La empresa suiza Electricidad de Laufenburg (EGL, radicada en Zurich) y la National Iranian Gas Export Company (Nigec) firmaron un contrato en Teherán, en presencia de la jefa de la diplomacia helvética, Micheline Calmy-Rey. En virtud de ese contrato la compañía nacional iraní encargada de la exportación de gas suministrará 5 500 millones de metros cúbicos de gas al año, a partir del año 2011. Dicho combustible se destinará principalmente a las centrales combinadas de EGL en Italia.

Inmediatamente, el embajador de Estados Unidos en Berna, Peter R. Coneway, anunció que sus servicios examinarán el acuerdo detalladamente para determinar si viola la Iran Sanction Act. Ya de regreso en Suiza, la señora Calmy-Rey respondió que su país no reconoce la extraterritorialidad de las leyes estadounidenses y que el contrato no viola las resoluciones de la ONU ya que no tiene absolutamente nada que ver con ningún programa nuclear de carácter militar. El caso es que el contrato en cuestión ni siquiera viola la ley estadounidense ya que esta última sanciona únicamente las inversiones “pesadas” en Irán, no este tipo de transacciones.

Este acalorado intercambio no cierra la polémica. El embajador de Suiza en Israel, William Haffner, fue llamado a comparecer ante el ministerio israelí de Relaciones Exteriores, que le comunicó su «sentido pesar» y calificó el contrato de «acto inamistoso». El ministerio israelí de Relaciones Exteriores afirma en un comunicado: «Suiza y la comunidad internacional están concientes del peligro que representa Irán. Israel espera que Suiza se una a los esfuerzos internacionales sobre este tema (…) Israel estima que no es apropiado firmar contratos con Irán en momentos en que la comunidad internacional se esfuerza por llevar [a ese país] a renunciar a su programa nuclear».

Agregando las presiones personales a las diplomáticas, el movimiento sionista ha organizado una campaña ad hominem contra la señora Calmy-Rey. Comenzó así la difusión de imágenes de su encuentro con el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad. En ellas se ve a la ministro suiza de Relaciones Exteriores con un velo blanco sobre la cabeza. Diferentes asociaciones se apoderaron así del asunto para criticar a Micheline Calman-Rey por haberse plegado a las tradiciones locales al aceptar llevar «un símbolo de sumisión de la mujer». A lo cual, la ministro respondió: «No fue un acto de sumisión, ni para mí ni para las personas que me acompañaban. Hay mujeres que usan el velo en Suiza, sin que ello sea una señal de sumisión. No quise dar lugar a un incidente diplomático.»