Los cadáveres de la corrupción foxista han salido a flote, y sus olores son un escándalo. ¿Pero, será un alboroto más? No hay un sexenio, cuando menos desde 1946 (¡y ya van 10: 70 años!) que los mexicanos estemos enterados de que los grupos entorno al presidente en turno: familiares, amigos, empresarios y banqueros han asaltado las arcas gubernamentales, despojando a la nación de sus bienes inmuebles y saqueado al sector paraestatal, empezando por Pemex, para obtener, mediante peculado y robo, un mayúsculo enriquecimiento ilícito. Ninguno de los 10 expresidentes ha sido llevado a los tribunales penales y de juicio político, ni siquiera se ha intentado fincarles responsabilidades.

A lo más que hemos llegado es a la frase ahora utilizada por el calderonista Germán Martínez, en vías de ser impuesto como dirigente nacional del PAN, para referirse a Fox, de que el tiempo dirá si fue un ratero y encubrirlo con aquello de que “la historia lo juzgará”. Como si la historia fuera un tribunal o existiera el apocalíptico juicio final de las religiones. Estos modos de pensar son metafísicos para eludir que los gobernantes sean juzgados y sancionados inmediatamente después de su criminalidad o, cuando menos, perseguidos legalmente como hasta su muerte le ocurrió a Pinochet, más reciente a Fujimori y a otros latinoamericanos. A Echeverría, lo más cercano que hemos tenido, sólo lo han amenazado con ser juzgado. Después de todo, este tormento es, al menos, una pequeña dosis de lo que merecerían.

La historia es una ciencia y “no es una especie de juicio que imponga sanciones” (escribió Veit Valentin en su magistral Historia Universal). Sus problemas son los hechos históricos universales en todas sus modalidades, para enriquecerlos con las soluciones que les van dando los historiadores, para servir solamente de conocimiento histórico de la humanidad. La historia, pues, no juzga, pero sí explica las conductas individuales y colectivas. Existe la historia de la corrupción política: de sus ladrones, de sus criminales y de quienes han abusado, despótica, autoritariamente, de los poderes del Estado. Estos bribones, por lo demás, escribió otro historiador, son iguales en todas partes (H.D.F. Kitto, Los griegos).

A Vicente Fox, finalmente lo arropará Calderón con la impunidad. Como Fox hizo con Zedillo y éste con Salinas y así sucesivamente. Entre ellos se han chantajeado: me encubres y te encubro, y así nunca un presidente ni expresidente ha sido llevado al tribunal penal ni mucho menos ante el Congreso como Tribunal Constitucional para el juicio político. Se ha intentado hacer responsable a Echeverría por su participación en la masacre de Tlatelolco (1968) y la matanza del 10 de junio de 1971. Al resto ni eso, salvo las informaciones y críticas en la prensa escrita, como las que ahora cuestionan la riqueza de Fox, documentan el tráfico de influencias de sus hijastros en Pemex, los abusos de Mart(h)a como poder tras el trono, los comodatos con la General Motors, para disfrazar regalos de lujosos automóviles como pago por compras sin licitaciones para surtir de transportes a la administración pública federal.

Los hermanos de Fox también le entraron al enriquecimiento ilícito. Su hijo y su hija, con lo de las toallas y el ingreso de él como ejecutivo-socio de una empresa de autobuses. La recaudación de fondos ilegales para su campaña electoral a través de Amigos de Fox. La hacienda La Estancia, con el camuflaje del rancho San Cristóbal remozado con dinero público, es una inversión millonaria sin justificación.

Son los cadáveres de esa bestial corrupción y, sin embargo, las facciones foxistas del PAN le levantaron una estatua (en Boca del Río, Veracruz), para dizque “inmortalizarlo”. Le escribieron sus memorias, y con este pretexto se ha enfrentado a Calderón; pero, sobre todo, se ha dedicado al protagonismo de antes, por tierras estadunidenses (la patria de su padre y le falta ir a la tierra de su madre, España), para presumir de que combatió con todo a la oposición para imponer sucesor. Y amenaza con la postulación de su esposa, en 2012, para la disputa presidencial.

Va la tercera Comisión Legislativa para investigar el enriquecimiento foxista. La Secretaría de la Función Pública es otra instancia, no para descubrir ladrones, sino para asustar y, finalmente, salir con la mentira de que no hay nada irregular y cerrar los archivos. Los hijos de Mart(h)a, hijastros de Fox, como los hijos de Fox, hijastros de Mart(h)a, en mayor o menor medida, participaron en esos abusos; pero sus padres (como mamá, papá, madrastra y padrastro) se fueron a lo grande con la corrupción y, a sabiendas de que no serán investigados, hasta presumen sus mansiones, viajes, automóviles, el lujo de los bribones-Bribiesca, el departamento del hermano de Fox y falta saber los guardaditos que le tienen los empresarios y banqueros favorecidos, más las cuentas bancarias, donaciones y, como Zhenli Ye Gon, cuánto dinero en efectivo tienen sus gastos cotidianos.

Indudablemente Fox y su mafia han robado. Salta a la vista, nada más con lo que se ha publicado a últimas fechas. Ni entonces ni ahora, cuando están prescribiendo las acciones del juicio político, procederán contra Fox, el directamente responsable y quien debe dar cuenta y razón de sus actos para enriquecerse en la Presidencia. Calderón sólo quiere que Fox se calle y guarde la compostura. Los senadores y diputados estrenan nueva Comisión, sin atreverse a ir hasta las últimas consecuencias: sentar en el banquillo a Fox, primero en Juicio Político, y responda de su conducta, en los términos del artículo 110 de la Constitución Política, como lo establece en su mismo título IV y artículo 11.

Y procesarlo, junto con su familia y demás depredadores, conforme a lo dispuesto por el Código Penal Federal por delitos cometidos por servidores públicos y delitos de robo, abuso de confianza, extorsión y hasta fraude. Empero, ni Fox, ni sus hijos, ni sus hermanos, ni su esposa, ni sus hijastros serán llevados a juicio. Calderón y los calderonistas no irán más allá de espantapájaros del foxismo. Los legisladores de la Comisión investigadora harán declaraciones para seguir alimentando el escándalo. Los foxes se replegarán y luego volverán con sus alardes para probar que la impunidad protege todas las raterías. Calderón, encubrirá a Fox. La corrupción tiene un candado: la impunidad. Y solamente la nación, en alguna de sus manifestaciones, podría abrirlo. Nada podemos esperar de las instituciones. La reforma del Estado no llega a tanto. Hay que cambiar algunas cosas, pero no todas: los presidentes y expresidentes son intocables. Roben, maten, abusen del poder... todo les está permitido, hasta que el pueblo decida hacerse justicia por su propia mano o indiferente al mal gobierno deje todo en manos de la impunidad.

Revista Contralínea

México

Fecha de publicación: Diciembre 1a quincena de 2007