De acuerdo al Centro de Educación al Consumidor “la canasta escolar ha aumentado un treinta por ciento. Mochilas, calzado y guardapolvos son los que más han subido. Los artículos de plástico, como también cartucheras y carpetas, sufrieron incrementos porque son derivados del petróleo, una materia prima que en 2007 y lo que va de 2008 tuvo una fuerte alza", dijo la presidenta de la organización, Susana Andrada.

Las explicaciones van desde las lluvias en el Chaco y su incidencia en el precio del algodón hasta la crisis financiera estadounidense.

Lo cierto es que los ingresos de los argentinos están muy por detrás de los valores que impactan en la vida cotidiana.

Una familia de cuatro integrantes debe gastar mensualmente alrededor de 3 mil pesos, según los estudios de economistas vinculados a organizaciones sociales como la CTA. Ese monto es impensable cuando el ingreso medio de los argentinos está por debajo de los mil quinientos pesos.

Porque también es hora de hablar de ingresos y no de salarios ya que casi la mitad de la clase trabajadora procura su bienestar material a través del empleo en negro y allí no hay paritaria que rija. Y, por otro lado, los trabajadores en blanco soportan jornadas que largamente superan, en su gran mayoría, las ocho horas diarias, con lo que el sueldo es siempre una migaja en comparación a la capacidad y esfuerzo puesto al servicio del patrón.

La mentira, entonces, oficial y privada, aquella que esgrimen las empresas que prometen el cielo desde la publicidad televisiva, no está solamente en las cifras sino en ocultar el avance de los que cada vez pueden menos frente a precios cada vez más caros.

En el caso de la canasta escolar, algunos supermercados prometieron regresar los precios a los del año pasado. No es creíble. "Por la experiencia, no creo que esto suceda, y además no es serio pensar que los útiles tendrán los mismos precios que el año pasado, porque ya hay aumentos y porque la gente no compra sólo en supermercados. Además, habrá que ver si en la canasta incluyen los productos que la gente realmente pide y compra y la indumentaria, que es parte de lo necesario", indicó Sandra González, titular de la Asociación de Defensa de los Consumidores y Usuarios de la Argentina.

Detrás de los precios que suben y los índices de inflación dibujados aparece el crecimiento del empobrecimiento de las mayorías argentinas.

De allí que hasta la última metáfora de igualdad que sobrevivía en el país, el delantal blanco, tiene costos inimaginables.

Pero más allá de la bronca y la indignación circunstanciales, es necesario saber que algo profundo se oculta en las cifras. Porque aunque el gobierno hable de una inflación anual del ocho por ciento y los estudiosos sancionados del Instituto Nacional de Estadística y Censos difundan que el costo de vida, en realidad, se incrementó en casi un 27 por ciento; el problema grande no está en el disfraz oficialista o no de los porcentajes sino que encierra una mecánica feroz: cada vez es más caro vivir en el país de los argentinos.

O en forma gráfica, cada vez hay más pobres como consecuencia de la acumulación de riquezas en pocas manos, la subordinación de la política a los intereses de esas fortunas y la ausencia de una herramienta popular de transformación social y económica.

Educar es más caro porque importa poco que todas las chicas y todos los chicos argentinos logren educarse. Lo que importa es que las mayorías se indignen por las formas y no por el fondo: el país hecho a imagen y semejanza de las minorías. Eso es lo que está en el interior de todas las canastas (ANC-UTPBA).

Nota publicada por la Agencia Pelota de Trapo (http://www.pelotadetrapo.org.ar/)