Generar comunicación colectiva y de protagonistas sin caer en la complicidad e hipocresía periodística parece cosa de bárbaros. Una barbarie que amenaza la integridad de la comunicación concentrada, imperial y hegemónica.

La amplia red de medianos y pequeños medios de comunicación que se están desarrollando a lo largo de América Latina parece indicar que cierto escozor e incomodidad recorre el cuerpo de la “civilización” mediática.

Casi como una continuidad de aquella que creciera en los años ’70 con una actitud contestataria y de protesta, los periodistas y comunicadores sociales que decidieron utilizar la palabra para construir vida y aportar dignidad diseñan todos los días la arquitectura de una comunicación a favor de los colectivos populares, de los luchadores sociales y, fundamentalmente, a favor de la tres cuarta parte de la humanidad que ha quedado excluida del sistema imperante.

La disputa, inédita hasta hace poco tiempo atrás, entre los mega grupos comunicacionales y los gobiernos de la región es una realidad que se viene observando. Muchas de las administraciones latinoamericanos carecen de una oposición organizada, resultando los medios masivos sus principales oponentes. Esta arma de destrucción masiva encuentra entonces, en los intereses estatales de democratizar la comunicación y establecer leyes de acceso a la información pública un enemigo primordial.

Es al calor de esta realidad donde los medios de pequeño y mediano alcance encuentran el lugar, su lugar, para escapar de la telaraña que tejen los arácnidos productores de (des) información y aportar a la expansión del discurso de las minorías. Claro ejemplo lo encontramos en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador, México, Paraguay y Argentina, por nombrar sólo algunos.

Tal vez resulte entonces el temor a la invasión bárbara la que explique la discriminación a la que se ven sometidos estos medios y quienes los producen. Tal vez sea esta misma realidad la que permita comprender que la diferencia entre un medio de comunicación local y sus trabajadores y otro masivo y quienes lo hacen, sólo este dada por la posibilidad de acceso a la capacitación, a la publicidad, a la modernización tecnológica y especialmente en el hecho de convertir en práctica cotidiana aquello de que la información-comunicación es de todos y nos pertenece a todos.

La civilización del ignorante se ve amenazada. Los bárbaros han llegado y parecen dispuestos a quedarse. Y esa es una buena noticia.

*Comunicadora Social , miembro del Observatorio de Medios de la UTPBA