¿Seremos competentes para aportar en tal sentido?

¿Y en sobrevivir a los costos operativos, sin transformarla en un “todo por dos pesos”, en donde cualquiera pueda, “por dos mangos”, reproducir el nefasto modelo de comunicación que confunde entretenimiento con idiotización e información con manipulación?

Estas fueron sólo algunas de las preguntas que se formuló un grupo de militantes sociales del barrio de Zeballos, Florencio Varela, a la hora de plantearse la construcción de FM Varela, luego de un proceso de compromiso que diera nacimiento a un centro cultural, un jardín maternal, varias bibliotecas populares, comedores, entre otras referencias comunitarias.

La necesidad de dar pelea en un estadío superior, el de las ideas, y no sólo tratando de tapar los baches que va dejando el sistema fue el impulso principal.

Pero la voluntad no alcanzaba. Para entretener, la radio debe gustar. Para informar debe ser entendible y tocar temas que interesen y afecten a cada uno. Para ser tomada en serio, la radio debe esforzarse en ser lo más profesional posible. Dándole a la estética la misma importancia que al discurso comunicativo. Aún hoy estamos en ese camino, claro
está, con mucha ayuda, incluyendo la que nos brinda la propia UTPBA.

Por otro lado, tener un papel “a jugar” en la zona abarcada por nuestra señal significa que el vecino se acerque, que participe también del proceso de comunicaciónorganización- política. Que se convenza que jugamos “de su lado”. Que a la hora de sentar a un funcionario frente a un micrófono, seamos capaces de interpelarlo con las mismas preguntas que le haría el vecino que se inunda; el que recibe un turno a 30 días en el hospital, luego de hacer cola desde las 5 de la mañana; el que siente un “gusto raro” en el agua que saca de la bomba o el que tiene al pibe sufriendo frío en una escuela sin calefacción alguna. O sea, que logremos esa empatía que sólo logrará el que sea capaz de llevar “al aire” la voz de los vecinos y con esa voz interpelar a los poderes políticos que definen “cómo vive” la gente en nuestra zona.

Sin embargo, esto no significa arrogarnos la pretensión de “hablar en nombre de la gente”, significa la necesidad de que sea la propia gente la que participe del hecho comunicativo, saliendo al aire, formulando denuncias, colaborando con la confección de su propia agenda de noticias, convocando a sus semejantes a la marcha que exigirá la construcción
de la sala de salud o del jardín de infantes o de la plaza del barrio, confiando en que “su” radio tendrá las puertas abiertas en la organización de sus demandas.

Para darles esa “herramienta”, que les permitirá a ellos mismos contribuir a la construcción de una radio capaz de jugar ese papel, es que estamos dando capacitación en forma de talleres. En primera instancia hacia los adolescentes y, en un futuro cercano, hacia los mayores, que permita a FM Varela tener su propia programación basada en recursos humanos propios, capacitados por la radio, ligados a la comunidad con la cual nos comunicamos y saliendo al aire por primera vez desde nuestros micrófonos.

Y sí, porque no se trata de decirles: “Tomen, ésta es la radio, es de ustedes”, se trata de construir comunicación desde otra concepción, pero para eso “las ganas de hacer radio de mucha gente del barrio”, no alcanza. La gente debe comprender de qué manera se la manipula y se le componen como propios intereses y reivindicaciones que, la mayoría de las veces,
juegan en contra de ellos mismos. Sólo a partir de allí es posible desovillar la madeja.

El proceso es lento, hay que pelear y mucho, lo primero que surge es el apoliticismo, el descrédito de la política, construido desde las tantas traiciones y corrupciones de tantos “representantes”, pero, sobre todo, desde las usinas de decisión de las grandes corporaciones, a través de sus máquinas de idiotizar (algunas las llaman medios de información), que
ha contribuido a alejar a la gente de un terreno que, lleno de gente y de organización, no sería tan fácil de manejar: -“Hay, nooo, nene, esa gente hace política, ¡Todo el día hace política! Te pasan un tema y ¡Zaz!, te zampan política. Que los nenes desnutridos de aquí, que las injusticias de allá, que Venezuela y que otro tanto”, dice la señora del barrio mientras
barre la vereda cuando le preguntan acerca de la radio.

Y... sí, que no queden dudas ni culpa, hacemos política. Disputamos en el terreno de las ideas, que es el terreno en donde todo el sistema asienta su gobernabilidad. El que posibilita la docilidad de los condenados. Disputar en ese terreno es disputar por el poder. Por el poder de cambiar las cosas. Si eso no es política...

Sería bueno que medios comunitarios y populares mantuviéramos cierta sintonía en ésto, pero es producto de un debate que, muchas veces en el distrito, se ve interrumpido por la necesidad de la sobrevivencia económica de estos medios en donde la bendita “pauta municipal” se yergue como divisoria de agua a la hora de contarnos de un lado o del otro.

No renunciamos a ella, claro está, como el derecho que tiene cada vecino a informarse con una voz diferente a la de los grandes medios, pero no estamos dispuestos a cambiar de objetivos o autocensurarnos para lograr su conservación, cosa que nadie se vería obligado a hacer si lográramos coordinar entre todos esta legítima demanda, pero...