Tal vez por las ventajas que proporciona el codiciado rating, o por una aparente cercanía que el Canal 1 tiene con el régimen, o solo por el ego de un periodista francés que se piensa el mejor entrevistador del mundo, la última comparecencia que el Presidente de la República hizo en ese canal privado fue transmitida sin edición alguna. Y provocó, como ya es costumbre cada vez que Rafael Correa habla, reacciones en el ambiente político del país.

Desde el punto de vista eminentemente periodístico, Bernard Fougeres hizo gala de una ignorancia y mediocridad mayúsculas a la hora de abordar temas políticos y económicos de trascendencia. Se limitó a repetir fórmulas politiqueras de la derecha que, luego de la explicación del Presidente de la República, resultaban impertinentes. Muy pronto apareció la arrogancia del francés que se piensa superior, al tratar a Correa como a un chico malcriado. En una de las tomas se pudo ver una caricia poco respetuosa de Fougeres al primer mandatario, pues lo tomó por la nuca, como cuando alguien habla (o en algunos casos reprende) a un niño o adolescente conflictivo.

En realidad, el único malcriado resultó ser este senil periodista que, evidentemente pasado de copas, agitaba cada vez con más violencia las manos y desordenaba el diálogo. Quiso, en un momento dado, sacar de los labios del Presidente la frase: “Tú eres uno de los periodistas a los que admiro”. Dio vueltas una y otra vez buscando nombres de periodistas a los que Correa respeta, pero jamás apareció el suyo.

Ya en el plano político, la entrevista trajo datos interesantes sobre el poder de los medios, más allá de si Carlos Vera se tiñe o no la barba. Se mencionó la disputa que por la herencia tienen unos grupos al interior del diario El Universo, comprensiblemente uno de los más opuestos al cobro del impuesto a las herencias, que contiene la reforma tributaria. Correa, con un ejemplo contundente, demostró el nivel de arrogancia del periodista Carlos Vera; dijo que en la tarjeta de invitación a su cumpleaños puso la fotografía de un yate que quería comprar con los depósitos que le hicieran sus invitados en su cuenta bancaria.

Correa tranquilizó a la mayoría de ecuatorianos que lo respaldan, pues se mostró convencido y decidido a acabar con los privilegios de los antiguos dueños del país. Demostró que no está dispuesto a retroceder por la crítica que los medios hacen a su lenguaje y sus formas de discurso (que muestra una polarización ideológica clara con la derecha), aunque reconoció errores políticos en su gestión, lo cual también tranquiliza a quienes lo apoyan, pues el fantasma del autoritarismo se vio mermado.

De esta entrevista, que no abordó en profundidad los temas del país, sino que más bien mostró a un Correa en el aspecto humano, salió triunfante la tendencia del cambio. Los trillados argumentos de la derecha cayeron por su propio peso; Fougeres sirvió para demostrar cómo la gran embestida ideológica de los medios contra el gobierno y contra la tendencia en general, tiene efectos concretos en ciertos sectores, que asumen estas posturas y las defienden, aunque, en este caso, con poca capacidad.

Y acerca de lo que Correa dijo, en el sentido de que los medios del Estado están resultando “demasiado” imparciales, es importante preguntarse si realmente le está haciendo bien al proyecto transformador en el que se inserta el actual Gobierno, esa forma de asumir la comunicación pública.