El niño creció rodeado del cariño de su familia, particularmente su madre y hermanas menores que a cada momento lo invitaban a sus juegos infantiles. Tan afectivo ambiente despertó en el pequeño una gran sensibilidad y dulzura que le acompañarían durante toda su vida.

De vestir modesto, pero extremadamente pulcro, muy pronto su madurez y afán por superarse llamó la atención de uno de sus maestros, Rafael María de Mendive, quien no solo asumiría su instrucción, sino también le inculcaría importantes valores éticos y morales.

Martí mostró desde muy joven una fina percepción de la realidad cubana y su condición colonial, cuestión que queda reflejada en sus primeros trabajos literarios como el poema Abdala, en el cual el joven protagonista alude al amor a la patria.

Esa vocación y compromiso político le llevaron a cumplir prisión y destierro, convirtiéndole en una víctima de la dominación española en la Isla.

No fue únicamente Cuba y su lucha por la independencia testigo de su amplia capacidad creativa. Varios países del continente americano fueron beneficiarios de su fecunda obra en el campo literario y periodístico, e incluso en el ámbito diplomático, al nombrarlo como su representante consular.

Su prolifera actividad literaria se traduce en decenas de artículos, en los cuales hay espacio para mayores y pequeños, para próceres y mártires. Hasta los hombres más humildes encuentran sitio en sus escritos.

A su pequeño hijo dedicó bellas palabras de cariño, expresión de su añoranza ante la necesidad de compartir con él sus penas y alegrías y tenerlo tan lejos.

El compromiso político martiano trascendió las fronteras de la Isla, permitiéndole alertar a los pueblos de América de los peligros que representaba el naciente imperialismo norteamericano y su continua intención de lograr la unidad latinoamericana como vía para combatirlo y enfrentar a tan poderoso enemigo.

Como expresión más inmediata de su preocupación por la unidad, trabajó de manera activa en la creación de un órgano que cohesionara a todos los cubanos empeñados en alcanzar la libertad, hecho que concretó en 1892 con el surgimiento del Partido Revolucionario, en el cual no solo se expresaba su preocupación por la independencia nacional, sino también por la puertorriqueña.

Su Nación era motivo permanente en sus escritos. En los días previos a cumplir los 42 años, después del desastre del fracaso del Plan de Fernandina, definiría lo que esta representaba para él, en un artículo publicado bajo el título de "En casa", en el periódico Patria del 26 de enero de 1895: "Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más cerca y en que nos tocó nacer.

"Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esfuerzos (...)" Martí no se conformó solo con contribuir a la organización de la nueva guerra desde fuera, la nueva contienda debía dar a los cubanos la definitiva independencia, la cual solo podía ser conquistada con el esfuerzo y la unidad de todos los hombres de buena voluntad.

Por ello vino a Cuba, a luchar como uno más, a encontrar la independencia o la redención en su amada tierra; y quiso el destino que la misma tierra que un día lo vio nacer le viera caer desplomado por una bala enemiga aquel 19 de mayo de 1895.

La previsión del Apóstol ante los peligros representados por el vecino norteño, sus aspiraciones unitarias, la preocupación por el destino de América, la fidelidad a los principios que rigieron su corta, pero fructífera vida, contribuyeron a la universalidad de su pensamiento y que a 155 años de su muerte, para los cubanos continúe siendo guía y ejemplo, o sencillamente, como algunos prefieren llamarlo, el Maestro.

Agencia Cubana de Noticias