El proceso avanza. Aunque en doce meses no es posible consolidar un proyecto político como el planteado en el país, se están dando pasos en ese sentido. Su consolidación y el cumplimiento de los anhelos de cambio dependen en primer lugar de la decisión política de Rafael Correa para hacerlo, pero también de la fortaleza del movimiento de masas y de la acción de las organizaciones políticas que respaldan el proyecto. Mas, no puede obviarse la existencia de fuerzas internas y externas interesadas en impedir que las cosas avancen.

Este primer año de la gestión gubernamental de Rafael Correa ha estado matizado por una aguda confrontación política con las fuerzas representantes de la “oscura y larga noche neoliberal”. La derecha perdió espacios y brújula política, la dispersión en su comportamiento fue una característica y los grandes medios de comunicación tomaron la posta para ejercer la oposición. Ahora hace esfuerzos para unificarse y radicalizar la acción antigubernamental, esta vez apuesta a lo que pueda hacer desde las cámaras empresariales y desde la alcaldía de Guayaquil con Jaime Nebot a la cabeza que, apoyándose en el clientelismo y el chantaje, quiere dar un contenido de masas a la oposición.

No obstante las debilidades mostradas, no debe subestimarse el trabajo de la burguesía, sobre todo porque se siente su efecto en algunos sectores populares ganados o neutralizados por el discurso que habla de un proceso de conculcación de los derechos democráticos y políticos y de la instauración de una dictadura. La ola especulativa concebida para crear malestar e insatisfacción también forma parte del plan de la burguesía, así como acciones no visibles que estaría desenvolviendo al interior de las Fuerzas Armadas. Hay una conspiración y sería ingenuo no olfatearla.

Para los sectores que pugnan por transformar el país la situación es diferente, positiva: la corriente de cambio, animada por posiciones democráticas, progresistas y de izquierda se ha robustecido, se ha alimentado con los triunfos cosechados en la consulta popular y en las elecciones para la Constituyente. No obstante que las realizaciones materiales del gobierno en beneficio de los trabajadores son pocas y las medidas para afectar los intereses económicos de los tradicionales grupos de poder son insuficientes, el pueblo mantiene la confianza y la expectativa de vivir épocas de cambio. Las medidas contenidas en la nueva ley tributaria, por ejemplo, afectan en algo a quienes se han aprovechado del trabajo social y acumulado riquezas, pero el pueblo espera más. En la política general del gobierno, las medidas políticas son mayores que las acciones económicas.

No es difícil prever lo que ocurrirá en los meses venideros, la tendencia es a la agudización de la confrontación política y la movilización de masas para frenar a los enemigos del cambio y para asegurar que se cumplan con los anhelos de cambio. La derecha continuará torpedeando el trabajo de la Asamblea Constituyente –sobre todo desde fuera porque su capacidad de maniobra al interior prácticamente es nula-, desde ya insiste que toda su labor sea sometida a referéndum aprobatorio y no solo la nueva Carta Política. Sus proyectiles apuntan a ganar esa consulta.

En estos meses la embajada norteamericana se ha mostrado tolerante de la gestión gubernamental, en un compás de espera que no expresa respeto al derecho a la autodeterminación de los pueblos, sino el trabajo silencioso y expectante de que algún proceso conspirativo madure para presentarse de manera abierta.

El gobierno debe rodearse de la movilización popular. Quienes piensan que la suerte del país únicamente se juega en Montecristi están equivocados. Sin duda allí se desenvuelve una importante batalla política, de la que los pueblos esperan obtener los instrumentos jurídico-políticos para avanzar en el cambio deseado, pero la batalla fundamental se produce y debe producirse en todo el territorio y en todo momento. Frente al llamado a la rebeldía tributaria, al desconocimiento de las medidas adoptadas por la Asamblea Constituyente y más, formulado por sectores de la oligarquía, debe responderse con la movilización popular que los ponga en raya. El papel que las organizaciones de trabajadores, de la juventud, poblacionales, etc. jueguen en este proceso es clave, fundamental. Rafael Correa ha dicho que tiene decisión política para avanzar; no puede olvidar que la fuerza para ese cambio radica en el pueblo.