Cuando en el arte interviene la ideología se pierde la estética”, es una frase frecuentemente utilizada por la cultura burguesa.

Jacques Emile Lacan, psicoanalista francés sostenía: El Sujeto está atravesado por la palabra. En mi apreciación, ningún ser humano puede escapar a una ideología, aun en la pretensión de declararse apolítico o ateo, o si cayese víctima de la estulticia.

¿Alguien se atrevería a negar, por ejemplo, que el arte religioso de la escuela quiteña tiene un alto contenido ideológico y neocolonial?
Empresa difícil cuando no imposible es definir la belleza, pues: ¿quién podría tener la balanza exacta de lo que es la estética?

El arte es una de las formas de producción del ser humano y el acto creativo la manifestación del contenido espiritual e intelectual para aprehender la realidad y recrearla.
La frase antes citada es una negación de la contradicción en la que incurre la cultura burguesa al no considerar arte aquella obra que no entre en los cánones estéticos preestablecidos por los dictámenes de lo que se conoce como “alta cultura”, peor aún si la obra tiene un contenido ideológico de izquierda, tal como sucedió con la canción “Patria, tierra sagrada”, que en los últimos días los grandes medios de comunicación se empeñaron en identificarla como si fuera de Rafael Correa, olvidándose que la autoría es de Manuel María Sánchez.

Lo que en realidad está detrás de esta afirmación es nada más ni nada menos la intención de privatizar la cultura, para ello se trata de desvalorizar las manifestaciones de la cultura popular minimizándolas a la categoría de un simple souvenir o de mero folklore y permitir la penetración de culturas ajenas (transculturación) como el Halloween o el día de Acción de Gracias celebrados por los norteamericanos.

En el caso del Ecuador, al ciudadano se le ha privado el acceso al arte, la cultura y la literatura, influenciada en su momento por los “conceptos estéticos” provenientes de Francia, Inglaterra, España y actualmente los EEUU. Históricamente, las élites políticas y económicas, sabedoras que el arte y la cultura de alguna manera determinan e influyen en los mecanismos del pensar de los pueblos, las han manejado fieles a los dictámenes de la propiedad privada, pues en su concepto el arte, cuyo valor agregado es la originalidad, la autenticidad y su propensión a la universalidad, vale en tanto y en cuanto sea mercancía. Para ello, actualmente se crean fundaciones como la del Teatro Bolívar o la del Teatro Sucre auspiciadas por el Municipio de Quito y dirigidas por Julio Bueno o los hermanos Mora Witt.

Recientemente, uno de los poemas mas relevantes de la cultura popular ecuatoriana: “Boletín y elegía de las mitas”, escrito por el poeta cuencano César Dávila Andrade, en el que se revela la explotación, el sometimiento de la iglesia por la cruz y la espada, la violación a las mujeres indígenas por parte de los terratenientes, la realidad lacerante del mundo andino, es mostrado justamente en uno de los monumentos de la cultura burguesa que es el Teatro Sucre, al cual solo pueden asistir señores vestidos de frac negro y señoras de abrigo, vestido largo y tacones, mas no la clase popular, los indígenas, los campesinos, sobre quienes Dávila escribió.
Es de prever que la Asamblea Nacional Constituyente a realizarse en Montecristi, de una buena vez en la Historia del Ecuador diseñe políticas culturales que logren desprivatizar la cultura, que permita que los espacios públicos, las calles, los parques, las plazas y los malecones sean el lugar a donde converjan músicos, juglares, pintores, titiriteros, teatreros, danceros, etc, que se promueva un verdadero proceso de democratización de la cultura, convirtiéndola, como se anhela, en que sea parte de la canasta básica de los ecuatorianos.
El reto de los artistas populares, por su parte, es tomarse el espacio público y echar abajo conceptos, cánones y definiciones de la cultura burguesa. El cometido es hacer un arte nacionalista, progresista y revolucionario que trascienda las fronteras y que grite al mundo lo que acontece en Latinoamérica.