La cosmovisión de un pueblo es su mundo. Y aquel mundo es otro. La diferencia radica en una cultura original; sus prácticas y vivencias. Las distintas visiones componen diferentes versiones del conocimiento. Éstas se convierten en un novísimo tesoro, para los ojos profanos en busca de la cura de sus sociedades.

Actualmente en el Ecuador aún existen alrededor de 11 lenguas nativas, sin contar con sus respectivas variaciones dialectales. En el oriente, el quichua, shuar-achuar, shiwiar, huao tededo, aingae, paikoka, sapara y andoa. En la sierra,  nuevamente el quichua aunque con una variación dialectal, mientras que en la costa subsisten el awapit, chafiki, tseafiki y epera pedede. La mayor parte de estas lenguas, a más de las circunstancias históricas que las condicionaron, corresponden a la familia de las lenguas orales. Es decir que no contaban con un sistema de escritura conocido, lo cual dificultó su permanencia en un mundo de continuas ocupaciones. De ahí que exista la diglosia. Un término científico que define la actitud de una sociedad bilingüe, en la cual una lengua es considerada superior y las otras son pensadas como inferiores. En Sudamérica el español se afianzó como lengua superior. La mayor parte del estudio de las lenguas estudiadas es de carácter descriptivo y aislado respecto del proceso educativo de los pueblos indígenas. Las que más estudios abarcan  del tipo descriptivo son el quichua y el shuar. No obstante, para el lingüista,  todas las lenguas tienen el mismo valor,  todas sirven para comunicarse. De ahí que un científico, Luis Montaluisa, haya dedicado su vida entera al rescate de las lenguas orales del Ecuador. Desde sus primeros pasos como fundador de la CONAIE, hasta sus últimos triunfos en el rescate y escritura de la lengua de los Awas, Montaluisa cuenta con un gran bagaje científico, empírico y social respecto de los pueblos del Ecuador. Las lenguas indígenas superan en nombres y designaciones al español Apreciaciones del  lingüista Luis Montaluisa: “El trabajo del lingüista está en varios niveles. Un primer nivel es el estudio de la fonología; es decir de observar los distintos sonidos que posee la lengua. Una vez que se establece el inventario de dichos sonidos llamados fonemas, se seleccionan ciertas grafías, letras para representar a cada fonema. Entonces se obtiene un alfabeto. Posteriormente se establecen algunas reglas ortográficas. “Entre sus tantas virtudes, la escritura de la lengua indígena permite dotar de confianza a la gente de la comunidad. Además es posible elaborar materiales dedicados tanto a  los niños como a  los adultos, para que éstos aprendan a leer y escribir en su propia lengua. Aquello involucra el efectuar trabajos en recuperación de vocabulario, en la elaboración de glosarios pedagógicos, o dentro del léxico al crear palabras nuevas; toda vez que en las lenguas indígenas no existen palabras para ciertos términos técnicos del mundo actual: Computador, Internet, etc. “Las lenguas indígenas poseen una riqueza impresionante en cuanto a categorías que corresponden tanto a la  flora como a la fauna. Superan en nombres y designaciones tanto al español como a las lenguas europeas. De ahí que el papel del lingüista consista en apoyar aquellos procesos. “Si bien existen distintas formas de trabajar, como las que utilizaba el Instituto Lingüístico de Verano, que prefería crear una cartilla para entregarla a los hablantes de aquella comunidad, en mi caso he preferido otro sistema, el cuál consiste en dotar de la herramienta lingüística necesaria a cada integrante de la comunidad. El mismo curso de lingüística aprobado para ejecutarse en cualquier Universidad, se lo imparte en una comunidad cualquiera: Huaroni, Awa o Secoya. “Con aquellas herramientas, es la misma comunidad quien  ejecuta el estudio de su lengua. Son quienes elaboran sus respectivos  materiales didácticos.  De tal manera que el lingüista ejecuta una función de mediador, no existiendo ningún tipo de dependencia de segundo orden. Siempre es preferible transferir las técnicas necesarias a la misma población, entonces el científico puede morir pero el lenguaje vive en las técnicas y el alfabeto elegido por cada comunidad. “En el caso de algunas lenguas como la andoa o lal sapara (antiguamente zápara) el peligro subsiste. Aunque podríamos de igual manera transferir la técnica lingüística a dichas comunidades. Su única fuente conocible corresponde a la población mayor de ochenta años. El resto de la comunidad ya desconoce su propio lenguaje.   “El esfuerzo que se viene realizando se da  en torno a los integrantes de dicha edad, para que  intenten transmitir a sus propios descendientes la antigua lengua. No sabemos si tendremos éxito. Es probable que los niños aprendan palabras sueltas,  ello muy alejado de poder emplear dichos términos en una conversación. “Cada lengua se constituye en una biblioteca única de la humanidad de acuerdo a su cosmovisión. Sólo en el futuro conoceremos si se salvarán  este tipo de lenguas. El caso del andoa o el sapara es un caso especial. Ya no se trata de una cartilla de alfabetización, o de un texto escolar para que los niños lo comprendan y puedan escribirlo. Es necesaria una investigación más amplia. “No podemos olvidar que las lenguas indígenas han enriquecido al español y a las otras lenguas europeas. Entre el quince y el veinte por ciento del español hablado en el Ecuador, proviene de las lenguas indígenas. A nivel mundial, las  de toda América Latina, incluso desde las Antillas, han enriquecido al español. “En nuestro país, canoa, papa, quinua, canguil, cancha, incluso verbos como amarcar son palabras indígenas quichua, pudiendo hablarse de un sinnúmero de ellas que configuran nuestra identidad. El Ecuador es quizá el único país que tiene el lujo de que su capital tenga un nombre aún milenario: Quito, palabra que significa Tierra en la Mitad del Mundo pero en una lengua que todavía está viva, el tseafiki de los tsáchila….”

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