El proceso que denominamos juvenilización señala un complejo articulado de signos que atraviesan el contexto cultural de la actualidad. El avance de la cultura de la imagen y los lenguajes hegemónicos de la sociedad de consumo.

Se va articulando un proceso característico del mundo juvenil, tales como pautas estéticas, estilos de vida, consumos, gustos y preferencias, looks, imágenes e indumentaria.

En cuanto a la construcción imaginaria del joven "oficial", la moda, la cultura del consumo, la publicidad constituyen factores de incidencia en la reproducción de conductas. El joven legítimo es aquel que condensa las cualidades que los grupos dirigentes definen como requisito para la reproducción de vida, patrimonio y posición social, el buen hijo del sistema.

El joven legítimo es una construcción social que contiene múltiples discursos. Es una construcción equilibrada en el que aparece vigoroso, proteíco, deseable, natural, ahistórico, espontáneo.

Los jóvenes necesitan inclusión, pertenencia y reconocimiento, en síntesis una redución de la incertidumbre.

Cuando no poseen los requisitos exigidos para corporizarse en la imagen de los herederos, construyen refugios, ámbitos y enclaves simbólicos que ellos han creado y reconocen como propios.

Los vínculos entre los jóvenes tribales son breves y pasajeros. Los sujetos se recuestan en las tribus, que son organizaciones fugaces, inmediatas, calientes, donde prima la proximidad y el contacto, la necesidad de juntarse sin tarea ni objetivo, por el solo hecho de estar, según la expresión de Michel Maffesoli "estar juntos sin más".

La investigadora mexicana, Reguillo Cruz, en su libro "Emergencias de Culturas Juveniles" aporta datos históricos de "Tribus" en América Latina, emergentes del nuevo poder económico conocido como neoliberalismo, donde los jóvenes empezaron a ser "responsables" de la violencia en las ciudades. "Los chavos banda", "los cholos" y los "punks" en México, los "maras" en Guatemala y El Salvador, los grupos de "sicarios", "bandas" y "parches" en Colombia, los "landros" de Venezuela, los "favelados" en Brasil.

Este proceso no sólo se da en América Latina. "Los clikas" en EE.UU, integradas por minorías culturales, latinos y negros. Los "skinheads" en Inglaterra, movimiento de "autodefensa frente a la inmigración", los "blusoin noir" en Francia. El movimiento "anarco punk" y los más recientes "okupas" en España como movimiento de resistencia a los valores del neoliberalismo.

En Argentina existen decenas de agrupamientos urbanos juveniles adscriptos a estilos, géneros musicales e incluso a diferencias ideológicas.

La mayoría de estas "tribus" tienen una relación directa o indirecta con la cultura del rock y sus distintos subgéneros.

La división roquera del mundo, postulada por los cultores, plantea permanentemente una contradicción, un enfrentamiento, siempre actualizado, del cuerpo versus el alma, los "stones" versus los "beats", "redondos" versus "sónicos, "punkys" versus "hippies", etc.

También encontramos los "bailanteros" asiduos concurrentes a las bailantas donde se baila música tropical. Este género desemboca en otro subgénero llamado "cumbia villera" que se caracteriza por su notable y feroz pertenencia a su hábitat: la villa.

Resulta urgente "deconstruir" el discurso que a estigmatizado a los jóvenes, a los empobrecidos principalmente, como los responsables del deterioro y la violencia, ya que:"...la preocupación de la sociedad no es tanto por las transformaciones y trastornos que la juventud esta viviendo, sino más bien por su participación como agente de la inseguridad que vivimos y por el cuestionamiento que explosivamente hace la juventud de las mentiras que esta sociedad se mete a sí misma para seguir creyendo en una normalidad social que el descontento político, la desmoralización y la agresividad expresiva de los jóvenes estan desenmascarando" (Martín Barbero,1998).

# Nota publicada en Buenos Aires SOS (http://www.buenosairessos.com/)