En esta célebre foto de octubre 1999, cinco personalidades juran conducir Kosovo a la independencia. A la izquierda, Hashim Thaci (el entonces jefe del grupo terrorista UCK, actual primer ministro del gobierno regional de Kosovo) en compañía de Bernard Kouchner (a la sazón administrador de la ONU en Kosovo, hoy ministro francés de Relaciones Exteriores), Sir Mike Jackson (ex comandante de las tropas británicas durante la masacre conocida en Irlanda como «Bloody Sunday» , en aquel entonces comandante de las fuerzas de ocupación de la OTAN y hoy consultante de una firma de reclutamiento de mercenarios), Agim Ceku (jefe militar de UCK, acusado de crímenes de guerra por el ejército canadiense) y, a la derecha, el general estadounidense Wesley Clark (entonces comandante supremo de la OTAN, actual consejero militar de Hillary Clinton).
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El diputado alemán Willy Wimmer (CDU) escribía recientemente:
«Cuando, en 1918, el mundo de ayer se vio reducido a cenizas y mientras muy pérfidamente se sentaban las bases del siguiente gran conflicto, nadie quiso perder mucho tiempo en buscar las causas de la guerra. Se declaró que fueron los disparos que costaron la vida a la pareja de herederos del trono de Austria. Todos recordaban aquel hecho y no hacía falta interrogarse sobre las razones, que eran mucho más determinantes que el atentado de Sarajevo. Hasta ahora no ha habido tiroteos durante las negociaciones sobre el futuro de Kosovo, pero la firma de ciertos documentos podría tener el mismo efecto que los pistoletazos. Ahí están las mechas y van de Irlanda del Norte hasta el Tíbet y Taiwán, pasando por el País Vasco, Gibraltar y el Cáucaso.»

La situación actual en la región de los Balcanes recuerda de forma inquietante la que llevó a la Primera Guerra Mundial. Luego de varios años agitados, Alemania y las demás grandes potencias habían llegado durante la Conferencia de Berlín a un compromiso sobre el nuevo orden en el sudeste de Europa: La provincia otomana de Bosnia debía seguir siendo turca en el plano jurídico, pero en la práctica estaría bajo administración austriaca. En 1908, Viena rompió el tratado y anexó la provincia en el plano jurídico. Para completar el panorama, en 1914, el archiduque Francisco Fernando fue asesinado en Sarajevo.

Un centenar de años más tarde, las potencias de la OTAN han tratado de establecer un compromiso similar: después de su guerra de agresión de 1999 contra Yugoslavia, impusieron en el Consejo de Seguridad de la ONU la Resolución 1244 que mantenía el estatus jurídico de Kosovo como parte de Serbia mientras que lo ponía, en la práctica, bajo la administración de las Naciones Unidas.

Posteriormente las potencias occidentales se mostraron favorables a la secesión total de la provincia y a su entrega, bajo control de la Unión Europea, a la mayoría albanesa. Ese es el proyecto del negociador de la ONU Martti Ahtisaari. Desde el punto de vista del derecho internacional, eso sería posible si Belgrado estuviese de acuerdo o sin obtener al menos la aprobación de esa solución en el Consejo de Seguridad. Al no existir dichas condiciones, Kosovo solamente puede proclamar su independencia de forma unilateral, mediante un acto arbitrario. Eso es precisamente lo que va a suceder en las próximas semanas.

Al igual que hace un siglo, los intereses de los Estados de Europa Central, los de Rusia y los del mundo musulmán, siguen entrando en contradicción en la región de los Balcanes. Cualquier cambio violento en ese frágil equilibrio puede tener consecuencias para todo el continente.

Estuvimos al borde de la guerra mundial

Durante los días posteriores al 10 de junio de 1999 se pudo comprobar hasta qué punto el sudeste de Europa pudiera ser fuente de un importante conflicto internacional. Luego de 78 días de bombardeos de la OTAN, el ejército yugoslavo ya estaba dispuesto a retirarse de Kosovo; ya se había firmado el acuerdo militar en ese sentido entre Belgrado y la alianza atlántica y se había adoptado la Resolución 1244. Sin embargo, mientras se retiraban las tropas del presidente Milosevic, unidades rusas estacionadas en Bosnia avanzaron inesperadamente hacia Pristina. Los soldados habían transformado la inscripción SFOR –que llevaban los blindados para indicar que pertenecían a la fuerza de estabilización presente en el Estado vecino, bajo mandato de la ONU– en KFOR, sigla de la fuerza de ocupación de Kosovo, cuya formación acababa de decidirse. El presidente ruso Boris Yeltsin había aprobado la constitución de dicha fuerza bajo la autoridad del alto mando de la OTAN, pero sus generales querían que Rusia obtuviera por lo menos una cabeza de playa estratégica.

El ministro alemán de Relaciones Exteriores Joschka Fischer recuerda en sus memorias el dramatismo de la situación: «Los paracaidistas rusos realmente no podían desafiar a la OTAN después de su entrada en Kosovo porque eran demasiado pocos y su armamento demasiado ligero. La ocupación del aeropuerto sólo podía significar una cosa: estaban esperando refuerzos por vía aérea. Aquello podía llevar muy rápidamente a una peligrosa confrontación directa con Estados Unidos y la OTAN. [...] La situación se hizo más peligrosa aún cuando se confirmó la noticia de que el gobierno ruso había pedido a los gobiernos húngaro, rumano y búlgaro una autorización de sobrevuelo para sus aviones Antonov de transporte de tropas.

Tenían la intención de enviar por vía aérea 10 000 soldados, una parte hacia Kosovo y otra hacia Bosnia de donde serian enviados después a Kosovo por vía terrestre. Ucrania ya había concedido el permiso, pero los otros países mantuvieron su oposición. Pero, ¿qué pasaría si los aviones rusos ignoraban la prohibición? ¿Estados Unidos y la OTAN les impedirían aterrizar o desembarcar su carga estando ya en tierra o se atreverían a derribarlos en pleno vuelo? La posibilidad de una tragedia de imprevisibles consecuencias se estaba delineando.»


Tropas rusas en el aeropuerto de Pristina
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Paralelamente a la guerra de nervios sobre los aviones rusos, la crisis se agravó en el aeropuerto de Pristina. Las tropas del contingente británico de la KFOR habían llegado rápidamente y habían apuntado sus cañones hacia los ocupantes insumisos del aeropuerto. El comandante supremo de la OTAN ordenó el asalto, pero Michael Jackson, el comandante británico de la KFOR, mantuvo la sangre fría y se negó a ejecutar la orden. Llamó por teléfono a Wesley Clark y le gritó: «¡No correré el riesgo de desencadenar la Tercera Guerra Mundial por usted!»

No se sabe cómo se las arregló Occidente para lograr que el presidente ruso detuviera los Antonov. En todo caso, la batalla del aeropuerto de Pristina no llegó a tener lugar únicamente porque Jackson se mantuvo firme. Clark aceptó aquel acto de desobediencia. A decir verdad, hubiera tenido que ordenarle a la policía militar que arrestara a Jackson. Un general alemán criticó después aquella actitud. «El retroceso de los británicos y los americanos fue una mala respuesta en una situación que no hubiera conducido nunca a un conflicto serio entre la OTAN y Rusia», escribió Klaus Naumann, por aquel entonces presidente del Comité Militar de la OTAN y, por lo tanto, el oficial de más alto rango en el seno de la alianza atlántica.

Misiles sobre Bondsteel*


[*la base militar qu EEUU que ha construido en Kosovo. ndt.]

¿Pudiera producirse una situación tan peligrosa como aquella en las próximas semanas? Ya en el año 2006, la Fundación Ciencia y Política (Stiftung Wissenschaft und Politik, SWP), uno de los think tanks más importantes de Alemania, expresaba su inquietud en cuanto a una solución impuesta desde el exterior a la cuestión de Kosovo: «Esas misiones exigirán un compromiso diplomático duradero y el concurso de los recursos políticos, militares y financieros de la Unión Europea.» Al mencionar los «recursos militares» los autores se refieren a la KFOR, que cuenta actualmente con 17 000 soldados, entre ellos 2 500 alemanes.

Una intervención pudiera apuntar no sólo a Kosovo sino incluso a la propia Serbia. La Fundación prevé una situación «que recuerda la crisis de 1999», o sea los bombardeos. De producirse incidentes en Kosovo, estos podrían extenderse a las provincias serbias de Voivodina y Sandjak así como al valle de Presevo. También estima lo siguiente: «Manifestaciones masivas que implicarían enfrentamientos entre las fuerzas moderadas y las fuerzas radicales o con la policía podrían conducir a la disolución de las estructuras estatales». Si estallan las estructuras estatales de Serbia, la Unión Europea, según su concepción clásica, podría adopta el papel de estabilizador y aportar una «ayuda fraternal». Para eso están los «battle groups».

Analicemos los hechos previsibles en el verano de 2008. Tanto la OTAN como los albaneses de Kosovo han excluido categóricamente las nuevas negociaciones que pedían Belgrado y Moscú. El 24 de enero, Hashim Thaci, ex jefe de la organización terrorista UCK, recientemente convertido en primer ministro de la provincia de Kosovo, anunció que la declaración formal de independencia tendría lugar «de aquí a 4 o 5 semanas». Al día siguiente el International Herald Tribune decía –sobre la base de fuentes diplomáticas– que «Alemania y Estados Unidos [se habían puesto] de acuerdo para reconocer la independencia de Kosovo», lo cual tendría lugar «después de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales serbias del 3 de febrero». Eso fue lo que acordaron Angela Merkel y George W. Bush. Es posible suponer que la canciller, miembro de la CDU, haya pedido consejo a su compañero de partido Willy Wimmer, quien fue durante muchos años secretario de Estado en el ministerio de Defensa en la época de Helmut Kohl.

Después de la proclamación oficial de la «Republika kosova», las comunas serbias situadas al norte del río Ibar sin dudas proclamarán su fidelidad a Serbia, o sea que no forman parte del nuevo Estado. Es posible imaginar entonces que fuerzas armadas de los albaneses de Kosovo penetren en los enclaves de la minoría serbia, en particular en el bastión serbio de Nordmitrovica, y repriman brutalmente toda resistencia. Durante un similar comienzo de limpieza étnica, a mediados de marzo de 2004, los terroristas skipetaris lograron movilizar una muchedumbre de 50,000 personas. Sólo fue posible frenar la violencia de aquel ataque porque la KFOR se opuso, por lo menos parcialmente, a la acción de los extremistas, matando a 8 de ellos.

En la actual situación, lo más probable es que la KFOR en su conjunto se comporte como lo hizo en el pasado el contingente alemán de esa misma fuerza: mirando a otra parte y permitiendo la acción de los terroristas. En 2004, en el sector ocupado por los alemanes alrededor de Prizren, todas las iglesias y todos los conventos serbios fueron incendiados. Desde entonces, los serbios de Kosovo han formado varios grupos de autodefensa, entre los que se destaca la Guardia Zar Lazar, que lleva el nombre de un héroe de la histórica batalla de Amselfeld, librada en 1389. Esos paramilitares anunciaron que dispararán misiles sobre la base militar estadounidense de Camp Bondsteel si se produce una declaración de independencia de Kosovo.
Resulta difícil saber si se trata de una fanfarronada o de una intención seria. Según los conocedores de la región, es posible que la etiqueta de Zar Lazar sirva de cobertura a una banda de provocadores de los servicios secretos occidentales.

En interés de los países miembros de la OTAN, la secesión de la provincia debiera, en todo caso, producirse con la menor agitación posible e implementarse sin conflictos militares. Se da por sentado que habrá protestas diplomáticas por parte de Rusia e incluso de los pequeños países de la Unión Europea, como Eslovaquia, Rumania, y Chipre. En un estudio de diciembre de 2007, la Fundación Bertelsmann, cercana al gobierno, menciona el ejemplo de Taiwán.

Es sabido que esa pequeña república insular sólo ha obtenido el reconocimiento de un pequeño número de Estados y que no tiene representación ante las Naciones Unidas, a pesar de lo cual goza desde hace 60 años de cierta estabilidad e incluso de cierta prosperidad. Lo que quieren los Estados miembros de la OTAN es probablemente que, después de la proclamación de la independencia, los albaneses de Kosovo renuncien a la violencia contra la minoría serbia y que no toquen, por lo menos en un primer tiempo, las estructuras de autoadministración que existen en el norte. Si la OTAN bloqueara simultáneamente todas las comunicaciones con Serbia, a la larga los serbios de Mitrovica no tendrían más remedio que entenderse con los nuevos potentados que rodearán a Hashim Thaci.

Esta estrategia de victoria suave de los secesionistas pudiera, sin embargo, ser contrarrestada de forma bastante simple. El Frankfurter Allgemeine (FAZ) expresaba sus temores en ese sentido a finales de 2007: «Los serbios podrían cerrar la represa de Gazivodsko Jezero, situada en la parte de Kosovo que controlan los serbios, y privar así de agua numerosas regiones de Kosovo. Lo cual repercutiría en la generación de electricidad, ya actualmente insuficiente en Kosovo, ya que el agua de esa represa alimenta el sistema de enfriamiento de la central de carbón, no lejos de Pristina.»
La OTAN reaccionaría rápidamente recurriendo a la fuerza contra una operación de ese tipo, relativamente fácil de realizar ya que bastaría una tropa de paramilitares para ocupar la represa. «Ya se piensa, precisa el FAZ, en una intervención de la KFOR para impedirlo, pero en ese caso se alcanzaría el nivel de enfrentamiento militar que Occidente quiere precisamente evitar».

Puede producirse una respuesta por parte de Serbia

¿Cómo reaccionaría el gobierno de Belgrado si los albaneses y soldados de la OTAN agredieran a los serbios? ¿Continuaría su actual política de no intervención militar? Esa es la tendencia, ante todo, por parte del partido gubernamental más fuerte, el de los Demócratas (DS), reunido alrededor del presidente Boris Tadic y del ministro de Defensa Dragan Sutanovac. El partido pequeño de la coalición, el Partido Demócrata de Serbia (DSS) del primer ministro Vojislav Kostunica, es un poco más audaz. Su consejero Aleksansar Simic declaró expresamente que todo Estado tiene derecho a recurrir a las armas para proteger su integridad territorial. Pero, en caso de crisis, los que controlan el ejército son el Consejo de Defensa y el presidente, o sea Tadic.

Por consiguiente, Occidente no hubiera tenido de qué preocuparse… de no ser por la elección presidencial. El candidato del Partido Radical (RS), Tomislav Nikolic, tenía serias posibilidades de resultar electo. Ya en 2004, había obligado a Tadic a disputar una segunda vuelta, en la que el propio Nikolic acabó siendo derrotado por estrecho margen. Indignada ante la inminente disidencia de Kosovo, una mayoría de ciudadanos hubiese podido elegirlo esta vez. El ejército serbio habría estado entonces bajo las órdenes de un político que se ha pronunciado a favor del establecimiento de una base militar rusa en el país y cuyo partido tuvo su propia milicia durante las guerras de los años 1990.

Esa perspectiva trastornó el calendario de los secesionistas. En realidad, el 28 de enero, el Consejo Europeo quiso decidir el envío de una fuerza de unos 2 000 policías –contra la voluntad de Belgrado y, por lo tanto, en contra del derecho internacional, pero por ser necesario para garantizar la secesión. Pero como el 28 de enero estaba demasiado cerca de la segunda vuelta de la elección presidencial decisiva del 3 de febrero, aquella decisión hubiera constituido una provocación favorable a Nikolic. Así que se aplazó el asunto. Ese mismo día, Bruselas propuso un acuerdo de asociación al ex Estado renegado y renunció de forma complaciente a la condición que se había estado planteando hasta ahora, o sea a la extradición de los «criminales de guerra» Radovan Karadzic y Ratko Mladic. La Unión Europea esperaba aportar así a Tadic los votos que éste necesitaba. Y finalmente resultó electo por estrecho margen.

Belgrado tiene actualmente el apoyo de Madrid. Según la edición del 11 de enero del diario serbio Express, el primer ministro José Luís Rodríguez Zapatero obtuvo de otros gobiernos de la Unión Europea la garantía de que Kosovo no proclamará su independencia antes del 10 de marzo –o sea 4 semanas después de la fecha que anunciara Thaci– ya que la elección del nuevo parlamento español debe tener lugar en esa fecha. El gobierno socialista quiere impedir así que los movimientos separatistas españoles utilicen el precedente balcánico como argumento durante la campaña electoral española, cosa que los vascos ya venían haciendo.

El resultado es que la mayoría de los españoles pudieran sentirse tentados de sancionar a los socialistas, a los que la oposición conservadora acusa de ser demasiado indulgentes con las regiones deseosas de separarse de España. Estos retrasos en el calendario someten sin embargo a una dura prueba la paciencia de los albaneses de Kosovo. Y es de temer que traten de precipitar la decisión diplomática mediante la realización de acciones violentas de carácter espectacular.

Lo que no se sabe es cómo reaccionarían en ese caso las potencias de la OTAN... y los rusos. Estos últimos también tienen programada para la primavera la elección de su nuevo presidente y el candidato que abandone al hermano eslavo tendrá que afrontar la subsiguiente pérdida de votos.

Fuente: Horizons et débats, diario semanal suizo. Primera semana de febrero 2008.