Objetivamente, ese derecho es letra muerta en un proceso de abrumadora concentración de medios. El verdadero periodismo independiente en una sociedad pretendidamente democrática no se ejerció nunca. Hay que recordar que ese conjunto de datos informativos únicamente expresa, lo que de modo discrecional, desea dar a conocer la autoridad empresaria o el gobierno de turno a través de sus agencias informativas. Se trata, en suma, de una perspectiva parcial e interesada de la vida colectiva, que responde únicamente a la visión que desea propagar quien detenta el control de la información. Hay un conjunto de normas jurídicas, implementadas por los dueños del poder, impermeable a todo signo de apertura, desde el control publicitario hasta la “libertad de cada empresa periodística” para difundir el mensaje.

Ya en el siglo pasado John Stuart Mill afirmaba: “Revelar al mundo algo que le interesa profundamente y que hasta entonces ignoraba, demostrarle que ha sido engañado en algún punto vital para sus intereses temporales o espirituales, es el mayor servicio que un ser humano puede prestar a sus semejantes”. A principios de la anterior centuria Joseph Pullitzer no deja lugar a dudas sobre el sentido que debe tener el periodismo: “Somos democracia y sólo existe un medio para poner el pie a la democracia en cuanto a su conducta individual, social, municipal, estatal y nacional, y ese medio es mantener al público informado de lo que sucede. No hay delito, no hay negocio, no hay ardid, no hay estafa y no hay corrupción que no perdure en el secreto”.

Esa premisa no se cumple… nunca. ¿Acaso los diarios Clarín y La Nación son independientes?

El autodenominado “gran diario argentino” se acomodó históricamente a las circunstancias socio-políticas en dictadura y en democracia y tuvo como prioridad a sus negocios. “La tribuna de doctrina” fundada por Bartolomé Mitre, expresó siempre los intereses de los dueños conómicos del país ¿ y qué decir del resto?. Sus errores se encuentran, por tanto, en las formas de ofrecer información y opinión.

Hoy, el avance de la técnica ofrece nuevas posibilidades, sin embargo “el avance” es el mismo con o sin internet. El poder se recicla, pero siempre es el mismo.

Quienes hemos tenido y tenemos la oportunidad de trabajar en los medios de comunicación conocemos que detrás de la pantalla de la “información objetiva”, “imparcialidad” o “independencia” se esconde la defensa de la oferta y la demanda del mercado. Sus voceros son varios, cultores de una indignación moral que se agota a si misma entre mohínes, gestos adustos y palabras altisonantes que no dicen nada. También suele estar abonados a premios autocelebratorios. No dicen ni escriben nada más que aquello que se quiere escuchar y leer en un ejercicio eufemístico que los convierte en actores de una obra aceptada por los dueños de la información. El llamado periodismo alternativo no alcanza. Resiste o sobrevive hasta que el mercado los permite. Se convierte en una suerte de “secta” como desplazado de un mercado elitista que privilegia el negocio.

Esta no intenta ser una visión descorazonada o escéptica. Es la realidad. Y esto será así hasta que en este país, signado por la violencia y la injusticia, no se considere cuanto menos un crimen, la miseria, la explotación, la inequidad y el hambre de millones de hombres, mujeres y niños. Si no logramos modificar este esquema, el llamado “periodismo independiente” no será más que una perfecta excusa para justificar ese estado de situación con notas bien escritas que no dicen nada y palabras vanas de comunicadores sociales “consagrados” por el establishment. En esta etapa en necesario más que nunca recordar a nuestros colegas y compañeros desaparecidos durante la dictadura. No se les perdonó la desmesura de ser libres en serio.