La hora cero de la Asamblea Constituyente se acerca. El trabajo hasta ahora realizado conduce a las necesarias definiciones, que pronto tendrán forma de articulado. A la oposición le quita el sueño no contar con todos los textos que, según ellos, tiene en la gaveta el Gobierno, para poder confrontarlos con sus conservadoras y oligárquicas visiones. El proceso de debate que se ha desarrollado a nivel de las organizaciones populares no entra en sus esquemas mentales, no lo entienden.

Según ellos, la mayoría de la Asamblea y el Gobierno no han democratizado la discusión. Dicen que se está desarrollando a espaldas de la opinión pública. Entienden como opinión pública a la opinión de sus voceros, no de la mayoría de los ecuatorianos. Hablan de dictadura porque no se acogen sus directrices. Para ellos, la única forma de que exista democracia es que se protejan sus intereses y se asuman sus visiones y proyectos.

Es curiosa la forma en que ellos entienden la democracia: es decir, como la imposición de los puntos de vista y los intereses de la minoría sobre los de la mayoría. Lo contrario para ellos es dictadura, caos, anarquía, comunismo, sinrazón.

Pero más allá de sus angustias, el Ecuador vive un ambiente de amplia movilización ideológica y política. Las masas salen a las calles, plantean sus propuestas, respaldan al Gobierno y fortalecen la corriente democrática, patriótica y de izquierda.

En estos días, miles de personas de diversos sectores populares han protagonizado importantes marchas, en las que por un lado expresaron su apoyo al Gobierno y la decisión de defender la soberanía de nuestro país agredida por el gobierno de Colombia, y por otro demandaron una Constitución para el cambio, que permita recuperar y ampliar los derechos de los trabajadores y los pueblos.

Particularmente importantes fueron las acciones de los indígenas agrupados en la CONAIE y la FENOCIN, así como la de los estudiantes secundarios organizados en la Federación de Estudiantes Secundarios del Ecuador (FESE), que demostraron que la lucha no ha dejado de ser el instrumento fundamental para impulsar los cambios por los que durante tantos años han venido peleando.

Hay que requerir, como es obvio, por parte del Gobierno Nacional y de la Asamblea, que acojan esos postulados, auténticos mandatos, si se asume que los 130 asambleístas son solamente mandatarios de esa voluntad mayoritaria de los ecuatorianos. La nueva Constitución no deberá provenir entonces de una pléyade de iluminados del SENPLADES o de otra instancia académica o técnica, sino de los verdaderos protagonistas de la historia, de quienes conocen y hacen la vida real, material del país.

Desde ese punto de vista, los postulados de los jóvenes, de los indígenas, pero también de los maestros, de los trabajadores, de los comerciantes minoristas, etc., deberán ser recogidos, incorporados a la nueva Carta Política. Las propuestas para transformar el IESS, por ejemplo, deberán provenir de actores que siempre lo han defendido como un derecho fundamental para los pueblos, y que ahora están organizados en un Frente de Defensa de esta institución. La educación y la salud tendrán que constituirse en la base sobre la cual se construya la Patria Nueva, por ello, deberán tener una orientación emancipadora y de atención a los más necesitados.

Son momentos clave de la vida del país, en los que a los pueblos no les queda más alternativa: participar activamente, con propuestas y lucha, para defender el proyecto en marcha.