Y es que el cuerpo legislativo no deja de ser otro instrumento para el ejercicio del poder clasista, se esté o no en el gobierno, y esa característica se refleja directamente en el signo de sus decisiones.

América Latina, por ejemplo, con una vieja tradición parlamentaria, se ofrece como un referente de lujo en esta temática. En este continente, no pocos legislativos representaron durante largos decenios a los grupos oligárquicos. Ni pensar siquiera para los empobrecidos el contar con una voz potente en un estrado diseñado para sancionar cuanto beneficiase a las minorías opulentas en desmedro de los mayoritarios.

No obstante, las luchas políticas de las masas y su creciente nivel de organización, permitieron en ocasiones crear fuertes núcleos parlamentarios que intentaran aprobar medidas favorables a las masas.

Recordemos el mismo caso cubano, cuando legisladores de izquierda lograron hacer sentir su impronta en la Constitución aprobada en los años 40 del pasado siglo, y considerada entonces entre las más progresistas de la región.

Otras veces, el Parlamento, bajo control opositor, ha sido un factor de desestabilización e incluso cómplice de acciones abiertamente subversivas, como sucedió en el Chile de Salvador Allende, a inicios de la década de los 70.
Por nuestros días, la institucionalización de procesos revolucionarios como el de Cuba, y la reciente llegada al poder por vía electoral de gobiernos progresistas, han facilitado reconversiones parlamentarias favorables a los verdaderos intereses nacionales.

La Asamblea Nacional cubana es hoy la suma de representantes de verdadera extracción popular, y sus ocupaciones y decisiones legislativas apuntan precisamente en beneficio de las mayorías.

En otros casos, procesos como el venezolano, el boliviano o el ecuatoriano, han debido esforzarse y se esfuerzan por integrar legislativos verdaderamente participativos y proclives a los cambios positivos, de ahí la lucha por aprobar nuevas Cartas Magnas con un real sentido democrático y progresista como parte de la gran lucha por conquistar el ejercicio efectivo del poder luego de haber llegado a las respectivas casas gubernamentales.

De manera que en no escasos puntos de este hemisferio, la batalla política ya pasa por hacer que los parlamentos, no pocas veces antipopulares y abiertamente reaccionarios, se conviertan en herramientas en manos del pueblo y no en valladares para frenar la independencia, el bienestar y el progreso local y regional. En pocas palabras, hacer del legislativo un arma de la positiva transformación.

Agencia Cubana de Noticias