Desde una perspectiva ética lo más sano es que existan estas y otras prevenciones parecidas. La mayoría de estos prejuicios no se corresponde con la realidad porque como se sabe, la dinámica y los mecanismos de la censura son por lo generales más sutiles, pero siempre es mejor una mirada crítica que otra que haga descansar al oficio del periodismo sobre lechos sembrados de éxito, fama, dinero y rosas. Por todo eso está muy bien que los jóvenes se pregunten por los límites de la libertad de expresión, el derecho a la información y la publicación de lo que creen que es su verdad.

El razonamiento surge casi naturalmente:

Si los diarios A, B, C y D, las radios A, B, C y D, los canales de televisión A, B, C y D y las agencias de noticias A, B, C y D privilegian sus intereses económicos por sobre los éticos…

Si los dueños del diario A son también los dueños de la radio B, el canal C y la agencia D Uniformando esos intereses comerciales…

Si el diario C tiene acuerdos políticos y económicos con el gobierno de turno y no le ofrece espacios a la oposición…

Si el diario B está financiado por la oposición y por lo tanto cuestiona hasta el más mínimo acto del gobierno de turno…

Si el diario E, que se proclama independiente, no puede sobrevivir porque no entra en las pautas publicitarias oficiales…

Si el diario F para sobrevivir y no quedar afuera del sistema aliviana su independencia…

Si la agencia del Estado, el canal del Estado y la radio del Estado responden a los funcionarios del gobierno y no a los ciudadanos…

Si los dueños de los medios lanzan permanentes mensajes subliminales que hacen sobrevolar el temor a tocar temas que puedan afectar los compromisos políticos, ideológicos, religiosos, sociales y económicos de los medios…

Si perder un trabajo implica perder cinco o seis dada la concentración de poder de los medios, con lo cual ciertos veteranos desgastados aconsejan pensar dos veces cada línea que se escribe…

Si entretener es la prioridad y los preceptos básicos, aquello de informar, orientar e instruir quedan relegados a segundos o terceros planos…

Si pasa todo esto que aquí se plantea a modo de simple y brutal síntesis, no parece haber otro camino que el de la resignación y el fatalismo…

Sin embargo, existen atajos y rutas alternativas que requieren de ingenio, imaginación, una buena preparación, vocación de servicio y la convicción de que hay cosas que deben cambiarse…

El prestigio ganado a partir de la inteligencia para fundamentar una idea evitando el panfleto ofrece a los buenos analistas y a los investigadores serios la posibilidad de encontrar, aun en los medios de comunicación masiva, algunos intersticios a través de los cuales pueden denunciar hechos que atentan contra los sectores sociales más marginados.

Los nombres de Osvaldo Bayer, Juan Gelman, Oscar Raúl Cardoso, Susana Viau, Ezequiel Fernández Moores, Stella Calloni, Daniel Vilá, Luis Bilbao, como antes lo fueron los de Rodolfo Walsh, Enrique Raab y casi todos los escribas desaparecidos son algunos puntos de referencia insoslayables cuando se buscan ejemplos de quienes confrontan con el poder y logran sacudir el pesimismo que genera la simple descripción de las corrientes.

Internet -a pesar de que la autopistas informáticas están controladas por el poder económico multinacional- y no tiene un carácter democrático, dado que no es de acceso libre para todo el mundo, también ofrece espacio través de los cuales se puede generar un discurso al servicio de los sectores más carenciados. La creciente aparición de blogs periodísticos que llegan a publicar investigaciones serias que no tienen cabida en los grandes medios, contrasta con la basura que normalmente circula en la red y que idiotiza tal como le conviene a los dueños de la pelota informática.

Las radios y los periódicos comunitarios, los proyectos como los de La Tribu o espacios como los que ofrece el Periódico de la UTPBA también aparecen en el horizonte como posibles canales para quienes se apasionan con el derecho a informar y ser informado.

Alguna vez dijo con toda razón el poeta y periodista desaparecido Roberto Santoro que para cambiar las cosas “no se trata de ser optimistas sino apasionados”.