La definición que cita la investigadora Marcela Bidegain forma parte de Teatro comunitario. Resistencia y transformación social, un ensayo publicado este año que constituye el primer intento serio de clasificar, ordenar y evaluar a ese vasto movimiento que ya puede considerarse un fenómeno cultural.

Por varios motivos, el año 2007 es revelador de ese crecimiento: muchos de los grupos se afianzaron en los últimos meses, en tanto surgían otros en las provincias, las reuniones entre todos ellos se han sistematizado a través de una Red, el libro precursor de Bidegain es una culminación y su mirada crítica, una dimensión necesaria. Ricardo Talento y Adhemar Bianchi, dos directores emblemáticos del teatro comunitario, lo dicen con claridad en el prólogo: “A nosotros, los que estamos ‘bailando’, nos resulta difícil narrar el baile, no es por falsa modestia, es porque si uno baila y cuenta cómo lo está haciendo es posible que pierda el paso”.

Acción quiso esta vez designar Protagonistas del año a las mujeres y a los hombres del teatro comunitario y eligió la sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini como el gran escenario del encuentro. En plena avenida Corrientes, parte esencial de la agenda teatral de Buenos Aires, los espectáculos del CCC son también una decidida apuesta al arte en tanto fuente de creación popular.

Como señaló el director de Acción, Ulises Gorini, al recibir a los invitados, el reconocimiento que este quincenario tributa desde hace muchos años a personalidades destacadas de la política, la economía, la cultura y los derechos humanos, en la última década se orientó a realizaciones colectivas. Y hay una sintonía entre esas elecciones y la razón de ser del movimiento cooperativo, su doble carácter de empresa eficiente y de organización social con voluntad transformadora. Acompañaron esos momentos de Acción con los creadores del teatro comunitario, el presidente y el gerente general del IMFC, Segundo Camuratti y Edgardo Form, respectivamente, el director del CCC, Juan Carlos Junio, y el ex director de este periódico, Roberto Gómez, junto con miembros de la redacción.

Por estar en la Capital Federal y contar con una mayor (aunque insuficiente) difusión, grupos como Catalinas Sur y Circuito Cultural Barracas han tenido más trascendencia y son ya clásicos espectáculos como Venimos de muy lejos y El Fulgor Argentino (que se representaron en el Galpón de Catalinas, de la calle Pérez Galdós, en La Boca) o Los chicos del cordel y El casamiento de Anita y Mirko (en calles o en un galpón de Barracas). Con similar inspiración, las demás agrupaciones han abordado la historia y la realidad cotidiana del pueblo o del barrio donde viven; los recuerdos personales de los propios vecinos-actores y las entrevistas con viejos habitantes dan el punto de partida a las improvisaciones. De esa manera (y no de un texto previo escrito por un autor) se comienza la indagación artística que meses, quizás años, después se materializará en un espectáculo. Puede decirse que estos grupos han sabido decantar y procesar diversos estilos: desde la herencia de géneros considerados menores (como el circo criollo y el radioteatro), la tradición del sainete y el modelo de notorios intérpretes populares, hasta la creación colectiva de los 70, con su fuerte carga política e ideológica. El teatro comunitario parece ser el teatro popular del siglo XXI.

“Para el teatrista comunitario –dice Marcela Bidegain– toda persona es esencialmente creativa, el problema es que en el discurrir de la vida esa capacidad se va cercenando, mutilando y coartando. De alguna manera es lo que el poder le va quitando al hombre, creador por excelencia, porque es lo verdaderamente peligroso del ser humano. La creatividad subvierte y puede ser sospechosa, tiene que ver con la emoción rebelde que paraliza y molesta al pensamiento hegemónico” (ANC-UTPBA).

(*) Nota publicada por la revista Acción nº 993, segunda quincena diciembre 2007