Ahora, Mahmud Ahmadinejad hizo su primera visita a Hugo Chávez, el nuevo y enérgico líder de los radicales latinoamericanos. Si el primero es musulmán, el otro soñó en su niñez con hacerse sacerdote católico. Lo cual no afecta en lo absoluto la amistad entre ambos. En efecto, los dos hombres no siguen el mismo camino. Para el presidente iraní, no hay nada más importante que el Islam y la victoria mundial de este mientras que el gran sueño de Hugo Chávez, como se proclama en Caracas, es el socialismo. Pero no hay mejor cemento que Washington, el enemigo común.

Ahmadinejad y Chávez se reunieron no sólo por cuestiones de protocolo, sino también para abordar asuntos muy concretos. Los estadounidenses ya están aplicando la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Irán. Aplicando más el sentido –muy antiiraní pero ¿acaso no fue por eso que la Casa Blanca dio su apoyo a un texto tan trivial?– que la letra de la resolución, los estadounidenses se apresuraron a congelar los activos del banco estatal iraní Sepah, tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña, donde funcionaba una filial de ese banco, provocando así bastantes inconvenientes a Teherán.

El petróleo es la única arma eficaz de la que disponen Irán y Venezuela en el frente económico, pero su precio está desde hace poco en caída libre. Se trata de una baja inoportuna, que no afecta únicamente los presupuestos de estos dos países. Hugo Chávez acaricia desde hace tiempo la idea, que Teherán encuentra perfectamente conveniente, de crear una especie de Fondo Internacional de Asistencia para los países pobres en confrontación directa con el imperialismo estadounidense. Dicho de otra manera, se trata de crear un nuevo frente antiimperialista bajo la égida de Caracas y Teherán. Pero ese frente necesita dinero, mucho dinero.

Venezuela e Irán se han puesto de acuerdo para actuar de conjunto, en el marco de la OPEP y más allá, incitando a los demás países productores a reducir su producción de petróleo para aumentar los precios de los hidrocarburos y golpear al imperialismo estadounidense en la billetera. Esta primera medida importante de respuesta no es tan utópica como parece, ya que una caída de los precios del petróleo no es conveniente para ninguno de los países productores, sea cual sea su actitud hacia la política estadounidense.

El fondo internacional de asistencia a los «antiamericanistas» serviría, en parte, para prestar apoyo a los países más pobres de América Latina. No por casualidad Mahmud Ahmadinejad hizo su segunda escala en Nicaragua, donde el presidente Daniel Ortega, veterano «antiamericanista», acaba de entrar en funciones. Este último pareció más flexible y pragmático durante el período electoral, pero ya se hace evidente que sigue escogiendo a sus amigos en función de la orientación política de estos.

«Hoy ya no estamos solos. Irán, Nicaragua, Venezuela y otros países revolucionarios están unidos. Y juntos resistiremos a la amenaza», declaró Mahmud Ahmadinejad durante una alocución pronunciada en Managua. El líder iraní agregó que «la erradicación de la pobreza no le conviene al imperialismo mundial. Es por eso que tenemos que ayudarnos nosotros mismos». Y, entre otros lemas habituales, no puedo contener un «¡Abajo el imperialismo mundial!»

Los presidentes Daniel Ortega y Mahmud Ahmadinejad llegaron finalmente a varios acuerdos. Primeramente, decidieron reabrir sus respectivas misiones diplomáticas, cerradas desde los años 1990 debido a la crisis de las relaciones bilaterales entre sus países. Por otro lado, Irán planea la realización en Nicaragua de una serie de proyectos, como la construcción de alojamientos para personas con problemas económicos y de una fábrica de vehículos automotrices destinada principalmente a la producción de autobuses para cubrir las necesidades del país en materia de transporte. Pero, a pesar de toda la retórica sobre la lucha contra la pobreza, Irán no ha anulado la deuda nicaragüense, que se eleva a sólo 152 millones de dólares.

Se dice, sin embargo, que Daniel Ortega se lo había pedido. La única explicación parece ser que Teherán haya querido reservarse algún mecanismo de presión sobre su nuevo amigo. Es sin dudas por esa razón que Ortega se mostró más circunspecto en su retórica antiamericana. Luego de una broma sobre una «conspiración contra la pobreza, la miseria y el desempleo», el presidente nicaragüense entregó a su homólogo iraní una medalla con la efigie de Augusto César Sandino, el «general de hombres libres», antes elogiar a Irán, calificándolo de «potencia moral». Resulta difícil juzgar la sinceridad de Daniel Ortega ya que, como quiera que sea, se trata de un político mucho más experimentado que Hugo Chávez o Mahmud Ahmadinejad.

El dirigente iraní terminó su gira reuniéndose con el presidente ecuatoriano Rafael Correa, un neófito en política. En la ceremonia de investidura de este último, Ahmadinejad se encontró nuevamente con sus amigos cubanos, al igual que con Hugo Chávez y Daniel Ortega, sus valiosos aliados, y con varios miembros potenciales del «club de amigos de Estados Unidos».