Con el entusiasmo a las derechas que caracteriza al presidente Alan García ha enunciado la necesidad de una figura concertadora para que dirija la gran tarea en pro de los damnificados del sismo en Ica. Entre los candidatos (¡no se ría, amigo lector, en Perú cualquier cosa ocurre!) está ese pro-hombre de cualidades inefables y que es un símbolo a imitar por los empresarios del Perú: San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros. La versión, from the horse’s mouth, no haría sino cerrar una brecha histórica que se remonta al primer desgobierno de García Pérez.

Los más jóvenes no guardan memoria de un suceso que salió de la fecunda imaginación del señor García que entre 1985-1990 no llegaba aún a los 40 años. Entonces decidió la afectación de la banca y entre estas instituciones estaba el Banco de Crédito, fortín, base y sacrosanto templo de San Dionisio que se resistió heroicamente, sacó a sus empleados a la calle y hasta los hizo accionistas. Reveló, secreto a voces, que él había repartido dinero entre todos los candidatos y que había apostado, arriba y abajo, para garantizar la estabilidad jurídica y la posición de dominio de su organización. La historia es conocida, García salió por la pata de los caballos. Pero se forjó una deuda histórica, a punto en nuestros días, de saldarse, para alegría de unos cuantos.

¿Podría parecer inverosímil que San Dionisio sea el gran concertador del que habla y enuncia con características maravillosas el jefe de Estado? ¡De ninguna manera! El banquero es un déspota cabal; su frialdad en la toma de decisiones la sufre su entorno inmediato con mentadas de madre, dicterios y maltratos a los que se han acostumbrado y cuyo linimento mensual se traduce en miles de dólares. Es decir, el trueque humillación por la compra de sus conciencias, tiene una patética realidad en este mal ejemplo. ¿No ha negociado, dando muestras de su capacidad de concertación, San Dionisio, con todos los gobiernos? ¿no ha comprado al peso, por viajecitos con bolsa de viaje, a múltiples parlamentarios, ministros, jefes de gabinete, burócratas, generales, embajadores, periodistas, sociólogos, abogados, poderes de Estado completitos, con opíparos y registrados dólares el generoso empresario de marras? Su capacidad de acercamiento con el hombre que marca la diferencia la soluciona San Dionisio con su versatilidad de hierro que no admite ni la más mínima réplica porque quien lo haga es puesto de patitas en la calle ipso facto. Por tanto, San Dionisio es concertador, un ejecutivo de éxito (y éste, entre los pervertidos empresarios peruanos consiste en agachar la cabeza y aguantar de todo, mientras que ganen a manos llenas), es decir en buen romance, tiene las condiciones para capitanear la campaña que hoy nos ha enseñado lo bondadosos que son los dueños de empresas en Perú.

Curioso país en que las cuitas tribales, de parroquia pequeña, de covacha minúscula, entre personalidades, dictan la vida de 26 millones de habitantes sin proyecto nacional, aguantadores de empresas forajidas que, como Telefónica, yugulan apenas producido el sismo, la comunicación total y enmudecen a la nación, y nadie puede hacer nada porque todos los ministerios están al servicio de las transnacionales y a favor de las concesiones y privatizaciones porque éstas traen capital, tecnología, modernidad. Algo así como los espejitos que mostraban los conquistadores a los regnícolas, produciendo asombro, destello e idolatrías hasta hoy en el alma colectiva y popular. Es decir, se habría cerrado el ciclo de aparente enemistad entre el carismático banquero de los banqueros, San Dionisio, y el hoy nuevamente mandatario Alan García. Los ochentas se enterrarían en los 2000, en nombre del lucro criminal y lava-rostro que se emprendería desde las alturas, para forjar la gran concertación, el Perú de todas las sangres (azules y dolarizadas), de las que el pueblo sólo forma parte literaria y para el discurso, porque sigue aherrojado a un sistema en que son pobres porque así deben serlo y otros son ricos porque son los Mesías que la historia propone.

No extrañe pues que en las próximas horas se consagre a San Dionisio Romero Seminario como el gran concertador que el Perú necesita. O que cualquiera de sus esbirros haga ese papel y éste se reserve, como hoy, como siempre, el puesto inobjetable de gran titiretero de esta república bananera con hombres acostumbrados a estar de rodillas y a hacer según el monto de dólares puestos a su disposición. ¡Impresionante por fétido el acervo de sorpresas de esta caja de Pandora chola!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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