Si el año 2007 fue de intensa movilidad política, el 2008 se vislumbra como mucho más dinámico. Lo que discuta y haga la Asamblea Nacional Constituyente será lo que indudablemente marque la política del país.

Habiendo quedado en la historia la cesación de los diputados, la creación de la Comisión de Legislación y Fiscalización se convierte en lo más importante para el ejercicio de los plenos poderes de la Asamblea, pues es ahí donde está la potestad de aprobar nuevas leyes o de eliminar las existentes, de destituir autoridades, de sancionar y hasta de ejercer justicia si lo quisiera.

Si bien hasta ahora solo se ha tramitado un proyecto (el de la reforma tributaria), según lo ha dicho el mismo presidente del máximo organismo, Alberto Acosta, la idea es tramitar un paquete de por lo menos 30 cuerpos legales, que seguro serán tan polémicos como el de la reforma tributaria.

La confrontación, entonces, se vuelve inminente. La derecha está arriesgando su última mejor carta: ciertos alcaldes y autoridades locales lideradas por Jaime Nebot, quien en la marcha del pasado 27 de diciembre demostró estar dispuesto a convertirse en el contradictor fundamental del gobierno y de la mayoría en la Asamblea. En ello al régimen le corresponde actuar con sagacidad; es menester que reconozca y se respalde en sus auténticos aliados estratégicos, las organizaciones populares y los partidos de izquierda, que tienen en la lucha su arma fundamental para empujar los cambios. Nada se le dará desde la comodidad de Carondelet, o si se quiere: de la “majestad” de la Presidencia de la República. La derecha está recomponiéndose y tiene claro que tarde o temprano deberá poner toda la carne en el asador. Es simple: si Rafael Correa no reconoce que lo de diciembre es una pequeña muestra de que la derecha busca combatir con masas en la calle, y que a él le corresponde hacer lo mismo, lo que se pone en peligro no solo son unos cuántos puntos de popularidad, o unas cuántas posibilidades electorales, sino la estabilidad del poder, la consolidación y avance de la tendencia de cambio.

El cambio tiene aún nubarrones en el paso que impiden que se lo mire con toda claridad, por ello, el debate franco y profundamente democrático con las fuerzas de la tendencia se vuelve básico. No se puede seguir pensando en ejercer lo que según Fernando Bustamante es “el principio de autoridad”, con la utilización de la fuerza pública contra el mismo pueblo, se debe mirar bien quiénes son los blancos en esta lucha.

La propuesta inicial de reforma tributaria que planteó el gobierno traía aspectos que evidentemente iban a afectar a los sectores medios de la población, aunque también se golpeaba a los sectores altos. La Asamblea, por suerte evitó que ello suceda, porque no es lógico pensar, a estas alturas de la historia, que los afectados de una medida económica deben ser pobres y ricos por igual. Eso no es posible; si se quiere beneficiar a los pueblos, necesariamente se tendrá que afectar a los ricos, esa es la ley de la lucha de clases.

A los pueblos les corresponde no permitir que el camino del cambio auténtico se desvíe. Hay que ganarlo con la lucha, y necesariamente buscar caminar con el gobierno en ese rumbo, aunque por momentos se tenga que presionar para lograrlo.

Nadie les dará haciendo a los trabajadores y pueblos lo que ellos con sus propias manos tienen que hacer. La Asamblea solo es un escalón más, un instrumento más de esa lucha, que no terminará mientras el sistema de injusticias y corrupción no termine, y demos a luz a una patria nueva, que nos ponga en la senda de una nueva sociedad, la sociedad de los trabajadores y pueblos, la sociedad socialista.