Prima facie cualquier investigador foráneo tiende a pensar que Perú es un país en que abundan “analistas, politólogos, internacionalistas, expertos, estrategas, historiadores, sociólogos”, etc, etc, etc. Las páginas de los diarios consignan un día sí y al otro día, también, sus sesudas, científicas y exquisitas declaraciones. No pocos de esos ya son figuras en los canales porque, además, opinan de todo. Su sabiduría alcanza a los vericuetos de cómo fue el gobierno del delincuente Kenya Fujimori como también sobre el calentamiento planetario o la vida sexual de los ornitorrincos machos. Casi han tornado parte del mobiliario de redacciones, sets o cabinas de transmisión.

Sin embargo ¡oh sorpresa! De la príncipe impresión se pasa a la certeza de algunas comprobaciones. Son pandillas que actúan con mecánica metódica y no dejan tema pendiente porque de eso se trata: de “cubrir” el universo de opinión que dicen ellos formar o construir.

Un ejemplo delicado. Más de un “internacionalista” ya ha dado su veredicto de cómo será la calistenia de guerra en La Haya. Ya sugirió otro que Chile deberá respetar el veredicto. Vale la pena preguntarnos si aquél tiene una bola de cristal para anticiparse a casi un decenio de pelea jurídica que aún no comienza. Como lo anterior es más o menos improbable, caer en la conclusión que hay mucha cuota de estupidez vocinglera, es un hecho inevitable.

Más allá, leí días atrás, que un burro especialista, un marino que confunde los términos de los tratados internacionales y que cree que consultar es lo mismo que previo acuerdo, y que escribe en el diario de la antipatria, El Comercio, da sus consejos y apotegmas para que lo tengan en cuenta a la hora de formar comisiones y comisiones, forma criolla de mantener a paniaguados y mediocres fabricados adrede como el sujeto de marras.

Volviendo al hilo original del texto, se dibuja en el horizonte que más que abundancia de estos personajes regios en verbalística de inercia y que pronuncian cada quince minutos, entre otras, las palabras: descartar, paso al costado, blindar, globalización, transparencia, etc., lo que hay son egregios payasos, siempre los mismos, que recorren, como en procesión, canales, radios y redacciones. Son una secta, con todas las características de una mafia, se halagan entre sí, se citan como si fueran importantes y, lo más huachafo e impresionante: se premian cada vez que pueden por tal o cual razón. Si se hiciera una investigación de las medallas o preseas recibidas por estos monigotes, el inventario sería impresionante como también la vacuidad e idiotez de los falsos méritos arguidos para el despropósito.

No es nuevo el fenómeno en la república. Más bien es una tara nacional que se repite desde la capital hasta todos los departamentos del Perú. Los cogollos, las células de privilegiados, son los protagonistas del dicho inglés que se lee así One-eyed Pete is the marshall of Blindville que, traducido literalmente significa: El tuerto Pete es el comisario de Villa de los Ciegos, más conocido el refrán, en el país de los ciegos, el tuerto es rey.

Los tuertos cerebrales, dechado no envidiable de logreros, patanes, coimeros, pseudo-científicos, han constituido una costra intermediaria que maneja, fabrica o deforma las noticias en Perú. El fraude tiene cómplices porque hay dueños que pagan las conductas aviesas y gobiernos que alientan el envilecimiento de las sociedades.

¿Qué opina usted, amable lector? ¿está feliz con esta situación?

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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