La juventud de Costa Rica manifestando su rechazo al espacio económico (TCL) propuesto por los EEUU y con muchas presiones también al resto de América Latina. Un mal negocio para las medianas y pequeñas empresas de nuestra región.
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Carece de partidos en sentido estricto (puesto que lo que tienen son
intereses), pero controla finanzas y propiedad, medios masivos,
jerarquía clerical, instituciones políticas y una buena parte del
‘sentido común’ de la población. Actualmente los hermanos Arias
condensan su primer gobierno directo. El bloque tuvo antes
aproximaciones (Calderón, Figueres Jr., Rodríguez) que, por causas
diversas, frustraron sus expectativas. Sus dirigentes estiman que con
los Arias ha llegado el momento del avance final y de la instauración de
su hegemonía. Este bloque (plural, con sectores no siempre conscientes
de los alcances del proyecto) acaba de obtener una estrecha victoria
(51.6%) en el referéndum que decidía la aprobación o rechazo de un pacto
comercial (no es un tratado de libre comercio) empresarial con Estados
Unidos y otras economías y Estados menores. La encendida y polarizada
pugna por el pacto se debió al significativo rechazo de este proyecto.

El otro proceso tuvo su gestación en una sensibilidad particular, aunque
amplia, de rechazo a la corrupción y venalidad políticas de la minoría
reinante (“meritocracia”, la llamaron en algún momento los Arias), a su
impunidad y a la alianza que su corrupción establecía con clientelas
empresariales. Costa Rica posee un Estado sólidamente clientelista y
mercantilista. Casi no muestra políticos profesionales (una especialidad
que posee su propia dignidad). Todos, o casi todos, “abandonan” sus
negocios para ocuparse de la cosa pública “por amor a la patria”.
Normalmente viven con opulencia o con más recursos que un ciudadano
medio. Parte de su riqueza (y prestigio) es explicable por razones
familiares o profesionales.

Otra, la visible (el país es paraíso de
sociedades anónimas), debe atribuirse a alguna inclinación de la fortuna
que parece acosarlos sin tregua. El Estado clientelista atiende
gamonales y grupos-masas electorales y también ‘buenos negocios’
empresariales. El Estado mercantilista resuelve las posiciones desde las
que es posible establecer y agilizar los ‘buenos negocios’
empresariales, locales y transnacionales, no siempre, pese a la
legislación ad hoc y la complacencia del Ministerio Público y los
jueces, lícitos. El círculo de descomposición se cierra porque entre
estos políticos clientelistas y mercantilistas reina el pacto del “hoy
por mí, mañana por ti”.

En relación con este modelo de ‘convivencia democrática’ se gestó
durante la transición entre siglos una sensibilidad de rechazo a la
corrupción política y a la venalidad delincuencial de los políticos. En
las elecciones generales del 2002 esta sensibilidad se materializó en
tres candidaturas: la abelista, la del Partido Acción Ciudadana (PAC) y
la del Movimiento Libertario (ML). Con sus claras diferencias
sociohistóricas e ideológicas las tres candidaturas, con motivaciones
distintas, apuntaban al final de las mafias y de su forma de ‘estar en
la política’ y de ‘hacerla’. El abelismo (por Abel Pacheco, el
candidato), triunfó y se frustró. El PAC, con estilo fluido y ambiguo,
creció electoralmente hasta convertirse en la segunda fuerza
parlamentaria en las elecciones del 2006. El ML, auto sometido a una
crisis de crecimiento (o de disolución), se mantiene vivo sin crecer. En
la situación actual, se ha alineado con el gobierno de los hermanos Arias.

Así las cosas, el PAC se presenta como el principal aparato partidario y
parlamentario que condensa (y debería expresar) los sentimientos de
repudio y castigo hacia la corrupción y venalidad. A este rechazo, el
PAC agrega un modelo de desarrollo, menos conocido y comprendido por la
población, centrado en el esfuerzo nacional y la inclusión. Como el
sentimiento de rechazo a un sistema político podrido (y al intuido
proyecto neoligárquico y tecnocrático) rebasa con mucho, ciudadana y
socialmente, al PAC, éste surge como el principal interlocutor de
diversos sectores de la sociedad civil, tanto de la ‘bien portada’ como
de la emergente y de otros sectores, más minoritarios, que no podrían
considerarse quizás ‘sociedad civil’ bajo ninguna de sus expresiones.

El
48.4% de ciudadanos que votó No al pacto comercial expresa la fuerza
electoral de este bloque (muy plural), fuerza que tiende a hacerse
constante, y al que los grupos reinantes descalifican como
“sindicalistas”, “comunistas”, “mentirosos” e “ignorantes”. Para el
discurso imperante constituyen el ‘otro obsceno’ (Kristeva) o la
‘chusma’ (Kiko, de El Chavo del Ocho), lo repudiable y que no debe
existir. Esta sensibilidad y este bloque emergente son ya en este
momento alternativa de gobierno. Como tales están en la mira de la
destrucción y de la cooptación de opulentos y prestigiosos.

En estas condiciones se realizó el primer referéndum de la historia
política de Costa Rica. La ciudadanía (potencialmente) debía aprobar o
rechazar un pacto comercial que “decidía el futuro del país”. El
desenlace numérico quedó anotado más arriba. El carácter y proyección
del evento será presentado y discutido en las secciones siguientes de
este artículo.

Fuente: ALAI AMLATINA, 13/10/07 desde San José.