por Gustavo Ywanaga; gywanaga@gmail.com
Editorial Pro-Intellectum No. 03, año 2, abril 2007

¿Por qué nuestras FFAA van decayendo operacionalmente? ¿Por qué es tan difícil hacer que los gobernantes se preocupen de la defensa nacional? ¿Por qué la población se siente insegura respecto a las amenazas externas del país? Estas son preguntas que normalmente la mayoría de los habitantes de nuestro país, sin distinción de raza, sexo, condición económica, se formula en toda nuestra historia republicana.

El Perú, es el Estado que más pérdidas de territorio ha tenido en su historia republicana en Sudamérica, tanto en espacio territorial como en diversidad de Estados vecinos involucrados. Estos procesos de “contracción” fronteriza, en la mayoría de casos ha sido violento y se han dado en momentos de pugnas políticas, traiciones y, sobre todo, de flaqueza ante la corrupción.

Las políticas de defensa en nuestro país, luego de los sucesos del 11 de setiembre en los EEUU, se adaptan a las coyunturas de la potencia hegemónica, basándose en la “no existencia de riesgos de conflicto” y en que las reales amenazas son el terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado. Esta desnaturalización de los criterios de defensa, distrae la planificación de la defensa, sobre lo que verdaderamente constituye una amenaza, y genera un sesgo de apreciación, que de no solucionarse ocasionará sucesos históricos, repetidos por cierto, que engrosarán las estadísticas de errores de nuestra enclenque vida republicana.

A finales de agosto del 2006, se crea el denominado “Núcleo Básico Eficaz” (Plan NUBE) y el inicio de reformas dentro del Ministerio de Defensa, acordándose como plazo límite el mes de julio del 2007. Diez meses dados por el ejecutivo al Ministerio en mención y donde se deberá haber culminado todo el proceso de reestructuración. En este proceso se espera reducir sustancialmente los casos de corrupción en las Fuerzas Armadas, así como mejorar la inter operatividad de las mismas.

Las Fuerzas Armadas en el Perú saben de sus falencias de materiales y logísticas. Sin embargo, debemos resaltar que en el tema de defensa, las amenazas se manifiestan cuando una parte es débil, más no cuando esta es fuerte. Mientras más tiempo pase, más expuestos estamos. Los riesgos de incidencias se incrementan. Ni siquiera la adquisición de los más modernos equipos de combate servirán ante la inminencia de un conflicto, pues se necesitan años para entrenarse, como ejemplo, diremos, un buen piloto de combate necesita cerca de 10 años para lograr su máximo rendimiento. El Perú cuenta con aviones como el Mirage-2000 y el MIG-29, que aunque son versiones sin ningún upgrade o modernización, no han estado volando en esta década por falta de presupuestos. Pero el problema no es el vuelo del avión, sino de sus pilotos. En caso de conflicto, los de mayor experiencia serán los ex-pilotos de los veteranos SU-22, muchos de los cuales están en los grados de generales y coroneles, si es que no han pasado al retiro.

Finalmente, lo más preocupante es el conocimiento de esta realidad por los países vecinos, pues sus servicios de inteligencia “nunca” duermen.

La atención a la defensa amerita tanta atención como al desarrollo, recordemos que sin una no existe la otra. Hay un dicho entre militares que dice: “guerra avisada no mata gente y si mata, mata a los ...”. No permitamos más rayas al tigre.