Según algunos tarados congénitos (otros estudiaron posgrados para ser parte de esta mafia), que en Chile muestren sibilinas y supuestas preocupaciones por la esperpéntica designación del embajador Allan Wagner como “defensor” del Perú en La Haya, constituye fuente fidedigna, apotegmática e inconcusa de verdad. Y en el lenguaje periodístico, como en el diplomático, hay que leer la entrelínea y al revés. Wagner, claudicante eterno frente a la agresividad sureña, ha sido un genuino pavo de Navidad para los australes.

Frente a multitud de acusaciones, todas por haber perpetrado imposturas y yerros enormes contra el Perú, por parte de Allan Wagner, no hay ¡una sola corrección! La pobrísima respuesta pasa por tildar como “brillante” su gestión y demás tonterías. Pero brilla el que puede brillar porque ostenta luz propia. Alguien con esa naturaleza excepcional de virtud no habla de “seguridad cooperativa”, o NUBE, o 2 + 2, u homologación de armamentos o de percepciones, monsergas creadas por la rabanería caviar prochilena y proyanqui que “asesoró” (es decir, mamó de las cansadas ubres del Estado) desde Defensa. El diplomático de marras es un oscuro funcionario que se ha hecho fabricar, a pedido, una imagen.

Alguien que brilla no accede a la Secretaría General de la Comunidad Andina de Naciones, CAN, por la exclusiva razón que Bolivia, país al cual tocaba el cargo rotatorio, no había pagado sus cuotas y la responsabilidad gana-dólares, estaba vacante. Además, allí ha tenido, desde hace años, a su cófrade en estudios generales, José García Belaunde, ahora, por el hada madrina de la casualidad, canciller del Perú. Un ex ministro de RREE me contó que aquél pidió, rendido por el cansancio y confundido por clases súper aceleradas sobre delimitación geográfica y marítima, un plato de “límites” con papa frita. Siempre me pregunté, ante el surrealismo de las imágenes televisivas, ¿por causa de qué felicitaban a Wagner si él había entrado por el dinerario walk over del hermano país altiplánico a una institución que agoniza por ineficiente y poco representativa?

Cuando la prensa chilena, casi al 100% alineada con su gobierno y su política exterior férrea y unívoca, a través de vectores hábiles en la emisión de conceptos, enuncia que en su país tendrán que buscar a alguien similar a Wagner, no hacen sino demostrar que están felices por la presea. ¿Creerá algún desavisado que las preocupaciones u elogios chilenos son gratuitos y que no forman parte de un tradicional patrón de comportamiento demostrado en los últimos 140 o más años? Creer a pie juntillas cuanto dicen los australes y sus autoridades, requiere de altas dosis de carencia de amor propio y estupidez en cuotas casi terminales.

Mientras que los chilenos están armando equipos con abogados especialistas en derecho internacional, con más de 20 ó 30 años de ejercicio efectivo y prestigiado en la materia, Perú señala a un claudicante eterno, de inexistentes créditos y nula, pero desesperante orfandad, de probidad intelectual o académica como Wagner Tizón en cualquier litigio de límites. Cuantas veces ha participado aquél en temas como éstos, siempre afilió a las causas ajenas, nadie sabe si por ignorancia o por traición. La historia de las múltiples barbaridades en que ha incurrido Wagner ha sido publicada in extenso y desde sus génesis a la fecha ¡nunca han sido refutadas! ¡Y estamos hablando de faltas que merecen nada mas y nada menos que el paredón de fusilamiento!

Es hora que en Perú nos despojemos de taras que siempre otorgan la predicción que el final es conocido y no sorprendente. Con débiles mentales, cacatúas gigantes o limitados a los que se quiere presentar como “brillantes”, el país ha asegurado su derrota en La Haya. Y como suele ser patraña-patrón clásico, no será porque nos venzan los adversarios, sino porque nuestra propia y aberrante ineptitud habrá forjado el traspiés que la conciencia nacional ha hecho suyo y constante aborrecible que nos aniquila como grupo social.

Que hablen los tagarotes y mafiosos o beneficiados episódicos, oportunistas que aspiran a ser incluidos en el “equipo” o reblandecidos como el del “cuartito azul”, que muestran interés en preservar al señor Wagner, tiene poca importancia. El país no puede, no debe y es un suicidio, no impugnar y expulsar a traficantes y mercenarios que NO quieren al Perú porque nunca lo han defendido y que, por el contrario, han dado muestras de su desamor y desapego. Cierto individuo ha sido ¡qué duda cabe! un presente navideño, de alto vuelo, como los pájaros que denunció Carlos Malpica, para Chile.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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