¿Cuántas decenas de millones de dólares en viajes, papeleos, traducciones, demandas de múltiple formato, viene costando al pueblo peruano el cuasi fallido proceso de extradición del nipón cobarde Alberto Kenya Fujimori? Sería de lo más interesante que este gobierno informe el monto y que diga lo propio de lo gastado anteriormente. Que los bufones de las organizaciones de nuevos gángsteres que armaron tinglados triunfalistas y quedaron truculentamente desconcertados ayer, usen los dólares que les llegan desde afuera, es un tema de aquellos, pero el dinero del pueblo es sagrado y en este pestífero tema es como emplear pólvora en gallinazo. ¿Cuánto nos cuesta este delincuente?

Incapaz, por pusilánime, Alberto Kenya, de optar por el hara kiri que lo haría un hombre de honor, hay que preguntarse, hoy más que nunca: ¿de qué vive y de dónde salieron los ingentes recursos de que hace gala diariamente? ¿tantos militantes tiene la Yakuza para solventar a su protegido? ¿a título o a cambio de qué? o ¿tiene alguna posibilidad el japonés de retornar al solio presidencial? Preguntas obligatorias porque en Perú todo es posible merced a la carencia de organizaciones políticas de recia moral implacable y acción contundente y letal con los crímenes sociales.

Kenya Fujimori representa no el perseguido que pretenden sus adláteres y cómplices. ¡De ninguna manera! Este individuo constituye la aberración natural de sociedades débiles que no han aprendido a criticarse, a corregir errores y a fulminar con el desprecio de la indiferencia y el odio más militante a sus inmorales, cacos y delincuentes en la cosa pública. Se afirma que en todas partes hay placas y demostraciones que recuerdan al nipón. Puede ser cierto. Pero en esos mismos recodos hay la reminiscencia del dinero sucio, de la zancadilla financiera, de la desnacionalización del Perú. Y la sociedad delincuencial con el capitán traidor Vladimiro Montesinos es el marchamo natural de dos almas gemelas que hicieron del país una chacra en que hampones robaron a más no poder. Esos mismos dineros son los que hoy procuran primeras planas, zalemas de todo calibre y juicios benévolos. Hasta las piedras se compran en Perú.

La presidenta chilena Michelle Bachelet viaja en pocos meses al Japón a concretar un tratado de libre comercio con esa potencia asiática. Era impensable malograr ese menú funcional para los designios geopolíticos del país del sur. No obstante que los precedentes tampoco apuntaban a una extradición magnificada hasta niveles surreales por la bufonería caviar que hizo de pitonisa, agorera, hasta el paroxismo más ramplón. Chile nunca ha concedido la extradición de un ex jefe de Estado. Con Inglaterra y el caso Pinochet, el tema fue así manejado y aquel criminal murió en su patria, odiado, e incomprensiblemente amado, también.

No sería extraño que de repente Kenya Fujimori gane un escaño en la dieta nipona. Total es su país, le debe lealtad, la misma que no tiene para con la nación que saqueó, él y sus compinches, muchos de los cuales se han reciclado y tienen puestos públicos. Varios se cuidan bastante del recuerdo vergonzoso que fue su sumisión cuando Kenya era el todopoderoso mandamás frío y cínico en Palacio. Embajadores, militares, escritorzuelos de quinta o sexta categoría, hoy en varios medios, rindieron pleitesía pagada al monarca. Pero las vacas no se acuerdan cuando fueron terneras pro domo sua. Tomar a lo serio –decía Manuel González Prada- cosas del Perú.

Aquí en Perú no se dicen las cosas por su nombre. Se edulcoran los términos y disfraza en toneladas de basura literaria cuanto manda la indignación decir porque así debería ser el debate: directo y fuerte y en voz alta. ¿Merecería siquiera Kenya Fujmori, la muerte piadosa que se da a los caballos con enfermedad terminal, es decir, un tiro en la nuca? Que hablen sus víctimas de La Cantuta y Barrios Altos; que lo digan los desempleados por sus concesiones y privatizaciones; que se lo espeten las nuevas juventudes huérfanas de patriotismo a quienes el nipón convenció que había que regalar de a pocos el Perú. Para mí siempre será un ser despreciable Alberto Kenya Fujimori. Aunque modesta mi voz, gigantesca mi indignación por lo ocurrido. Amén.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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