En honor a la verdad, Bush decepcionó un tanto, pues había hecho pensar que traería en su agenda contra Cuba "algo nuevo", pero en realidad fue más de lo mismo, y la esperada escalada solo se produjo en el tono, más insolente y amenazante que nunca antes.

Solo unas frases bastaron para comprobar las razones de estas declaraciones totalmente descontextualizadas, producidas en un momento bien complicado para su gobierno, debido al creciente descalabro de sus tropas en Iraq, el voraz incendio en California y otros asuntos que se supone concentren prioritariamente la atención del gobernante.

Si para algo sirven sus bravatas y chantajes es para dejar claro, entre quienes todavía albergaban dudas en otras latitudes, que las pretensiones de su política apuntan a provocar un cambio de régimen en La Habana y llevar a cabo la reconquista onjerencista del país.

"La palabra de orden en nuestros tratos con Cuba -dijo en tono arrogante- no es estabilidad, la palabra de orden es libertad."

Se trata de un planteamiento irresponsable, clara invocación a la violencia y la subversión, ilegal y violatorio de las normas internacionales, para lo cual el Presidente de Estados Unidos no tiene derecho alguno y está, además, moralmente descalificado.

¿Por qué lo hace?, se preguntarán algunos poco informados.

Sencillo, se trata de una combinación de factores adversos que molestan los planes y ánimos del Ejecutivo.

Sabe que el tiempo se le agota y no ha cumplido lo prometido a las organizaciones terroristas y mafiosas, de "resolver el problema cubano".

Lejos de ver una Cuba sumida en el caos, dividida y debilitada, la Isla acaba de ofrecer una inobjetable demostración de unidad, pujanza, orden y disciplina, con las elecciones del pasado domingo 21, en las que ejerció el derecho al voto más del 95 por ciento de los electores, ejercicio democrático incomparable con la mascarada del año 2000, que lo convirtió en Presidente.

Observa que pese a los esfuerzos realizados en los últimos años para sumar a otros gobiernos a su cruzada anticubana, está cada vez más aislado.

No es para nada casual que la diatriba de la víspera tenga lugar seis días antes del debate en el Asamblea General de Naciones Unidas de la resolución sobre la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por EE.UU a Cuba.

Sin dudas debe pesar mucho en su obsesión contra la mayor de las Antillas el hecho de que en los últimos 15 años la ONU demandó el cese de tal genocidio, y lo hizo en 2006 con el voto de 183 naciones, dejando al poderoso imperio en vergonzoso aislamiento.

Bush debía saber, a pesar de las estúpidas mentiras sobre la realidad cubana que le hacen decir quienes le escriben los discursos, que la Revolución cubana cuenta con el respaldo mayoritario del pueblo y que un levantamiento interno es absolutamente imposible. Sin embargo, introduce el tema, como parte del juego que le permita fabricar un pretexto para lanzar sus tropas.

Como parte de esa manipulación, mister president llega a obviar que los institutos armados cubanos están integrados por el pueblo, el mismo que derrotó la invasión mercenaria en Bahía de Cochinos, defendió la integridad de Angola, derrotó el apartheid y contribuyó a la independencia de Namibia, y ha montado guardia durante casi medio siglo para preservar la independencia del país y sus históricas conquistas.

Se trata de una política fracasada ante la cual solo le queda el recurso de hacer demagogia, amenazar y complacer a la mafia de Miami, a quien tanto debe.

Reales o fingidas las amenazas, vienen de un enemigo muy poderoso, lleno de odio y frustración, y autor de otras descabelladas aventuras bélicas, razones suficientes para que los cubanos, como dijo el canciller Felipe Pérez Roque, en su inmediata y contundente respuesta, se las tomen en serio.

Agencia Cubana de Noticias