Por supuesto, cada votante disfruta del libre derecho de escoger candidatos de su preferencia. Sabe que estos fueron elegidos antes en asambleas de barrios, o propuestos por organizaciones sociales sobre la base de su historia personal, la cual aparece publicada en sitios concurridos.

En esas "hojas de vida", como les llaman también en algunos países, se anota una síntesis de los datos personales y otros representativos de la ejecutoria pública, social, política, estudiantil, laboral y de los servicios militares prestados a la Patria por los candidatos.

El carácter secreto de la votación garantiza a cada elector la privacidad de su elección, y por ende la opción de no votar por nadie, o incluso de anular la boleta, sin ningún tipo de cuestionamiento o injerencia en su libre albedrío.

Sin embargo, las estadísticas de todos los comicios generales efectuados en Cuba demuestran que mayoritariamente los electores optan por marcar la cruz en el círculo de la boleta, que expresa la aprobación a todos y cada uno de los integrantes de la candidatura de delegados o diputados.

¿Por qué lo hacen? La respuesta dimana de enraizados valores políticos que el pueblo cubano ha interiorizado a lo largo de casi medio siglo de Revolución triunfante, y de la experiencia extraída de los comicios fraudulentos que se realizaban antes de enero de 1959, bien porque los de más edad los conocieron o porque la transmitieron a los descendientes.

Quizá la principal enseñanza de esa experiencia acumulada apunta a la importancia de mostrar la unidad del pueblo en torno a su Revolución, como arma poderosa, persuasiva ante las conocidas intenciones de los enemigos, quienes no han cejado, año tras año, de intentar desestabilizar al país con acciones subversivas y la compra de voluntades.

A diferencia de otros contextos sociopolíticos, donde las leyes salvajes del capitalismo se aplican a los procesos electorales y los candidatos tratan de desprestigiar a quienes consideran rivales en el afán de acaparar el poder, en Cuba existe unidad de propósitos en todos y cada uno de los aspirantes a los cargos legislativos y ejecutivos.

La ausencia de retribución monetaria especial por el desempeño público deviene expresión de la ausencia de la ambición de enriquecimiento en la intención de los candidatos cubanos, pero ello no garantiza la eficiencia en el desempeño ni otras cualidades que debe reunir quien resulte electo, de ahí que los electores pueden revocar su mandato de acuerdo con las reglas establecidas.

Saben también los votantes que quienes aparecen en la lista de aspirantes a delegados y diputados han debido antes vencer el escrutinio del mismo pueblo en comicios de base y de quienes han participado colegiadamente en su selección, por ende, más allá de las simpatías carismáticas individuales, existe un conocimiento pretérito que garantiza la calidad participativa.

La cruz en el círculo, a favor de toda la candidatura puesta a consulta en los comicios cubanos, deviene entonces disparo certero de unidad nacional.

Esa buena puntería acentúa la mayoritaria disposición de seguir respaldando un sistema socialista que, más allá de coyunturas circunstanciales, a través de la práctica de cada día, con resultados palpables, ha acentuado la verdad de valores democráticos, la transparencia y el acceso a la justicia social que proclama.

Agencia Cubana de Noticias