Ya hubieron quienes analizaron con acierto en qué medida el discurso pronunciado por Bush contemplaba algunas novedades de forma, dado que en el fondo el fin perseguido no varía: exterminar a los que, como en el caso de Cuba, no se postran a los pies del imperio.

El discursito, que advierte sobre la llegada del “momento” de avanzar sobre la Revolución Cubana, está enmarcado en el “Plan de Bush para Cuba” , el cual –desde el campo del periodismo y la información comunicación- no alcanzó, salvo muy honrosas excepciones, el necesario repudio internacional que merece toda apología del terrorismo hecha antes, durante y/o con posterioridad a los hechos de terror.

Hace más de tres años que el Plan Terrorista de Bush es conocido públicamente y hace poco más de uno que se le afinaron detalles inyectándole unos 80 millones de dólares, según se supo, y muchos millones más –no declarados- para soliviantar a los “disidentes”, en el curso de 2007 y durante el 2008, dentro y fuera de la Isla.

Como sostiene el periodista y escritor cubano Nicanor León Cotayo, en “El Plan Bush CUBA: MADE IN USA”, el texto -que apunta al corazón de la Cuba revolucionaria- representa “un valiosísimo instrumento para la formación político ideológica de las nuevas generaciones de cubanos, así como para las menos jóvenes, porque allí se pueden descubrir aún más –como alertó José Martí- quién es el enemigo histórico de su nación, cómo piensa y actúa”.

“El 6 de mayo de 2004, varios periodistas norteamericanos fueron conducidos a uno de los jardines de la Casa Blanca para cubrir un espectáculo que desde hacía meses, venía siendo anunciado por la propaganda del gobierno y el eco de sus colaboradores radicados en Miami. Se trataba del informe elaborado por hombres del presidente George Bush, con el objetivo de apretar aún más el cerco económico y político en torno a Cuba…” dice Cotayo en su libro.

El replay de la semana pasada tiende a imprimirle una nueva dinámica al dispositivo terrorista en marcha. Por eso bien valen las denuncias y el repudio, así como recordar que los silencios de quienes actúan en el terreno de la información-comunicación, no son más que complicidades, queridas o no, con el criminal y su pandilla amiga. Y vale recordar que ya en los tiempos en que Clinton era presidente de EE.UU. un “Plan de Transición” para Cuba engordaba los sueños contrarrevolucionarios, de mafiosos, mercenarios e idiotas útiles. A ello replicó el comandante Fidel Castro Ruz en el discurso de clausura del Congreso de Pedagogía, el 7 de febrero de 1997, haciendo alusión al comportamiento de Cuba y de otros gobiernos frente a las amenazas del imperio: “Sabemos –dijo Castro- que hay gente, mucha gente y muchos gobiernos que tiemblan cuando el embajador norteamericano habla. Ya esos reflejos no existen aquí hace mucho tiempo, ningún embajador podrá hacernos temblar, ninguna amenaza del imperio, ningún documento, ningún chantaje, ninguna maniobra”.

“No hay denuncias masivas –a través de los grandes medios informativos y comunicacionales a escala global- en defensa de los derechos humanos de más de once millones de cubanos amenazados y agredidos sistemáticamente por el imperialismo norteamericano”, decíamos desde la presidencia de la FELAP en el documento “Consensos y silencios cómplices para futuros crímenes: EE.UU. prepara el asalto a Cuba”, publicado el año pasado.

Y agregábamos: “Ni hay valoración periodística y política alguna acerca de la arrogancia imperialista, lanzada, con total desparpajo, a “dibujar” una Cuba a imagen y semejanza de otros súbditos de EE.UU.. Y más: es patético el comportamiento melifluo, cobarde y huidizo, de gobiernos y Jefes de Estado, callados ante la impunidad con que se establecen y recrean las mil y una variantes de la “guerra preventiva”…”

El “Plan de Bush para Cuba”, que en su momento dimos a conocer, refiere a la “Aceleración de la transición en Cuba” y habla, entre otras cuestiones, de “restablecer la libertad de prensa”, lo cual supone volver a la “libertad” de los tiempos del ex dictador Fulgencio Batista, socio lacayo de EE.UU. hasta el triunfo de la Revolución Cubana. Ahí, en esa medida a aplicar, se plantea “ayuda concreta a periodistas independientes y disidentes de la Isla”. Ni más, ni menos, que a aquellos que, como se lo demostró reiteradamente en Cuba, han participado y participan de acciones de desestabilización, contrarrevolucionarias y en algunos casos de carácter terrorista.

Se dice también que “durante la transición” se brindará “asistencia técnica por parte de los expertos y periodistas de los medios de difusión del sector privado para contribuir al desarrollo de los medios de difusión privados”, los que, como es de sencilla suposición pasarán a ser “independientes”, o para mejor decir: dependientes de los centros de poder informativo-comunicacional, afines con el imperialismo de EE.UU.. Algo así como sucursales del núcleo duro de los conservadores-guerreristas piloteado por una orgánica cuyas cabezas más visibles son el magnate Rupert Murdoch, Silvio Berlusconi, José María Aznar, Tony Blair, el mismísimo George W Bush y una serie de subordinados, a la usanza de Marcel Granier, ex dueño de Radio Caracas Televisión de Venezuela, enconado defensor de su propia “libertad de expresión” y de la de un grupo de ricachones venezolanos, confrontados a la Revolución Bolivariana.

Como bien se sabe, desde mucho antes del año 2004 EE.UU. prepara el asalto definitivo a Cuba. Hoy ha habido un cambio de ritmo y un redoblar de esfuerzos buscando adhesiones internacionales en una nueva fase de planificación. El buque insignia de la “democracia” y la “libertad”, no conforme con sus reveses en el pantano iraquí, ajusta la mira contra Cuba procurando alcanzar una carambola que impacte en Venezuela y restituya en toda la región la disciplina al neoliberalismo, puesta en crisis por las luchas de resistencia del campo popular, representadas, como hacía tiempo no sucedía, por varios gobiernos desobedientes de las ordenes impartidas desde Washington.

Así están las cosas. De un lado los criminales, guerreristas, imperialistas. Del otro lado, quienes no sólo resistimos, sino que contribuimos con la construcción de un mundo mejor. En el medio: una babosa neutralidad que, en el caso de un tipo de periodismo, hace el ridículo apelando a la “teoría” de las “dos campanas”, mientras el globo se desliza hacia una guerra total e interminable. Como se lo propone gustoso el Complejo Industrial Militar, con sede intelectual en el Pentágono, las transnacionales de la guerra y la mismísima Casa Blanca.

(*) Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).