Una mezcla de aturdimiento y rabia produjeron las imágenes en las que se observa la cobarde agresión de la que fue víctima Liz Morla en el metro de Barcelona. A través de ellas, muchos descubrían la cara del racismo y la xenofobia; la indignación y rechazo ha sido general en el país y fuera de él, incluyendo entre los trabajadores y pueblos de España. Liz, con apenas dieciséis años de edad, suma un nuevo dolor al pesar de vivir fuera de su patria.

No obstante los iniciales esfuerzos de las autoridades del Estado español por mostrar este acto como un hecho aislado, los ecuatorianos no olvidamos que Wilson Pacheco murió ahogado hace cinco años tras haber sido brutalmente golpeado y arrojado al mar por parte de los porteros de una discoteca. El suceso también se produjo en Barcelona.

No son escasas este tipo de agresiones, pero sí difíciles y hasta imposible precisarlas numéricamente por el temor de sus víctimas y familiares a denunciarlas. Pero allí están, y sus huellas son imborrables como las que lleva el joven dominicano que quedó parapléjico a consecuencia de una paliza recibida. Las historias se repiten entre colombianos, marroquíes, bolivianos, peruanos… en fin.

La xenofobia y el racismo ganan terreno en algunos países. Según el Movimiento contra la Intolerancia –que actúa en España-, el ataque sufrido por Liz Morla es uno de los “más de 4.000 que se producen en España”. Acciones racistas y xenófobas se han producido en 200 municipios de ese país, asegura dicho movimiento.

La intolerancia crece en España, donde la migración se asocia con la delincuencia y el terrorismo. Ese punto de vista ha sido creado e inducido entre la población por parte de los dirigentes de los partidos de derecha, los jefes policiales y los medios de comunicación. Las paredes de varias ciudades contienen carteles y escrituras contra la presencia de migrantes. En Barcelona, por ejemplo, es posible ver afiches de los Grupos Nación y Revolución y Escorpión.

En los últimos años las políticas antimigratorias de los países integrantes de la Unión Europea y de los Estados Unidos se han recrudecido, criminalizando la condición de indocumentados. Sus promotores lo hacen bajo claros criterios racistas y violatorios de los derechos humanos. Los Estados Unidos han construido un muro de acero de 700 millas en la frontera con México –a un costo de 3.9 millones de dólares cada milla- para impedir el ingreso a su territorio. La cacería de indocumentados no solo está a cargo de la Guardia Nacional, sino también en manos de grupos civiles de ultraderecha como los MINUTEMEN.

La nueva Constitución de la Unión Europea contempla una serie de mecanismos para impedir la residencia de extranjeros; exige requisitos similares a los establecidos por los Estados Unidos. Dicha legislación es resultado de la presión ejercida por gobernantes de derecha y por el desarrollo de movimientos reaccionarios y fascistas. Le Pen, que en el año 2002 ocupó el segundo lugar en las elecciones presidenciales de Francia, habló de la amenaza exterior y de limpiar a la migración. No ganó la presidencia pero sus puntos de vista fueron asumidos por los denominados gobiernos socialistas.

La burguesía de esos países sabe lo útil que le resulta la presencia de migrantes, porque de ellos extraen tasas de plusvalía más elevadas, sobre todo si son trabajadores ilegales. En España perciben sueldos inferiores en un 30 a 40% por debajo del salario medio y, como en todos los países capitalistas desarrollados, cumplen con trabajos menores o menospreciados por la población nativa. Por ello esas políticas buscan, en esencia, controlar los flujos migratorios en función de las necesidades de la producción

La migración ha contribuido al desarrollo económico de los países receptores. Según Miguel Sebastián, director de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno español: "Más del 50% del crecimiento económico de los últimos cinco años" se debe a los inmigrantes (El Periódico de Cataluña, 16 de noviembre de 2006). La diferencia entre lo que los inmigrantes reciben por sanidad y educación y otros beneficios sociales, y lo que aportan en concepto de cotizaciones, es de cinco mil millones de euros: el 0,5% del PIB o la mitad del superávit de la administración pública en 2005. Ahí una prueba de cómo los migrantes aportan al desarrollo de países que los reciben con leyes xenofóbicas.

Si el fenómeno se presenta de esta manera, ¿cómo explicar que esos mismos sectores aticen el racismo? Lo hacen como un recurso para mantener separados a los pueblos, para lograr el apoyo de los trabajadores de sus países a sus proyectos económicos y políticos, para justificar su reaccionaria política internacional.

Hay 25 millones de emigrantes latinoamericanos en Estados Unidos y la Unión Europea. El año 2005, según el BID, 169 millones de dólares llegaron a los países del denominado tercer mundo por concepto de remesas.

Son tres millones de ecuatorianos que viven fuera del país, la crisis económica los expulsó de su Patria. Pero, así como compatriotas abandonan el país, últimamente tenemos la presencia de migrantes colombianos y peruanos, principalmente. Cabe preguntarnos ¿Cómo los estamos recibiendo?