Cuando computadoras, equipos periféricos y en general cualquier otro equipo electrónico como las máquinas de fotocopiar o de fax llegan al fin de su vida útil, se convierten en un verdadero dolor de cabeza para las empresas norteamericanas, pues el reciclaje de estos equipos resulta muy costoso debido a la presencia de numerosos elementos altamente contaminantes en la llamada “basura electrónica”.

La solución que ha puesto en práctica un gran número de empresas, entre ellas varias grandes cadenas de periódicos, estaciones de radio y televisión, no es otra que: "donarlas" a países de África y América Latina para evitar los altos costos del reciclaje, y de paso, hacer deducciones a los impuestos y mejorar “la imagen empresarial” en los países destinatarios de esos equipos.

Un caso típico ocurrió hace poco cuando la red de computadoras de escritorio de una cadena de periódicos de los Estados Unidos de América quedó totalmente obsoleta al producirse un cambio de tecnología en los sistemas de comunicación empleados por dicha entidad.

Los ejecutivos de la empresa trataron de buscar afanosamente cómo deshacerse de unas mil quinientas máquinas, junto a sus también anticuados teclados, monitores de tubos de rayos catódicos, impresoras de matriz de puntos y módems telefónicos.

Trataron de convertir la "basura tecnológica" en algo que le trajera beneficios a la empresa, y para ello pusieron a trabajar a su equipo de asesores jurídicos, especialistas en marketing quienes junto a los ingenieros informáticos elaboraron una propuesta para la oficina principal de la cadena de periódicos.

Las viejas redes instaladas en cada uno de los periódicos estaban formadas por un promedio de 20 posiciones de trabajo y dos servidores, un cierto número de impresoras, así como interfases de comunicaciones para enlazar con la sede en Nueva York.

Por supuesto que en algunas ciudades, el número de computadoras y periféricos, era proporcionalmente más grande, pero en todos los casos había algo en común, los equipos simplemente eran incompatibles con las nuevas tecnologías, de las redes, y por lo tanto había que desmontarlos... salir de ellos lo antes posible, para evitar los onerosos costos del almacenaje sin perspectivas de reutilización.

Entre las propuestas analizadas para salir de las viejas 486, Pentium I, II y III estaban, como era de imaginar, el donarlas a algunas escuelas que estuvieran lo más cerca posible del lugar donde estaban las máquinas, y siempre tratando que los "receptores de la donación" localizados lo más cerca posible de cada sucursal, también costeasen los gastos de transporte.

Cuando esta variante no les dio resultado, pues los directores de las escuelas, bien asesorados, se negaron a aceptar equipos sometidos a sobre-explotación y con el final de su vida útil muy cerca, entonces las fueron ofreciendo a organizaciones caritativas, algunas de las cuales aceptaron un número muy limitado de equipos, tal y como era de esperar.

Las entidades a las que proponían la “donación” no tenían interés en recibir un gran número de máquinas, pues simplemente no las necesitaban, y así fue como se les cerró el cuadro a los ejecutivos bancarios en el entorno nacional.

Surgió entonces la idea de enviar las máquinas retiradas del servicio, tal y como estaban, hacia un país de África o de América Latina, pero esto implicaba naturalmente el implementar varios pasos, desde localizar a posibles destinatarios, hasta tener que costear el embalaje en contenedores y financiar la transportación.

En esencia, enviando las obsoletas computadoras allende los mares, la cadena de periódicos cuyas acciones se cotizan a buen precio en Wall Street, lograba un ahorro sustancial de dinero, pues enviar una máquina computadora de escritorio a una empresa especializada en el reciclaje de equipos electrónicos situada en el territorio de los Estados Unidos de América, tiene un costo realmente prohibitivo.

La principal causa de estos altísimos costos de los servicios de desarme y reciclaje, se debe a las estrictas reglamentaciones sobre manejo y disposición de elementos altamente contaminantes, precisamente debido al alto nivel de riesgo que implica la manipulación de metales pesados y productos químicos empleados en los componentes con los que se fabrican las computadoras, monitores, impresoras, teclados, módems etcétera.

Es cierto que los materiales plásticos se pueden reciclar, y que metales como el estaño, así como los más escasos oro y plata, también se recuperan, pero la relación costo-beneficio de esta operación es realmente marginal.

Por eso una gran cantidad de viejas computadoras, algunas de ellas con fechas de fabricación tan lejanas como el inicio de la década de los 90 del siglo pasado, se encuentran diariamente en ruta hacia países del Tercer Mundo, enmascaradas bajo supuestas donaciones, de las cuales muy pocas llegan a funcionar con efectividad durante un tiempo razonable. Y de las que llegan a sus lejanos destinos rotas, o dejan de trabajar al poco tiempo qué se dice y hace...

Simplemente son parte de la "basura tecnológica" que con cada vez más frecuencia se envía más allá de las fronteras no solo de los Estados Unidos de América , sino también de otros países desarrollados, para que no se contaminen más sus tierras y sus aguas, mientras que los países que las reciben deben asumir la "carga pesada" que afectará por mucho tiempo a su entorno, al no disponer de mecanismos de reciclaje y disposición de residuales apropiados para manejar estos desechos que les llegan bajo el "inocente" manto de donativos para el desarrollo de sus ciudadanos en el campo de la computación electrónica.

# Portal de la UPEC (Cuba)