que históricamente se consideran los núcleos centrales y las periferias, dentro de cada región económica, y dentro de cada país, entre distintos grupos sociales. Es la diferenciación propia del desarrollo capitalista, presente en todos los niveles de la economía mundial.
Ahora la dualidad o heterogeneidad estructural se extiende a todo el planeta y aumenta las distancias sociales entre las regiones del mundo y dentro de la mayoría de países. La distancia entre ricos y pobres en el mundo occidental ha crecido, e incluso dentro de los países industrializados han aparecido bolsones tercermundistas (underclasses en Estados Unidos y Europa, baulieves en Francia; pero también hay rasgos del primer mundo en ciertas regiones como América Latina, la India y Egipto.

Grande polarización

Nunca antes hubo tan grande polarización de la riqueza y profundización de la desigualdad entre los extremos. En 1991, el crecimiento del ingreso per cápita en los países ricos creció 52 veces más que en los países pobres; de 1989 a 1994, en cinco años, la tasa de crecimiento de la economía fue de 2% anual, mientras que, en el mismo período, el crecimiento anual de la tasa de ganancia fue del 15%.

Si la economía en los países de la periferia apenas crece en términos absolutos y decrece en términos per cápita debido al ritmo de aumento de la población, ¿De dónde sale el aumento de la ganancia? Del
Incremento de la productividad del trabajo y de una mayor apropiación de los excedentes por los capitalistas. Por ejemplo, en Estados Unidos, entre 1977 y 1992, la productividad media de los trabajadores creció en más del 30%; pero el salario medio real se redujo en un 13%. Esto no es otra cosa que la exacerbación de la explotación. Según el informe PNUD 1997, el crecimiento de las diferencias en los ingresos per cápita promedio entre los países más ricos y los países más pobres pasó de una relación de 30 a 1, en 1960, a una relación de 82 a 1 en 1990.

En plena globalización se constatan importantes retrocesos en la lucha contra la pobreza; creció el número de personas que viven en el mundo con un dólar diario: 1200 millones en 1987, 1300 millones en 1993, y 1500 en 1999; pero como en este período hubo una reducción en el crecimiento de la población mundial, aparentemente la pobreza en el mundo se redujo del 31% al 29%; sin embargo, el número de ricos del planeta, que tienen un patrimonio superior a los 1,000 millones de dólares, se incrementó en un año (1996-1997) de 358 millones a 447 millones, es decir, creció un 125%, y el valor de sus activos es superior al ingreso del 50% más pobre de la población mundial. (PNUD, 1997).

Con la ampliación del comercio y la inversión extranjera, los países en desarrollo han visto profundizarse las diferencias entre ellos. El proceso de empobrecimiento más trágico y escandaloso de la actualidad es el de África, donde el número de personas mal nutridas ha pasado de 103 millones en 1970 a 215 millones en 1990, y donde 33 países han experimentado la declinación de su esperanza de vida (Bostwana cayó en 9.5 años; Zambia cayó en 6 años).

Otro gran problema es el de la reducción de la participación de la periferia en el resultado de la economía mundial. El 73.1% del PBI mundial y el 75.5% de las exportaciones -casi las tres cuartas partes de la economía mundial- se encuentran en manos de 23 países industriales y principalmente el Grupo de los 7; los países en desarrollo y las economías del este sólo mueven el cuarto restante de la economía mundial, a pesar de ser más de 150; peor aún, son los únicos que soportan el problema del pago de la deuda, de la cual Latinoamérica y Asia adeudan más del 60%.

Existe una dramática participación de los países de la periferia en la distribución del ingreso mundial: el 20% de la población más rica se apropia de más del 82% del ingreso mundial; y el 60% de la población, pobre y miserable, apenas disponen de un poco más del 5% de ese ingreso.
Esta situación tiene que ver con la forma cómo se localizan las inversiones directas en el mundo, las que siempre se han orientado mayoritariamente hacia las metrópolis desarrolladas, pero a partir de la década del 60 comenzó una tendencia decreciente de la inversión directa en los países subdesarrollados, que ha llevado, en la actualidad, a que recibamos sólo el 20% de la inversión mundial.

Y ¿Cuál es el papel de la periferia para la acumulación en el centro?

El papel que históricamente desempeñó la periferia de abastecedora de materias primas y alimentos para el centro, en la actualidad, ha cambiado y son las potencias mundiales las abastecedoras de alimentos básicos y materias primas reproducibles; sus excedentes agrícolas están generando problemas al resto de la agricultura mundial, por la protección hacia sus agricultores mediante subsidios y aranceles, y por que se han convertido en los principales exportadores de productos de climas templados.

Queda reservado a la periferia el papel de aprovisionador, en número decreciente, de productos tropicales como la caña de azúcar, que compite duramente con el azúcar de remolacha europea; el algodón y el tabaco que ya se producen en países europeos; Las infusiones de origen tropical como café, té y cacao, permanecen como productos reservados a la periferia, además de algunos otros vinculados a la diversidad biológica. El papel más importante de la periferia es el de abastecedor de materias primas no reproducibles, como minerales y metales preciosos, separándolos en países con recursos minerales y países no dotados de estos recursos.

Dos elementos inciden en disminuir la importancia de la periferia como abastecedora de materias primas y alimentos: la emergencia de muchos productos sintéticos que sustituyen a la riqueza natural, y la moderna tecnología que permite una utilización más eficiente de los productos sintéticos; se produce así una rápida “desconexión” entre la producción primaria y el crecimiento industrial.

Este proceso muestra una disminución de la participación de la periferia en el comercio y la inversión global, y la continuidad de las transacciones entre los países del centro, como el mayor foco de crecimiento en la economía global, lo que conduce a una reducción de la demanda y una caída de los precios de las materias primas. Un índice ponderado de los precios de las materias primas muestra que entre 1970-1990 éstos tuvieron un deterioro del 50%; desde 1988, hasta la actualidad, los precios del conjunto de las materias primas han definido una marcada tendencia a la baja, con la excepción de los minerales y metales preciosos que experimentan un auge que ya lleva más de 10 años. Las exportaciones de América Latina y África han aumentado en volumen, pero su valor ha disminuido en -1.4% y -6%, respectivamente. Solo las exportaciones del sudeste asiático y China han aumentado en volumen y valor, debido a que no dependen de las materias primas, sino que están constituidas por productos manufacturados.

En los países del centro, aunque disminuya la utilización actual de estas materias primas, persiste el interés por asegurar su control en el futuro; este “control del suministro futuro” significa explotar a los países pobres y preservarlos a modo de “enclaves”, sin que generen actividades económicas de relevancia, y mucho menos su desarrollo.

La periferia continúa en su línea tradicional como compradora de productos manufacturados del centro, con lo que cada vez más acumula menos.
Con la crisis de los 70 se produjeron cambios en la división internacional del trabajo que condujeron a la aparición de los Nuevos Países Industrializados (NICs), que en los primeros años no pasaban de 10 países, donde estaban incluidos Brasil, España y Méjico; luego, surgieron los cuatro tigres del sudeste asiático: Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong; una siguiente generación de NICs estuvo conformada por Malasia, Tailandia e Indonesia. Estos eran países periféricos que lograron un importante proceso de industrialización para la producción de manufacturas para la exportación, y consiguieron introducirse en los países centrales obteniendo sustanciales cuotas de mercado en base a una moderna tecnología importada, una mano de obra barata e inteligentes políticas económicas. La entrada de estos países periféricos en los mercados mundiales supone que han de producir para el intercambio, lo que acentúa la competencia.

Históricamente, la división internacional del trabajo permitía que los países periféricos compren del centro, pero sin competir en la venta de productos manufacturados; ahora, al potenciarse estos modelos de crecimiento basados en las exportaciones manufactureras, venden y suponen una fuerte competencia en el centro, aunque su volumen global y su tasa de crecimiento no sean muy altos; aun que los NICs y los tigres de Asia producen la mitad de las exportaciones manufactureras del Tercer Mundo, éstas no alcanzan el 10% de las exportaciones mundiales.

En 40 años, la tendencia del comercio mundial conduce a un mayor peso y control por las economías del centro, pues controlan, con una tendencia creciente, más del 70% de las exportaciones e importaciones; el resto del mundo presenta una dura caída, del 44.1% al 28.6% en las exportaciones, y del 33% al 17.7% en las importaciones. Podemos ver que la presencia de países que se industrializan (NICs) y que comienzan a ocupar posiciones significativas en la economía mundial, dista mucho de ser concluyentemente un cambio de signo para la periferia. Una cosa es que su integración en los mercados mundiales haya producido un fuerte impacto, y otra cosa es la magnitud de ese impacto comercial (y qué decir del mejoramiento de la calidad de vida).

La mayor funcionalidad de la periferia para el esquema de acumulación del centro es su capacidad de constituirse en plataforma productiva con mano de obra barata. En los países industrializados del sudeste asiático, aunque se hayan transformado gradualmente en países de tecnología avanzada, encontramos en la base de su competitividad el reducido costo de su mano de obra; de esta manera, son altamente funcionales a los capitales del centro que invierten en los países de la periferia y que se benefician con productos de consumo de masas.

En este marco, la regionalización del mundo establece periferias internas que asumen esta función de aportar mano de obra barata: México para Estados Unidos, los países del Mediterráneo y el norte de África para la Comunidad Europea; así, la regionalización reforzará la marginación de los países pobres.

Históricamente, los países subdesarrollados realizan pagos sustanciales a bancos extranjeros, empresas, compañías de seguros y países del centro, por concepto de intereses, dividendos y remuneraciones. La periferia –excepto Cuba- exhibe, tradicionalmente, por el déficit de la balanza de pagos en cuenta corriente (por deudas, intereses y dividendos) una creciente transferencia de capitales al centro, que en el período 1968-1973 ascendió a 21,000 millones de dólares; en la segunda mitad de la década 80 fue 41,000 millones de dólares; y en 1990 llegó a 50,300 millones de dólares
El problema de la deuda de los países subdesarrollados es el problema del flujo de capitales desde los países pobres al centro. En la década del 80, la deuda neta (deuda emitida-servicio de la deuda) fue positiva sólo en los dos primeros años, los otros años fue un flujo negativo en línea ascendente.

Por último se mantienen las pautas de la forma cómo se asignaron los ahorros en décadas pasadas: “La zonas de ingresos más altos recibieron una corriente neta de ahorro extranjero procedente de las zonas de ingresos más bajos” (NN.UU.1999).

La crisis del Estado nacional

Décadas posteriores a la II Guerra Mundial se desarrollaron formas activas de Estado nacional, que tendían a la integración nacional, a la modernización económica y a cierta redistribución del ingreso nacional. Este “Estado de bienestar” se propagó en regímenes democráticos y autoritarios; fue dominante en el mundo comunista, en las socialdemocracias occidentales, en los regímenes nacional- populares de América Latina o la India, en los nacionalismos pos-coloniales del mundo árabe.

A partir de la década del 70 este modelo se tornó decadente, por la aparición de dos fenómenos aparentemente opuestos: la mundialización de la economía, o globalización, y la invasión de la vida pública por la privada (la vida personal, sexual, afectiva, el ocio) con una subjetivación de la política (integrismo étnicos, nacionales o religiosos). Quedan frente a frente, una economía globalizada e identidades culturales replegadas.

La nueva globalización, por definición, erosiona la eficiencia de la gestión económica de los Estados nacionales, pero no logra abolir su existencia; se produce así una nueva contradicción en el capitalismo.

En la expansión del capitalismo, antes, hubo una coincidencia entre el espacio nacional en que se determinaba la reproducción de la acumulación y el espacio de su gestión social y política; ahora, existe una separación entre el espacio mundializado de gestión económica del capitalismo y los espacios nacionales de su gestión social y política. La lógica de los intereses del capital dominante exige dar prioridad a la gestión económica globalizada a expensas de las funciones del Estado nacional; esta prioridad se expresa en el discurso antiestatista, en la supresión de las intervenciones sociales del Estado, en la privatización masiva de las empresas públicas.

La coherencia nacional ciertamente está en baja, pero no está siendo sustituida por una coherencia a nivel mundial, que exigiría un Estado mundial o un sistema político efectivo a nivel mundial, como ha sido el Estado nacional. A pesar de la globalización de los mercados, las estructuras macroeconómicas nacionales siguen siendo determinantes de enorme importancia; existen empresas mundializadas, pero
los sistemas económicos nacionales aún no se han mundializado.

El Estado nacional realiza intervenciones absolutamente indispensables para la reproducción ampliada del gran capital. No son funciones “técnicas” y “neutras” impuestas por necesidades de la “producción”; son, en realidad, expresiones de su rol político en la explotación y dominación de clase.
En la actualidad se hace necesaria la existencia de formas de coordinación de las políticas económicas de los diversos Estados, pero estas formas institucionales no constituyen aparatos que suplanten a los Estados nacionales o se superpongan a ellos; estas formas institucionales tampoco se “agregan” a los Estados nacionales, pues son la expresión de sus transformaciones interiorizadas.

Sostener que cuanto más aumenta y se concentra la “potencia económica”, más priva de “poder” al Estado es desconocer que el Estado no posee “poder” propio y que él interviene de manera decisiva en esta concentración. Las diversas funciones del Estado se orientan se orientan a la reproducción ampliada del Modo de Producción Capitalista, cuyo “momento” determinante es la reproducción ampliada de las clases sociales, por un lado, en los lugares que ocupan las clases sociales y, por otro, en la calificación / sometimiento de los agentes que pueden ocupar esos lugares.

El problema no se reduce a una contradicción simple y mecanicista entre la internacionalización de la producción –la base- y el Estado nacional que ya no le correspondería –la superestructura-. La internacionalización actual de la producción y las relaciones de producción mundiales no eliminan el desarrollo desigual, y las transformaciones súper estructurales (el Estado) dependen de las formas que recibe la lucha de clases en una cadena imperialista marcada por el desarrollo desigual.

Ni la nación, ni la relación Estado y nación se reducen a simples lazos económicos. La nación, en toda la complejidad de su determinación –económica, territorial, lingüística, simbólico/ideológica- conserva su entidad propia en cuanto a las “formas nacionales” de la lucha de clases. La nación permanece por sus efectos sobre la lucha de clases, que se desarrolla sobre un fondo mundial que determina las coyunturas concretas, pero que prevalece en su forma nacional debido al desarrollo desigual y a las especificidades concretas de cada formación social (como por ejemplo, la existencia de pequeña burguesía y campesinado, cuya situación de clase da lugar a un “nacionalismo” muy particular.

Relaciones de América Latina con el mundo

No hay un proyecto mundial que incorpore las necesidades ni los intereses de América Latina.

Japón tiene dos grandes preocupaciones: sus relaciones en Asia y el mantener y asegurar el mercado norteamericano; en segundo lugar el mercado europeo, y en tercer lugar el resto del mundo. La Comunidad Europea prioriza sus problemas económicos internos, entre ellos la desocupación abierta. Estados Unidos sigue considerando que América Latina es su zona de influencia, que siempre estuvo vinculada a sus objetivos de seguridad, con la que establece siempre relaciones asimétricas dentro de estrategias multilaterales (GATT), regionales (NAFTA) o bilaterales (TLC).

América Latina ya no tiene las visiones y los pensamientos de largo plazo de la década del 60. Las concepciones y modelos de la CEPAL y la teoría de la dependencia ya no marcan el rumbo en la definición de un proyecto de desarrollo regional autónomo.

La década del 90 se caracterizó por una profundización del deterioro de las relaciones norte-sur. Sin embargo, el sur perdió la fuerza que tenía en la década del 70, ya no cuenta con la superioridad ética de sus demandas y el norte impone el Consenso de Washington. Con el final de la guerra fría ya no se plantea la necesidad del desarme y la paz.
Se hace necesario definir cuál es la fuerza del sur y determinar nuevas formas de reracionamiento sur-sur.

Se manifiestan avances en los procesos de integración regional como el MERCOSUR, CAN, ALBA. A pesar de eso, el MERCOSUR deja interrogantes: tiene una lógica más comercial que productiva; está basado en concepciones liberalizantes y no defiende adecuadamente la región, del mundo desarrollado; no ha esclarecido si son los procesos de integración o las políticas nacionales las que deben resolver el problema del empleo en la región.

Alternativas regionales

1- Búsqueda de nuevas formas de relacionamiento sur-sur para orientar la entrada de capitales y controlar la transferencia de recursos.

2- Elaboración de pensamientos y modelos alternativos que partan de la realidad regional y que permitan romper la ortodoxia económica e ideológica de los centros financieros.

3- Dar una respuesta conjunta a la “Iniciativa para las Américas”, gestando una voluntad política y una conciencia e identidad regional.

4- Construir el bloque regional
a) como un proceso de internacionalización económica, que permita la eliminación de los obstáculos comerciales recíprocos, la movilidad de la fuerza de trabajo y el capital, así como la coordinación de políticas económicas y de unidad monetaria. Esto permitirá una mayor competitividad y un mejor aprovechamiento de los recursos.
b) Unidad para la reinserción de las economías latinoamericanas en la nueva división Internacional del Trabajo, con la fuerza de negociación necesaria para cambiar las condiciones macroeconómicas que imponen las tres potencias mundiales. Unidad que permita la centralización de los gastos comunes orientados a la ciencia y el desarrollo tecnológico, para el establecimiento de complejos industriales que resultan caros y complicados para un solo país.
c) Para la construcción de un nuevo proyecto de democratización regional, que busque el fortalecimiento de las identidades culturales locales, la descentralización de las decisiones políticas y las decisiones de inversión; sometimiento de la fuerzas armadas a la autoridad civil y socialización de los medios de comunicación. Una democracia para la construcción del poder popular.