En los días del primer aniversario de la gesta, los moncadistas, como fueron rápidamente identificados por la población, convertían el encierro en tiempo fecundo, dedicado a la obligada preparación ideológica y cultural para enfrentar la lucha futura.

Arduo era el trabajo de reconstrucción, impresión y distribución del alegato de autodefensa de Fidel, La Historia Me Absolverá, devenido en imprescindible documento programático de las batallas por venir.

El segundo año tampoco fue de reposo. La presión popular había impuesto a la tiranía la amnistía de los jóvenes de la Generación del Centenario, quienes de inmediato dieron vida orgánica al movimiento. Para la fecha Fidel, Raúl y otros han marchado a México para organizar el regreso y reiniciar la lucha armada.

En julio de 1956 la actividad de Fidel y los futuros expedicionarios es intensa y en medio del acoso constante de los agentes de Batista y de mercenarios mexicanos a su servicio, y las limitaciones materiales como constante, aceleran el entrenamiento y el acopio de recursos, con la decisión de cumplir la sentencia formulada por el líder revolucionario: "En el 56 o seremos libres o seremos mártires."

Por estos días el movimiento clandestino crece, se articula y no da tregua a la tiranía. Frank País desde Santiago de Cuba, Celia Sánchez en Manzanillo, y en todo el país una pléyade de intrépidos combatientes clandestinos crean condiciones para apoyar el anunciado desembarco y llevar el combate a planos superiores.

El cuarto aniversario no puede ser más alentador. En la Sierra Maestra el Ejército Rebelde se consolida y demuestra sus crecientes posibilidades combativas. En los llanos y ciudades los combatientes mantienen en vilo a las fuerzas represivas y responden con golpes contundentes los asesinatos y la barbarie del régimen.

Ejemplo elocuente de la pujanza y unidad alcanzada por las fuerzas revolucionarias es la impresionante demostración ofrecida por las masas durante el sepelio de Frank País, asesinado cuatro días después de la histórica efeméride.

Al completarse el primer lustro de la acción armada del 26 de julio, el movimiento revolucionario se había adueñado de la iniciativa estratégica.

El Frente número Uno "José Martí", en el corazón de la Sierra Maestra, el Segundo Frente "Frank País", en la zona norte del macizo montañoso oriental; el Tercer Frente "Mario Muñoz", a las puertas de Santiago de Cuba, y el Cuarto Frente "Simón Bolívar", en los llanos holguineros, conforman una poderosa fuerza que hizo fracasar la campaña enemiga de verano y se dispone a lanzar su ofensiva general.

En la región central igualmente se incrementan las acciones coordinadas del Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular, los cuales unas semanas después del aniversario recibirán a las columnas invasoras comandadas por Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara.

Para el 26 de julio de 1958 el avance rebelde es incontenible, y tal como vaticinó Fidel Castro el 18 de diciembre dos años antes, tras el histórico encuentro en Cinco Palmas, los días de la tiranía estaban contados.

Sería el último aniversario celebrado en combate frontal contra la opresión. Corre 1959, la Patria ha sido liberada y la Reforma Agraria y otras medidas de beneficio popular corroboran el imperio de la justicia, mientras asoman el proceso de profundas transformaciones socio-económicas anticipado en La Historia Me Absolverá.

Pero el "parto" no resulta sencillo. Washington ataca por todos los flancos y mueve con impaciencia a las fuerzas políticas e intereses económicos enemigos de cualquier cambio que ponga fin al sistema de explotación y dependencia imperante hasta el enero victorioso de 1959.

Este sexto aniversario tendrá, por diversas razones, una significación muy especial: ser el primero después del triunfo popular; la presencia en La Habana de decenas de miles de campesinos llegados de todo el país y albergados por los capitalinos en sus viviendas, como gesto inequívoco de unidad e identidad nacionales.
Marca la celebración, la decisión de Fidel de retomar el cargo de Primer Ministro, al cual había renunciado semanas antes, como una forma singular de enfrentar las maniobras de elementos conservadores y pro imperialistas insertados en el gobierno revolucionario, para retrasar y moderar las transformaciones sociales en curso.

El anuncio del Líder resultó la apoteosis. Desde la tribuna, situada en lo alto de la Biblioteca Nacional, la gorra de Fidel, confundida en el aire con decenas de típicos sombreros de yarey, y en medio del sonido inconfundible de miles de machetes chocando entrecruzados y la interminable algarabía de un millón de cubanos, cerraron un capítulo y abrieron otro que resultaría trascendente para la nación.

Después han seguido 48 aniversarios más que, como este del 2007, el pueblo dedica a recordar a los héroes, hacer un recuento crítico del camino transitado y trazar nuevas metas para conquistar el futuro.

Agencia Cubana de Noticias