Ha escrito César Hildebrandt, en su columna en La Primera, atacando al director de este diario y a la familia propietaria, quienes responderán adecuadamente. Con generosidad el periodista de marras, me incluye en su dictamen y –a la vez- veredicto. El gran criticador, tan autosuficiente, también se equivoca. Y lo hace de un modo calamitoso porque resbala por los mismos vicios que él achaca a otros.

Dice Cesar Hildebrandt que yo era el nexo entre Montesinos y los Agois. La Fiscal responsable (mujer de derecho, no simple vociferante como alguno), Juana Meza, mandó archivar el caso pues no existía ninguna prueba de que actuara como intermediario o cosa parecida entre los mencionados. En las investigaciones, Luís Agois mostró todas las primeras planas de Ojo en las cuales se comprobó que nunca se apoyó a Fujimori ni se atacó a ninguno de los candidatos al 2000.

Es más, durante el juicio contra mi persona que aún no termina, cuando pretendí presentar a Luís Agois como uno de mis testigos, la Sala, draconianamente, rechazó mi solicitud. Por la simple razón que no quisieron incluir el caso del diario Ojo en el proceso. ¿Supo esto, o le soplaron mal la pluma a César Hildebrant o sus informantes tienen otras intenciones sórdidas?

Mi destaque desde el Ministerio de Relaciones Exteriores al Servicio de Inteligencia, SIN, fue un nombramiento oficial de acuerdo a las disposiciones que regulan la institución a la cual pertenezco y que acaté disciplinadamente tal como lo manifestó el ex canciller Fernando de Trazegnies en la audiencia. Los respetables pensamientos, cualesquiera que fuesen, para bien o para mal, del contralmirante Humberto Rozas Bonicelli, son de su entera responsabilidad, en cualquier caso, una expresión subjetiva de su cosecha. Para el brillante analista Hildebrandt ¿un tema tan íntimo como una afirmación dictada por Rozas, constituye prueba concluyente y culposa? El Contralmirante Rozas puede pensar lo que desee más no necesariamente ello indica que es la verdad.