Increíblemente, el gobierno norteamericano sigue amparando a los autores intelectuales de esa masacre: Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila, a quienes públicamente brinda refugio en la ciudad de Miami.

Con repetidas maniobras leguleyas, el clan Bush impide que los citados asesinos respondan ante la justicia por sus múltiples crímenes, lo que reiteradamente ha puesto en evidencia la doble moral respecto a las actividades terroristas.

Hombres y mujeres de todas las latitudes se conmueven cuando rememoran aquella masacre, que tronchó sueños y esperanzas de los pasajeros del avión, en el instante mismo en que estalló en el aire, poco después de haber despegado del aeropuerto de Barbados.

El mar tragó los cadáveres de 57 cubanos, incluidos todos los integrantes de los equipos juveniles de esgrima, femenino y masculino, 11 guyaneses, y cinco funcionarios coreanos.

Mientras los familiares de las víctimas no logran todavía contener las lágrimas, la noticia actualizada es que Bosch y Posada Carriles continúan alardeando públicamente de la "hazaña" que ubica sus nombres en la historia entre los mayores asesinos conocidos.

Las autoridades de EE.UU. conocían detalles del hecho antes de que sucediera y nada hicieron para impedirlo. Igualmente ocultaron información a los tribunales venezolanos que en su momento juzgaron el caso, como lo demuestran documentos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Buró Federal de Investigaciones (FBI) estadounidenses, recientemente desclasificados.

Tales revelaciones indignan más cuando se sabe que Bosch fue "perdonado" por George Bush (padre) al término de su mandato presidencial, y el hijo, actual usufructuario de la Casa Blanca, impide que Posada sea extraditado a Venezuela, de donde se fugó de una cárcel mientras aguardaba el fallo de un tribunal.

Los detalles de la desvergüenza oficial se exhiben con inusitada desfachatez ante la opinión pública mundial y elevan a la categoría de burla la doctrina "antiterrorista" proclamada por el mandatario norteamericano para masacrar a pueblos enteros, mientras consiente a los asesinos que le han servido.

La mano tenebrosa de la CIA estuvo involucrada en el crimen de Barbados. Hernán Ricardo y Freddy Lugo, dos mercenarios venezolanos que colocaron la bomba en el trayecto de Trinidad-Tobago a Barbados, fueron arrestados y confesaron su participación.

Ambos afirmaron que trabajaban para la CIA y mostraron sus credenciales. Pero esa revelación no debe extrañar a nadie, si tomamos en cuenta los tres mil 478 cubanos que han muerto por acciones agresivas, incluidas la invasión de Playa Girón y todos los actos terroristas que ha sufrido Cuba originados y financiados en Estados Unidos.

Son realidades que todavía no trascienden con la intensidad y magnitud que reclama la gravedad de los hechos, por la complicidad de la gran prensa, interesada más en servir intereses hegemónicos y oligárquicos que en honrar los principios de decir la verdad, toda la verdad, pertinente y actual.

Agencia Cubana de Noticias