Vícam, Sonora. “Es momento de gritar. Y gritamos para decirle al espíritu de nuestros ancestros que estamos presentes, dispuestos a tomar las armas que ellos dejaron y defender la madre tierra. Estamos dispuestos, como ellos, a matar y morir por nuestros pueblos”, dice en inglés el joven representante indígena Kiko, tahíno de 30 años.

Rechaza que el lugar de donde proviene se llame Puerto Rico: “así le puso el blanco; pero nosotros sabemos que su nombre es Borincue”. Ante más de 2 mil personas –entre autoridades y delegados de 66 tribus y pueblos indios, observadores y miembros de las comunidades de la anfitriona tribu Yaqui que acuden al llamado del EZLN y del Congreso Nacional Indígena– señala que “1492 nunca se olvidará: debemos tener presente siempre cuál es la causa de que estemos ahora como estamos”.

Entonces pide un minuto de silencio por los 250 millones de indígenas muertos resistiendo al conquistador desde 1492. El auditorio se pone de pie y el silencio sólo es interrumpido por las rachas de viento que agitan las plumas, tocados, sombreros, penachos y banderas de los asistentes a este encuentro en el semidesierto de Sonora.

Después irrumpe con un canto marcial en honor al líder lakota o sioux Leonard Peltier –preso en Estados Unidos desde 1976 acusado de asesinato y de quien Amnistía Internacional ha señalado que no se le siguió un juicio justo–, a los mapuches encarcelados en Chile luego de reclamar territorios y “a los que resistieron en San Salvador Atenco”.

El canto “de rebeldía” termina con los puños en alto y la cara al sol de todos los asistentes y el grito guerrero de las tribus del norte.

El Encuentro de Pueblos Indígenas de América se realiza del 11 al 14 de octubre de 2007 en el pueblo de Vícam, territorio de la tribu Yaqui. Durante cuatro días, los representantes indígenas desfilan ante el micrófono en una explanada del pueblo cercana a la estación del tren. Los mezquites que circundan el terreno dan tregua al sol en el cenit que eleva la temperatura a los 35 grados centígrados. Por las noches, el termómetro marca menos de 10 grados y el cielo raso muestra, majestuosa, la vía láctea.

Ninguno de los indios que acude a la reunión solicita a los gobiernos de los estados nación que resuelvan sus conflictos. “No queremos sus migajas”, señalan los wirrárika. Aclaran que no se quejan, sino que denuncian y se organizan para resistir.

Todos los delegados indígenas hablan y se escuchan. En 68 lenguas (a las indias se suman el español y el inglés) reconocen que tienen los mismos problemas y los mismos enemigos. “Somos la gente roja”, dicen los lakota, para referirse a todos los pueblos indios del continente, como los zapatistas llaman a los “del color de la tierra”.

Los hijos de Zapata se encuentran con los de Cajeme, Tetabiate, Canek, Tatanka Yotanka (Toro Sentado), Goayathlay (Gerónimo) y, entre muchos otros, Tashunka Witko (Caballo Loco). Se dicen hermanos y, en palabras de quien asegura ser descendiente directo de Caballo Loco, el lakota o sioux Garry Rozuland: “así, juntos, nos miramos y sentimos nuestra fuerza; todo podemos lograr si caminamos juntos”.

Los problemas son casi los mismos: despojo de sus tierras y aguas por parte de gobiernos y trasnacionales, discriminación, explotación y acoso contra su cultura y tradiciones. Pero los indios que provienen de Estados Unidos y Canadá también hablan de robo y violación de infantes por parte de “los blancos”, desintegración forzada de familias, desplazamiento de pueblos enteros. Los indígenas del norte, quienes construyen su organización desde hace décadas, pugnan porque se boicoteen las olimpiadas de invierno de 2010, “por querer realizarse en territorio robado a la nación tortuga (cherokee)”.

Rafael, delegado de la tribu Cucapá, de la comunidad El Mayor, Baja California, se muestra sorprendido de las coincidencias: “somos muchos pueblos indios en todo el continente y yo pensaba que eran diferentes los problemas y no, son los mismos. Nos vemos como iguales”.

El documento en el que se asientan los acuerdos llegados por los pueblos indios del continente fue llamado “Declaración de Vícam”. Está signado por indios de 66 “tribus, pueblos o naciones”, provenientes de 12 países del norte, centro y sur de América.

De Estados Unidos y Canadá estuvieron representantes de los pueblos Achumani, Anishnawbe, Lakota (Sioux), Omaha, Dine (Navajo), Cherokee, Apache, Dakota, Onondaga, Tohono O’odham (Pápago), Chiricahua, Gitxsan, Ojibway, Salísh de la Costa, Secwepemc, Cree, Cree Salteaux, Cree Carrier, Tsimshian, Kwakwaka Wak, Knutxa, Mik Maq, Stollo, Dene, Kahnawake Mohak, Akwesasne Mohak, Tus T’ina Nak’adzli Carrier, Nthlagmex.

De México: Tohono O’odham (Pápago), Cayuga, Mame, Wirrárika (Huichol), Rarámuri (Tarahumara), Yoeme (Yaqui), Nahua, Purhépecha, Ezar (Chichimeca), Triqui, Hña Hñú (Otomí), Mepha (Tlapaneco), Chol, Binnizá (Zapoteco), Nu’ Saavi (Mixteco), Tepehuano, Maya, Chontal, Tzeltal, Tzotzil, Zoque, Yoreme (Mayo), Coca, Kikapú, Nan’cue (Amuzgo), Pima, Mazahua, Guarijío, Quilihua, Cucapá, Cuicateco, Caxcan, Mazcovo.

Por centro y sur de América y el Caribe acudieron representantes de los pueblos Tahíno, Guayuu, Kekchí, Mam, Lenka, Kichwa (Quechua), Miskito. A este encuentro llegaron sólo a través de la organización internacional Vía Campesina, pero en los encuentros previos estuvieron también delegados de los pueblos Guaraní, Mapuche, Tarapacá, Maipú, Aymara, Lenka e Inka.

En la Declaración de Vícam, los pueblos indios del continente acuerdan defender y cuidar con su vida a “la madre tierra”. Consideran que han vivido 515 años de constante “guerra de conquista y exterminio capitalista” y se pronuncian por “la libre determinación como pueblos, naciones y tribus originarios de este continente”.

Asimismo se oponen “a la destrucción y saqueo de la madre tierra a través de la ocupación de nuestros territorios para la realización de actividades industriales, mineras, agroempresariales, turísticas, de urbanización salvaje e infraestructura, así como a la privatización del agua, la tierra, los bosques, los mares y las costas, la diversidad biológica, el aire, la lluvia, los saberes tradicionales y todo aquello que se nace en la madre tierra”.

El documento advierte que los pueblos indios también rechazan la certificación de las tierras, costas, aguas, semillas, plantas, animales y saberes tradicionales, pues el fin de los certificados es la privatización.

Aunque cada delegado señaló los problemas particulares de su pueblo, sólo dos casos concretos se encuentran en la Declaración de Vícam: la Escalera Náutica y las olimpiadas de invierno de 2010.

“Rechazamos la ejecución del megaproyecto denominado Escalera Náutica o Mar de Cortés, la certera costera dentro del territorio yaqui y cualesquier otra acción tendiente al despojo del territorio de la tribu Yaqui.

“Ratificamos nuestro rechazo a la realización de las olimpiadas de invierno del año 2010 en territorio sagrado que fue robado a los pueblos originarios de la nación tortuga con el fin de instalar pistas de esquiar en Vancouver, Canadá.”

Aseguran que, lejos de terminar, la guerra de conquista y exterminio se ha agudizado y, “como nunca antes”, los integrantes de los pueblos indios viven la “explotación en las grandes plantaciones y en las maquiladoras o como emigrantes en ciudades y países lejanos a sus comunidades de origen, donde son contratados en las peores condiciones, llegándose a los casos de esclavitud y trabajo forzado”.

Además de oponerse a la militarización y paramilitarización de las zonas indias, el documento finaliza con un llamado “a la unidad de todos los pueblos indígenas de América para enfrentar la guerra de conquista y exterminio capitalista, consolidar nuestra libre determinación y reconstituirnos integralmente”.

Aunque al encuentro acudieron sólo indígenas que se organizan “para resistir”, algunos pueblos destacaron por el nivel de cohesión alcanzado, entre ellos, todos los pueblos de Norteamérica y, de México, los wirrárika, quienes hablaron por una sola voz a pesar de ser de varios estados (Jalisco, Durango, Nayarit y Zacatecas), los purépechas y los tohono o’odham, quienes hablaron también por una sola voz aunque los miembros de la tribu se encuentran en Estados Unidos y México.

Reacios a que sus ceremonias y fiestas tradicionales se presenten fuera de contexto “porque se mercantilizan”, esta vez los pueblos indios, generosos, se dan tiempo para presentar danzas, cantos y ceremonias tradicionales. Los yaquis presentan danza de pascolas y venado; los purépechas, la danza de los viejitos; los wirrárika, la danza del elote; los siuox y cherokees, la danza del oso. Y el mariachi de la tribu Yaqui interpreta, durante una velada, sones, cumbias y rancheras.

Los diálogos se realizan sin la presencia del subcomandante Marcos, quien se instala varios metros detrás del templete y escucha los discursos bajo la sombra de dos mezquites, aprovisionado con una botella de agua, pluma, libreta, tabaco y pipa. Aunque el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) fue convocante, la organización y el rumbo del encuentro fue trazado por la tribu Yaqui, el Congreso Nacional Indígena y los pueblos indios que acudieron al encuentro.

Al clausurar los trabajos, el subcomandante Marcos dice que “grandes son las palabras que se han escuchado en este Encuentro. El dolor de nuestros pueblos ha sido nombrado por quienes lo padecen desde hace 515 años: el despojo y robo de tierras y recursos naturales, pero ahora con las ropas nuevas de la ‘modernidad’, el ‘progreso’, la ‘civilización’, la ‘globalización’”.

Señala que la explotación y el desprecio que sufren los indígenas es como el de hace 500, 200, 100 años. Pero advierte que algo ha cambiado:

“Nunca antes la destrucción había sido tanta y tan irremediable. Nunca antes había sido tanta y tan incontrolable la brutalidad contra tierras y gente. Y nunca antes había sido tanta y tan grande la estupidez de los malos gobiernos que sufren nuestros países.

“Porque ocurre que lo que están matando es la tierra, la naturaleza, el mundo. Sin lógica de tiempo y lugar, catástrofes de temblores, sequías, huracanes, inundaciones se empiezan a presentar en todo el planeta. Y se dice que son catástrofes naturales, cuando en realidad han sido provocadas, con esmerada estupidez, por las grandes corporaciones multinacionales y los gobiernos que les sirven.”

En su mensaje, el jefe militar del EZLN dice que para los pueblos indios no hay esperanza alguna en los gobiernos. “Democracia electoral” es como los mandones llaman a la lucha por acceder al negocio de vender la dignidad, y llevar adelante la catástrofe mundial”.

Critica que los gobiernos festejen cada 12 de octubre el “descubrimiento de América, cuando en realidad es la fecha del inicio de la guerra más larga de la historia de la humanidad, una guerra que dura ya 515 años y que tiene como objetivo la conquista de nuestros territorios y el exterminio de nuestra sangre”.

Agrega que lo que quieren los pueblos indios es libertad, justicia y democracia, un mundo donde no haya capital, ni dominador, ni dominados. Asegura que el principal logro de la reunión es haberse encontrado y que ahora falta mucho por hacer, discutir, acordar y luchar.

“En el calendario que empezamos a caminar, en la geografía que acordamos, una gigantesca subversión continúa. Para sus modos y medios no hay manuales, libros de recetas ni dirigentes de escritorio y academia. Hay, en cambio, la experiencia de los pueblos originarios, pero ahora con el apoyo y la decisión de los trabajadores de la ciudad y el campo. La rebelión que sacudirá el continente no repetirá los caminos y pasos de las anteriores que cambiaron la historia: será otra. Entonces, cuando amaine el viento que seremos, el mundo no habrá terminado su largo caminar, y tendrá la oportunidad de hacerse con todas, con todos, un mañana donde quepamos todos los colores.”

El viejo de 76 años Lobo Pequeño, de la tribu Secwepemc –quien se levantó en armas en 1995 contra el estado de Canadá cuando intentaron reducir la reservación de su comunidad–, asiente las palabras del subcomandante Marcos. Llegó investido como mensajero de su pueblo luego de tres ceremonias de luna y cantos. Al final, señala: “hemos vivido una historia de exterminio que ha acabado con millones; pero siempre volvemos y, justo ahora, estamos de regreso; pero ahora también estamos juntos”.

“No necesitamos el permiso de los gobiernos para existir”

Dorein, de 51 años, es vocera de su nación, Cayuga, y de la Confederación de Seis Naciones en resistencia. Su pueblo, de aproximadamente 21 mil personas, se encuentra “en pie de lucha” luego de que el gobierno canadiense y constructoras trasnacionales invadieran de nueva cuenta la reservación a la que fue confinado en el siglo XVIII. Se trata de un territorio de 6 por 9 millas (alrededor de 87 kilómetros cuadrados) entre Ontario y Québec (Canadá) y la ciudad de Nueva York (Estados Unidos).

Dice que los problemas de toda la gente onwehonwe, como llama en su lengua a todos los pueblos indios del continente, son “muy semejantes” y no se van a resolver en las cortes de “los blancos”, sino por medio de la “acción directa”.

“Ahora es el momento de luchar. No llegaremos a ningún lado si no ponemos límites a los blancos. No necesitamos el permiso de ellos ni sus gobiernos para vivir; tenemos el derecho de existir y de organizarnos. Nosotros iniciamos los procesos en la Corte de Justicia y no pasó nada: tuvimos que tomar acción directa.”

La “acción directa” fue organizarse y parar las construcciones que ya se realizaban sobre su territorio. Además, echaron a los constructores y a la policía que los custodiaba. Los hechos ocurrieron el 28 de febrero de 2006.

“Hicimos que se fueran nada más con el poder de la gente; no teníamos armas. Fue el puro poder de la gente y el tabaco que quemamos para pedir la ayuda de nuestros ancestros y del creador.”

Pero el gobierno canadiense no ceja en el reclamo de esas tierras para construir residencias lujosas y tiendas departamentales: “La Corte había mandado a la policía con una orden que nos decía que las tierras ya no eran nuestras. Cuando vino el funcionario a entregar la orden, la rompimos y la quemamos frente a ellos. Entonces el juez mandó otra orden con más policía muy armada. Pero toda la gente de la seis naciones resistimos”.

No es la primera vez en los últimos 50 años que los gobiernos intentan reducir la reservación india. En tierras cayugas se ha construido la Universidad McGill y se han hecho presas para servicio de la ciudad de Montreal. “Nuestra tierra ha sido robada”, sentencia Dorein.

Señala a la pobreza, la explotación, el despojo y la discriminación como los principales problemas de su pueblo, los cuales, sólo podrán ser superados cuando los pueblos indios de todo el continente tengan autonomía y autogobierno.

Señala que se va de Vícam “muy orgullosa”, porque lo que encontró fue “gran unidad, fuerza, honor y dignidad. Es momento de caminar con la cabeza arriba y no mirando al piso. Somos sociedades vivas, vibrantes y tenemos mucho para ofrecer al mundo. A los ojos de nuestro creador somos iguales. Este encuentro fue un buen inicio para solucionar los problemas. Ahora todos se tienen que levantar en sus propias comunidades”.

Dice que luego de las

“acciones directas” que su pueblo ha iniciado, se han girado 35 órdenes de aprehensión contra los participantes en las manifestaciones y padecen las incursiones constantes de integrantes de la organización racista Supremacía Blanca, quienes golpean y lanzan balas de goma a los indígenas.

“Pero preferiría morirme que hacer un deshonor a las generaciones que vienen. No quiero estar en mi tumba en 100 años y que mi pueblo esté pasando lo mismo todavía. Queremos vivir en paz con autonomía. Es lo único que hemos pedido desde siempre. A veces me sorprendo de que eso no lo pueda entender el opresor.” (ZC)

Recuadro

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Finqueros se apropian de la tierra

“La unidad es necesaria, pero se hará poco a poco”, dice Candelaria, kekchí y habitante de Tucurú, Guatemala. Pertenece a la Coordinadora Nacional Indígena Campesina de su país y a la organización internacional Vía Campesina.

La indígena de 37 años dice que luego de haber escuchado a sus “hermanos” de todo el continente se “ha dado cuenta de que tenemos problemas iguales”. Considera que sólo con la organización de todos los pueblos indios de América se podrán mejorar las condiciones de vida de las comunidades.

“Ahora ya estoy segura de que hay que organizarse muy bien. No sólo en un país sino en todo el mundo. Este tipo de encuentros puede hacer la unidad.”

Sin embargo, dice que antes deben “platicar más para llegar a acuerdos. Todavía no estamos unidos en todo, pero ya estamos haciendo el espacio para lograr la unidad”.

La comunidad de Candelaria se encuentra “en lucha” por la recuperación de tierras que ahora están en manos de “finqueros”. Se trata de “8 y media caballerías”, es decir, alrededor de 385 hectáreas que en 1997 se adjudicaron a la hacienda de Carlos René Sagastume. Dice que sólo un día les dijeron que las tierras no eran suyas.

“No sabemos cómo es que se cambió el dueño de los terrenos. Le exigimos al gobierno que arregle esto porque no sabemos cómo fue que le dio autorización a ese señor. Nuestros abuelos siempre nos dijeron que era de nosotros.”

Además, Candelaria dice que en la finca se contratan a indígenas que no tienen derecho a prestaciones sociales y trabajan sin cobrar por semanas.

“Siempre estamos siendo despojados, cuando no son las fincas son las empresas de minería o el propio gobierno. Siempre hemos visto que las autoridades quitan la tierra a los indígenas para entregárselas a los finqueros. Y nos va muy mal porque cuando ya no podemos ni sembrar, aumenta el precio del maíz.” (ZC)