Atinado el epíteto de “momias cocteleras”, acuñado por el Presidente Rafael Correa, hace muchos meses atrás.

La clara victoria diplomática dirigida personalmente por el presidente ecuatoriano ante la violación a la soberanía nacional en la que desbarató durante la Cumbre del grupo de Río realizada en República Dominicana, las mentiras forjadas, las intenciones imperialistas, paramilitares e intervensionistas de los Estados Unidos y su títere, el Presidente Paraco-narco-mafioso Alvaro Uribe Vélez, han develado la histórica inoperancia, incapacidad y entreguismo de diplomáticos como Edgar Terán, Blasco Peñaherrera Padilla, Mauricio Gándara Gallegos, entre otros, quienes pretenden minimizar la talla de estadista y diplomático de Correa, orquestados por los grandes medios de comunicación, tratando de salir a favor de a quienes violaron el derecho internacional humanitario.

Históricamente, estas momias cocteleras nunca han conseguido una victoria diplomática. Periodistas antipatrias como Jorge Ortiz de Teleamazonas y Carlos Vera de Ecuaviza (no sería de extrañar si financiados por la USAID o el departamento de Estado norteamericano o por varias chequeras de los Isaías, Egas y Ortega), tratan de ocultar que esas momias cocteleras y sus ancestros nunca tuvieron pantalones para defender el territorio nacional, pues son las causantes del paulatino cercenamiento del territorio ecuatoriano, baste recordar la firma del írrito Protocolo de Río de Janeiro, la firma de la paz con el Perú en el gobierno de Jamil Mahuad, en que si bien tuvimos una victoria militar en el alto Cenepa, como siempre, en la mesa, es decir en los lenguajes de cancilleres y diplomáticos, perdimos lo que nuestros valientes soldados ganaron en le campo del honor.

Según Wladimiro Montesinos, mano derecha de Alberto Fujimori (ambos procesados por corrupción y crímenes de lesa humanidad en el Perú), en esta firma de Paz estarían implicados, políticos y periodistas ecuatorianos, que aún pretenden orientar a la opinión pública o que ahora fungen de dignatarios en el Parlamento Andino.

Tradicionalmente estas momias cocteleras han carecido de dotes de oratoria, de argumentos para defender tesis y postulados, la mayoría de ellas se han repartido e intercalado cancillerías y embajadas.

Muchos columnistas como los Corral, los Rivadeneira, los Larenas, los Salazar, los Montúfar, etc, etc., han salido a manifestar que eso de defender el solio patrio es patrioterismo, que puede rayar en una clara desviación nacionalista que pudiera desembocar en complicidad terrorista.

Las intenciones de aquellas momias cocteleras, políticos del febresborjismo y la ex Democracia Popular, así como de periodistas y columnistas, durante la crisis diplomática se mostraron indignados por la expulsión del diplomático colombiano y porque el gobierno ecuatoriano nunca ha querido denominar a las FARC como terroristas, como es la intención del gobierno colombiano y el imperialismo norteamericano y europeo.

“Se debe borrar ese mito que el Ecuador es una isla de paz”, escribe el columnista Rivadeneira en el Comercio, y tiene toda la boca llena de razón, porque, mientras el Ecuador estaba domesticado por terratenientes, agro exportadores, oligarcas, plutócratas, empresarios y bancócratas corruptos, financista y políticos adláteres del Banco Mundial y del FMI y los acólitos las Cámaras de Comercio, acuñaron esa frase: “Ecuador, isla de paz”. Por supuesto, no contaban que esa isla de paz, paraíso de corruptos, algún día iba a despertar exigiendo la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente y la redacción de una nueva Carta Magna, en la que se recoja el anhelo de cambio de indígenas, campesinos, trabajadores, maestros y la clase explotada en general.

Durante la agresión colombiana ¿Dónde estaban Los Nebot y los Moncayo? ¿Dónde estaban los redactores de los mandatos de Quito y Guayaquil? Seguramente afinando su demagogia sobre las autonomías, sinónimos ambos del regionalismo y el separatismo, y graduándose de líderes cantonales.

Hoy lloriquean las momias cocteleras bebedoras de vino fino que siempre consideraron que sus cargos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, embajadas y consulados eran para hacer turismo oficial y en donde represaron, desaparecieron y desviaron los documentos para la extradición de los atracadores del Estado.