La Asamblea Nacional Constituyente, en su instalación en Montecristi este 29 de noviembre, comenzó a responder al mandato de los ecuatorianos, en el sentido de que sea la depositaria del cambio institucional y democrático que requiere el Ecuador, tanto con la redacción de una nueva Constitución, como con la toma de decisiones que son urgentes para desandar la “larga y triste noche neoliberal”.

Aunque, por la heterogeneidad ideológica del bloque de Acuerdo País, la inicial oferta de disolver el Congreso -uno de los cuarteles de batalla más importantes de los partidos oligárquicos- fue sustituida por una posición menos drástica: se resolvió declarar en receso a los diputados y diputadas principales y suplentes. Receso que se inicia el 29 de noviembre hasta cuando se realice la proclamación oficial de los resultados del referéndum aprobatorio.

Surgen, alrededor de esta disposición, algunas preguntas: ¿por qué no disolver esa función del Estado si, como bien lo dicen en el mandato número uno, la Constituyente asume las tareas legislativas y fiscalizadoras a partir de hoy; y si de lo que se trata es de fundar una nueva institucionalidad y por tanto un nuevo poder legislativo?; ¿por qué el receso justo hasta esa fecha?, ¿se piensa acaso en la posibilidad de que el pueblo diga No a lo actuado por la Constituyente?; ¿o es que se anticipa ya que una de las disposiciones sometidas a consulta luego de finalizados los trabajos de la Asamblea será la convocatoria a elecciones generales y, por tanto, en ese momento terminar realmente con el período de los diputados?

En todo caso, lo que los constituyentes han logrado es quedarse más tranquilos en su trabajo, puesto que la presencia de un Congreso de derecha habría conspirado contra todo intento de cambio. El terremoto político anunciado desde el 26 de septiembre se produjo de cualquier forma, y la derecha, como era de esperarse, ahora habla de una “dictadura constituyente”.

No lograron ganar razón con su argumento de que la ética de la democracia manda que el bloque gobiernista no debe acaparar todas las instancias directivas, y que las fuerzas minoritarias de derecha también debían ser incluidas. Curiosa posición, si se toma en cuenta que antes vieron como algo normal el secuestro de todas las instancias de poder del Estado por parte de la ex DP y el Partido Social Cristiano, en su alianza recordada como la “aplanadora”. “Es el juego de la democracia”, dijeron entonces. Ahora quieren mostrar a quienes votan junto al bloque de Gobierno como meros levanta manos, sin capacidad de pensar por sí solos.

Para la derecha, todo lo que no entre en las lógicas del manejo tradicional del poder es antidemocrático, dictatorial. Ahora son sus líderes quienes se apropian de ese discurso del respeto a la diversidad que siempre ignoraron o menospreciaron. Se ubican como minorías, no solo en el plano ideológico, sino también en el de género y de etnia, un ejemplo de esto es la representante del Movimiento Uno, Mae Montaño.

Pero, por otro lado, si bien el escenario se muestra positivo para la corriente del cambio, los principales obstáculos del bloque mayoritario están dentro de su propio seno. Es cierto que la mayoría lograda en las elecciones por Acuerdo País es aplastante, pero no es menos cierto que existen temores a posibles fracturas en su interior, pues muchos de quienes ganaron las elecciones cobijados bajo la figura del presidente Rafael Correa nunca coincidieron del todo con su ideario. Es más, lo contradicen en gran medida. Este es el caso, por ejemplo, de asambleístas como Norman Wray y María Paula Romo; ellos provienen más bien de una tendencia derechista, identificada con lo que antes fue la Democracia Popular.

En este sentido, se ha notado cierto malestar en asambleístas de provincias electos en las listas 35, porque en un primer momento las principales decisiones fueron tomadas únicamente por los representantes nacionales y no por muchos de los elegidos en provincias, que tienen diversos intereses. No hay que olvidar el tipo de movimiento que dirige el Presidente: hay de todo, personas que leen la política según intereses particulares o de sus parcelas.

La Constituyente trabaja mucho en su imagen

En la Asamblea no habrá dignidades, sino miembros de una Comisión Directiva. No existirán comisiones legislativas, sino Mesas Constituyentes; no habrá presidentes de dichas comisiones, sino coordinadores provisionales. Es decir, se trata de mostrar un organismo de democracia diferente; al menos en las formas de organización y funcionamiento.

Las funciones de las mesas serán recibir, analizar, sistematizar las propuestas de sus miembros o de la ciudadanía y discutir y elaborar propuestas. Aquí es donde quieren materializar la oferta de que el poder constituyente estará en la ciudadanía. Claro que habrá que ver, en la práctica, hasta dónde logra democratizarse el trabajo de los asambleístas, puesto que uno de los problemas logísticos claves para la participación popular será, definitivamente, la lejanía de la sede. Se ha dicho que las mesas serán itinerantes, lo cual resolvería en parte el problema, aunque negaría la acción de masas que requiere un organismo que surgió de la lucha, en las calles.

Los derechos y obligaciones de los asambleístas serán: “participar con voz y voto en el Pleno y en las mesas, informar a la ciudadanía sobre su trabajo, presentar la declaración patrimonial juramentada. Perderá su condición de asambleísta quien no presente su declaración juramentada, si no presenta copia del pago de impuesto a la renta, si se ausenta injustificadamente, por sentencia penal ejecutoriada, por interdicción judicial o por fallecimiento”. En este sentido, es importante pensar en los mecanismos que adoptarán las fuerzas progresistas de vincular el trabajo de los asambleístas con las bases, de rendirles cuentas. Sería importante que ello ocurra en las plazas públicas, en espacios abiertos y con la participación consciente de la gente.

Parte de la nueva imagen que quiere proyectar la Asamblea es el avance tecnológico en cuanto a la votación de los asambleístas en el pleno, así como la comunicación permanente de las actividades del organismo con el país y el mundo a través del internet. Las transmisiones del canal del Estado, aunque no coparán mucho espectro, serán un ensayo importante de democratización de la información.

Pero quizá el aspecto más importante en cuanto a imagen es el que tiene que ver con la vinculación que se hace del trabajo de la Asamblea con la figura del viejo luchador, Eloy Alfaro. Aspecto positivo, si se lo mira desde la valía revolucionaria que tiene este personaje de nuestra historia, si se considera que a diferencia de quienes traicionaron al liberalismo, él propugno el cambio radical de estructuras, la lucha armada para lograrlo.

Pero si todo queda en un mero simbolismo de corte liberal, no se habrá avanzado mucho, pues ese tipo de revolución ya tuvo su momento histórico y tiene que ser superado por otro más avanzado. Habría que tomar referentes históricos de la izquierda ecuatoriana, que entregaron su vida por los ideales de libertad y progreso con las que hoy coincide el gobierno; nos referimos a personajes como Milton Reyes, líder universitario, presidente eterno de la FEUE; Rosita Paredes, símbolo de la lucha de los maestros por el derecho a la educación para el pueblo; y Jaime Hurtado, dirigente político íntegro, que hizo de la verdad y la valentía, una forma de vida.

Este 29 de noviembre arrancó un nuevo gran capítulo en la historia del Ecuador, que es necesario impulsarlo a los más altos niveles posibles. Como últimamente dice el presidente Correa: ¡Hasta la victoria siempre!

Constituyente: una confrontación en la que el pueblo debe triunfar

El año 2007 termina en medio de una intensa actividad política en la que el pueblo ha tenido un importante protagonismo, tanto con su movilización como en el comportamiento político expresado en los procesos electorales (consulta popular y la elección de asambleístas) en las que afirmó su convicción de alcanzar los tan anhelados cambios.

Con gran expectativa el pueblo pudo ver la instalación y el inicio de los trabajos de la Asamblea Constituyente que expresa la continuación de la confrontación política. La conducta de la oligarquía, minoría social y ahora minoría política en la Asamblea, tiene como estrategia el boicot y la deslegitimación de Constituyente: la conducta provocadora del magnate Álvaro Noboa y su esposa, que se niegan a asistir a la sesiones y pretenden ejercer sus funciones desde las oficinas de sus empresas; la renuncia a la curul del asambleísta Xavier Ledesma, también del PRIAN, poniendo en duda el carácter democrático de la Asamblea; las argumentaciones de la derecha cuestionando los plenos poderes de la Asamblea; los llamados del alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, a la desobediencia civil; la nueva arremetida de los grandes medios de comunicación que, con la misma perversidad de siempre, pretenden crear la opinión de que se tata de una ‘constituyente dictatorial’ son, entre otros, parte del libreto preparado en esta línea.

Bien se ha señalado que la derecha está derrotada pero no aniquilada y buscará estrategias para evitar los cambios y mantener sus privilegios. Por ahora varios líderes derechistas como Diego Ordóñez de la UDC y otros como Humberto Mata procuran unificar y afinar estrategias de contención.

No hay duda que para el triunfo de las posturas democráticas y patriotas en la Asamblea no cabe concesión alguna a la derecha, y se requiere que el pueblo no solo pueda ver los debates - asunto que es importante- sino que se convierta en actor directo, como ha sido en todo este proceso, tanto en el debate como en la movilización para evitar que la Asamblea sea subvertida o desviada de los objetivos fundamentales.

Este es un asunto clave, pues, es evidente que los resultados electorales en Venezuela tienen repercusión en nuestro país. Por un lado, la derecha ecuatoriana está usando casi los mismos argumentos de la derecha venezolana: enfilan una campaña propagandística con ataques contra el Presidente de la República, ubicándolo como un dictador, establecen que la Asamblea es del mismo corte porque responde a la iniciativa presidencial y, con seguridad, buscarán articular acciones de desobediencia civil y de subversión.

La lección de la experiencia venezolana para las fuerzas patrióticas y de izquierda de nuestro país tiene que ver con la necesidad de que el pueblo, protagonista real de todos los cambios, siga siéndolo en este proceso; que la Asamblea no se quede en Ciudad Alfaro, y se desarrollen los mecanismos para que el pueblo continúe en debate y movilización.