Con Krauze, en entrevista de Álvaro Delgado (Proceso: 22/VII/07), Castañeda (como un pequeño Díaz Ordaz) asume y se adjudica lo que califica de “estrategia del miedo” para impedir la victoria de López Obrador. Más que eso, puso en marcha una concepción moderna de la política democrática: desató a los perros de la guerra cuando estando en uno de sus mítines, sin más gente que su grupo, en Ciudad Juárez, convocó a la derecha, a los empresarios y a la oligarquía-plutocrática a “detener a cualquier precio a López Obrador”.

Ahora Castañeda (que ocultó su segundo apellido, como lo hace Bours con lo de Robinson) arregla su frase y dice que dijo que a AMLO había que “ganarle a la buena, a la mala y de todas las maneras posibles”. Como de los arrepentidos es el reino de los cielos, pero de arrepentimientos está empedrado el camino a los infiernos, declara que su único error fue no agregarle a esa frase lo de ganarle a como diera lugar, pero... “dentro de la legalidad”.

Se le “chispotió” como a su aliado “Chespirito”. Aunque lo cierto es que Castañeda, con espuma en la boca, enloquecido, proponía impedir el triunfo de López Obrador, para que ganara la derecha en cuya ideología siempre, simulando otra ideología, ha militado.

Con un realismo rebosante de cinismo da “clases” de política. El oportunista de Castañeda no ha dejado de ofrecerse, desde el salinismo, el zedillismo y el foxismo, hasta que éste lo puso en su nivel de incompetencia (se desquitaba en las oficinas de Relaciones Exteriores tirando los celulares, para desahogar su neurosis-fracaso. Ver el ensayo de Wanda von Baeyer-Katte: Comportamiento político erróneo en confrontación con la neurosis) y después lo echaron e inventó, “huyendo hacia delante”, que había renunciado, porque en lugar de la “enchilada completa” los de Bush le dieron “hot dog”.

Intelectual desprestigiado –sus libros se venden por kilo, estorbando en las librerías de viejo– Castañeda nos sale con su tesis arreglada de que en política hay que ganar a “cualquier precio”, sin más legalidad que las resoluciones del IFE, el Trife y la omisión de la Corte, a pesar de estar seriamente cuestionada la legitimidad a la que Castañeda tira por su fosa séptica, donde acumula sus desechos orgánicos e inorgánicos. No hubo estrategia. Hubo una campaña ilegal contra López Obrador. Por eso ahora busca Castañeda encubrir sus asesorías en sínodo nocturno a empresarios y derechistas, al estilo de Luis Pazos.

Bribón y “los bribones son igual en todas partes”, escribió Kitto, en memorable ensayo, el bribón, pues, de Castañeda, pasando por encima de los límites mínimos de una campaña electoral democrática y republicana, quiere que de ahora en adelante se legalice la “guerra sucia” entre los competidores y, en lugar de adversarios, que sean enemigos a muerte con la “estrategia” de “todo se vale” y una vez que el más ilegal e ilegítimo arrase en las urnas y las instancias, Castañeda, ebrio de realismo, desbordando cinismo, saldrá con su estupidez de que debió haber sido una “guerra sucia”... ¡dentro de la legalidad!

En su mediocridad, Castañeda desprecia (dándoselas de demócrata, pero de dientes para afuera) a la opinión pública, integrada por las individualidades atentas al espectáculo político. Y de paso, beneficiario del trabajo periodístico y de otros medios, como cuando fue locutor-corresponsal de Monitor (de cuya desgracia ahora nada dice sobre Gutiérrez Vivó), arremete contra los medios de comunicación, cuando le preguntan sobre el destino de los “3 o 4 millones de dólares” que le dieron para su inútil campaña, la cual concluyó como asesor del miedo y de Calderón. A éste le pide chamba, otra vez quiere “la enchilada completa”.

La legalidad en la teoría de Castañeda es a posteriori. Eso sí, no se le cae de la boca lo del imperio de la ley, el estado de derecho y demás postulados (que aprendió en cursos “bazuaquianos”). No es un profeta desarmado, es un terrorista que ha saqueado de los arsenales sintetizados en que “la política es diabólica” (¡Oh, Weber!) y presume de su sarcástica interpretación de los hechos, como si estuviera descubriendo el hilo negro. Se quiere hacer el malo de la película, el Carlos López Moctezuma, maloso entre los malos. Se asume como el “coco” para continuar con su campaña del miedo, asustando a sus propios fantasmas, a sus delirios de grandeza, cuando ha fracasado como intelectual, como candidato independiente, como político y no le queda más que enseñar el cobre pidiendo empleo a Calderón. En última instancia, ofrece sus servicios de tenebroso “estratega” del miedo para campañas electorales, como ventilador enfrente del excremento donde todo se vale... y después saldrá con la batea de babas de que cometió un “error”, porque todo debió haber sido... ¡dentro de la legalidad!

Lo que está en cuestión no es realismo político, sino el cinismo con el que Castañeda aborda la disputa electoral entre Calderón versus López Obrador. Tras su perorata, su retórica, su diarrea-neurótica, Castañeda, a toro pasado, busca enmendarse la plana de sus “estrategias” del miedo, con su disculpa de que cometió un error al proponer “todo se vale” en cuestiones electorales, siempre y cuando sea... ¡dentro de la legalidad! No fue un olvido. Lo hizo intencionalmente, cuando convocó a detener “a cualquier precio” a López Obrador. Su realismo político, con sus perversidades ilegales e ilegítimas, democrática y republicanamente, conducen “al desastre y la barbarie”, cuando los límites de la legalidad, del derecho positivo, son rebasados por un “error” fascistoide.

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Fecha de publicación: Agosto 2a quincena de 2007 | Año 5 | No. 85