En un lugar de Guayaquil, de cuyo nombre no quiero acordarme, mora un ciudadano de nombre Jaime Nabot y de sonrisa clouse up, cuya frase favorita es: “Ven para mearte”. Según sus biógrafos pelucones, en su infancia era un niño hiperactivo que en horas de recreo no participaba en los juegos de sus compañeros por considerarlos no ser de su categoría, y más bien se paraba cerca del lugar donde se izaba el tricolor nacional gritando a voz en cuello: “Vengan para mearlos”, sólo porque en cierta ocasión el profesor le preguntó que quería ser de grande: “Presidente de Guayaquil”, dizque respondió, con la consiguiente carcajada general.

Ya adolescente, Jaimito solía salir a pasear junto a su pandilla de mozalbetes aniñados, para presumir del carro con placa oficial de papá Ministro de Gobierno, y cuando una chica no respondía a sus galanteos, iracundo volvía a gritar: “Ven para mearte”.

Mas tarde se afilió al Partido Social Cretino, con el apadrinazgo del por entonces dueño del país, de cuya mano llegó al Congreso de la República, en el cual durante una sesión plenaria provocó una riña con un colega diputado, al cual muy suelto de huesos le dijo: “Enano hijo de puta, ven para mearte. Sal a la calle y gradúate de hombre”. Después se postuló a la Presidencia de la República, siendo derrotado por el loco Acdalá Bucaram, al cual no le pudo matar como al pavo, en la víspera, como habría sido el concejo del gordo Torbay, y más bien se conformó con un premio consuelo: la Alcaldía de Guayaquil.

Ya de burgomaestre, Jaimito se propuso convertir a Guayaquil en un sultanato, en recuerdo de sus ancestros libaneses y para eso se erigió en el líder del separatismo guacharnaco y creó fundaciones con fondos públicos, como la del Malecón 2000 y la del Terminal Terrestre, para dar camello a los Noboa, los Möller, los Icaza, los Rendón, los Ginatta, los Roggiero, etc, etc; entregó la concesión del agua potable a Interagua y el aeropuerto a TAGSA, e inició la mal llamada regeneración urbana con el parapeto de que era para servir a los pobres, siendo de conocimiento público que en Guayaquil aún se bebe agua con heces fecales, que lo del aeropuerto resultó ser un gran negociado y que hay barrios guayacos en los cuales no hay ni alcantarillado.

“Desde ahora mandarán los banqueros”, se dijo Jaimito y salió a defender el poder de Fernando Aspiazu (dueño del Banco del Progreso) y de la bancocracia en la llamada “Marcha de los crespones negros”.

Al ver como su protector y benefactor se iba convirtiendo en cadáver insepulto, intentó formar una policía especial bajo la tutela del Municipio, soñando con el día en que definitivamente se convertiría en el líder de la derecha ecuatoriana y al ver los magros resultados electorales de Cintia Viteri dijo que ahora sí, dejaba para siempre el PSC.

“Desde ahora dominará el municipalismo guayaquileño” se dijo Jaimito y llamó a una marcha a favor del separatismo, instó a poner plata y persona a la burguesía industrial y agroexportadora representada en las Cámaras de Industrias y de Comercio, los dueños del Chulkobank, el voluntariado burgués y pequeño burgués representado en la Junta Cívica, para así tratar de boicotear a la Asamblea Nacional Constituyente reunida en Montecristi y decirle al ñaño mono Correa y su revolución ciudadana en definitiva a todo el pueblo ecuatoriano: “Ven para mearte”.