Los canales TyC Sports y Fox Sports que reúnen más de dos tercios del total de la audiencia deportiva en cable, la radio La Red, líder absoluta en transmisiones de fútbol, la revista El Gráfico, y la exclusividad que tiene por contrato con los canales de aire para producir cualquier programa relacionado con el deporte, han convertido a Torneos y Competencias en una maquinaria que aprieta y destruye a todo aquello que comete la osadía de competirle u oponérsele. La única voz posible sobre el fútbol y otros deportes populares (boxeo, básquet, tenis en menor medida) es la suya. Y aquellos que alguna vez quisieron diversificar el tratamiento de los temas futbolísticos (el programa Palo y Palo que Cuatro Cabezas produjo en TyC Sports a mediados de los ’90, Mas Leña al Fuego, un espacio de crítica al estado de las cosas que Víctor Hugo Morales y Adrián Paenza trataron de sostener en Canal 9) terminaron aplastados, rápidamente quitados del medio o cooptados por la sensualidad o el descaro del poder que emana de la empresa de la T.

Pero no termina aquí el alcance del pulpo. Su aliado estratégico en la televisación del fútbol no es otro que el más grande multimedio argentino: el grupo Clarín, con el que comparte el 50 por ciento de la propiedad de Tele Red Imagen, la empresa dueña de los derechos de transmisión de los partidos y de TyC Sports. A favor de este sistema juegan el diario Clarín, el diario deportivo Olé y Radio Mitre, con lo cual queda configurado un bloque imbatible de negocios e influencia en el que tienen cabida los principales medios del país, los que manejan la agenda cotidiana.

Quienes trabajan dentro de esa jungla saben que hay libertad para decir lo que se quiera de Palermo, Passarella, Gaudio o Marcos Di Palma. Pero que a Grondona y a Macri no se los toca, ni siquiera se los roza, porque con ellos hay negocios que no se sabe dónde empiezan, ni dónde terminan. Los límites son claros. Y quienes han osado desafiarlos, por ingenuidad, desconocimiento o genuina vocación por la verdad, fueron fulminados sin dudar por el rayo de la intolerancia empresarial. TyC Sports ha dado sobradas muestras en tal sentido. En 2001, aceptó un pedido de la empresa Luna Park y separó al periodista Julio Ernesto Vila de las transmisiones de boxeo, con tal de cerrar un contrato de venta de entradas de espectáculos a través del sistema Entrada Plus, que también le pertenece. En 2003, levantó al programa “El Sello” y despidió a su conductor, Ramiro Sánchez Ordóñez, porque en una entrevista a Grondona se le formuló una pregunta que lo incomodó con la colectividad judía. Y este año, apartó al productor general del programa Estudio Fútbol por haber desconocido una orden de no criticar al aire al presidente de River, José María Aguilar, quien así se lo había reclamado al gerente general de Torneos y Competencias.

Prisioneros de la libertad de la empresa para hacer lo que le conviene y deshacerse con rapidez de toda disidencia, los periodistas del monopolio envidian las cuotas de libertad (no siempre explotada) para investigar y denunciar con que cuentan los periodistas de otros medios. Y estos, a su vez, se deslumbran con las posibilidades económicas y la inmediata repercusión que significa trabajar para un monopolio que produce y reproduce contenidos las 24 horas de los 365 días del año. Podrían (podríamos) decir y hacer mucho más quienes trabajan (trabajamos) en los medios que subsisten por afuera del cinturón de hierro del sistema. Pero en vez de diferenciarnos, a punta de talento e información pura, lo único que hacemos, por pereza intelectual o por elemental sentido de conservación, es caer en la trampa que el monopolio nos propone deliberadamente. Por eso en vez de indagar, de llamar a las cosas por su nombre y de develar las razones ocultas de sucesos muy visibles, los periodistas deportivos hacemos jueguito para la tribuna. Discutimos si Boca es la gallina del siglo 21, si Messi es el heredero de Maradona y la potencia del segundo saque de Nalbandian. Mientras tanto, Grondona y Macri cuentan los billetes y la gente que prende la tele, escucha la radio y compra el diario espera que alguien le diga qué es lo que pasa, lo que verdaderamente pasa.