Al recibir al presidente del Estado de Israel en la alcaldía de París, el alcalde Bertrand Delanoe desarrolló un análisis filosófico y político bastante original .
El alcalde de París comenzó estableciendo un paralelo entre París y el alma judía, Francia e Israel, la patria de los derechos humanos y la de los diez mandamientos. Esa dicotomía, además de ser insultante para los franceses judíos y de solidarizarlos con los crímenes del Estado de Israel, define a este último Estado como confesional, cosa que rechazan muchos de sus ciudadanos.

Después, tomándose algunas libertades con la Historia y con el derecho internacional, el alcalde Delanoe declaró lo siguiente: «El Estado de Israel nació de un duelo hasta entonces desconocido para todos los pueblos del mundo [A modo de recordatorio: la Declaración de Balfour y los 14 puntos de Wilson datan de… ¡1917! NdlR.]. Este pueblo, al querer construir en la tierra de su historia ancestral un pequeño país donde poder hablar su lengua, plantar sus árboles y rezarle a su dios, escribió, simplemente, una nueva página del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos».

Sabiendo que el principio del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos es, según el derecho internacional, el derecho de los colonizados a liberarse, las palabras del alcalde Delanoe implican que la creación del Estado de Israel no fue consecuencia de la instauración de una colonia judía en Palestina sino, por el contrario, de la descolonización de la Palestina ocupada… por los palestinos y devuelta a su pueblo originario, los judíos, incluyendo a los provenientes del este de Europa.

Es de sobra conocido el militantismo sionista de Bertrand Delanoe, que lo llevó incluso a aconsejarle a Lionel Jospin que reconociera Jerusalén como capital del Estado de Israël y, posteriormente, a pronunciar su tristemente célebre discurso de Birzeit.