La acción concertada que desató la ‘cofradía sipiana’ (de quienes forman parte de la Sociedad Interamericana de Prensa), de inmediato, luego de ocurrida la agresión militar a nuestra soberanía, fue a nivel continental. Su afán era tratar de torcer y explicar la gravedad de lo ocurrido, armar todo un bodrio de supuestas complicidades (como en esas telenovelas colombianas) y sostener que Ecuador "era el agresor" por haber dado asilo a los "terroristas de las FARC" que los atacaban desde territorio ecuatoriano.

La contraofensiva mediática comenzó en Colombia y rápidamente se prolongó a Ecuador. Los mass medios locales (en especial las estaciones de televisión) comenzaron a repetir y a sostener las "tesis" y "argumentos" que echaban a circular desde Bogotá, y que la SIP y sus filiales difundían profusamente en el mundo entero. En el país agredido (Ecuador) los oficiosos periodistas de radio y televisión, muy conocidos por sus posiciones anticorreistas, antichavistas, no solo que abrieron sus espacios a toda esa tramoya que se había armado en Bogotá, sino que desempolvaron de inmediato a políticos y diplomáticos del esquema (incondicionales del imperio y del neoliberalismo), para que argumenten contra el Presidente Correa y su patriótica actitud.

Sin ningún pudor, comenzaron a alegar que habían sido los "terroristas" de las FARC quienes habían invadido territorio ecuatoriano, al ocupar un campamento guerrillero que no era de descanso sino de "entrenamiento", para atacar al ejército de Colombia; que el Gobierno ecuatoriano estaba comprometido con las FARC según unos textos que habían sido encontrados en tres computadoras superblindadas, que habían resistido el bestial bombardeo del campamento y que unos agilísimos técnicos colombianos las habían desbloqueado. Los sesudos analistas entrevistados remataban sus comentarios repitiendo lo que desde el 11 S (2001) se dice que es la doctrina Bush: el derecho a que un país agreda a otro "en defensa propia" y que la "seguridad democrática" colombiana había actuado contra "terroristas" que se habían establecido en territorio ecuatoriano por lo que el Presidente Correa "debía disculparse ante su par de Colombia, Álvaro Uribe, y agradecerle por el servicio prestado".

Estas y otras versiones, especialmente los infundios lanzados desde Bogotá a pretexto de haber desbloqueado las computadoras portátiles que encontraron "intactas" en el campamento ametrallado y bombardeado, ocuparon la atención de los canales abiertos de la televisión, sin ningún reparo. Los diarios sipianos, con variaciones y algún pudor, informaron sobre la agresión bestial y la actitud de Correa; pero con coletillas y sesgos, siempre tratando de crear la duda, la sinrazón de la actitud ecuatoriana. La CNN en español, a pesar de que desde ahí se cocinan una y mil actitudes mediáticas contra todo lo que huela a cambio, a transformación, a antineoliberalismo; transmitió en vivo y en directo (parcialmente) las declaraciones que ofrecieron Correa con sus pares García del Perú, Chávez de Venezuela, Ortega de Nicaragua. Los canales comerciales de Ecuador siguieron con su programación normal y solo hicieron alguna mención en sus informativos. En cambio, fueron repetidas varias veces las versiones que los libretistas sipianos echaron a circular a pretexto de que eran comunicaciones e informes que Reyes enviaba a sus pares del comando central de las FARC, a través de las "laptops" incautadas. Y de esas mentiras, echaron a rodar la versión de que Correa y su Ministro de Seguridad estaban vinculados con las FARC para agredir a Colombia; y que Chávez había aportado nada menos que con 300 millones de dólares a sus "aliados" guerrilleros.

Tampoco los canales de televisión abierta de Ecuador retransmitieron la sesión del Grupo de Río en República Dominicana a pesar de que su Presidente tuvo una actuación que ha enorgullecido a los ecuatorianos, ya que no hay antecedentes de un Jefe de Estado defendiendo la soberanía nacional y luchando por rescatar su honor. Pero aquello no era importante para estos medios sipianos. Más bien se hicieron eco de versiones descabelladas, una de las cuales publicó El País de España, del grupo PRISMA, que no hace mucho compró la mayoría de acciones de El Tiempo de Bogotá, uno de los diarios de la SIP y del Grupo de Diarios de América. Da la casualidad que un Santos, propietario de este periódico, las oficia de Vicepresidente de Uribe; y otro, de Ministro de Defensa. ¿Qué dijo El País? En una crónica de una tal corresponsal en Bogotá, afirmaba que había un vínculo de los terroristas de las FARC con el Gobierno Correa y que los terroristas se paseaban por la frontera con Colombia, por el lado ecuatoriano, como que estuvieran en su casa. Desde el Nuevo Herald de Miami (también de la SIP) se dijo que un profesional mexicano, de origen cubano, era el contacto y el financista de las FARC, que había facilitado a que 5 jóvenes universitarios de la UNAM vengan a Quito con el pretexto de participar en un congreso de la revolución bolivariana; pero que el propósito principal había sido el que estos guerrilleros se incorporen a la columna de Reyes. Desde luego, ninguna de las dos versiones y otras que corrían por todo el Continente, tenían pies ni cabeza. Eran simplemente versiones que afiebrados "cipianos" (de la CIA) de Bogotá y de Miami producían con el propósito claro de desprestigiar y descalificar al Presidente ecuatoriano y de darles la razón a Uribe-Bush en sus pretensiones de establecer en Colombia un comando armado hasta los dientes que "ponga en su sitio" y desbarate esos ensayos de Chávez, de la revolución bolivariana y de Correa y su revolución ciudadana, a fin de matar a los subversivos la víspera y prevenir el mal ejemplo en la región.

En el caso ecuatoriano, esta arremetida sipiana fue totalmente antipatriótica, miserable; sin embargo, no ha impactado en los sectores populares. Al contrario, desde hace algún tiempo, como que el ciudadano y la ciudadana comunes y corrientes, se dan cuenta de que los medios de comunicación "grandes" no son ni democráticos, ni respetan la libertad de expresión, ni están con los intereses de las mayorías.