El poeta Darwish ha sido asediado y perseguido constantemente por la milicia israelita. En abril de 1988, el gobierno israelí de Isaac Shamir inició un ofensiva despiadada contra este intelectual por un poema titulado “Pasajeros entre las palabras efímeras”. Darwish pedía con este poema la salida de los ocupantes de su tierra: “Os ha llegado el momento de partir, / donde os parezca, / pero no entre nosotros”.

En la poesía de Mahmud Darwish están presentes las huellas de las cenizas amargas, los estallidos de los cuerpos-bomba, las noticias necrológicas, los besos que duermen sobre la hoja de un cuchillo, los
aviones y tanques cercando la vida, la soledad hasta las heces, los dos u ocho mártires diarios, la presencia de la sangre y de la muerte y de la sangre a borbotones, todo ello en medio de la cálida y viril palabra del poeta, alentando la vida, visualizando “el mal de la esperanza”, encontrando el poder en la mañana espléndida que revela “que somos los invitados de la eternidad”.

Como el ave Fénix, Darwish renace. ¿Cuál es y de dónde proviene la fuerza maravillosa que permite al poeta morir y renacer cuantas veces sean necesarias para dirigirse a su pueblo, para hablarle y continuar la lucha?

Darwish nos da un indicio en estos versos: Resistir significa: / asegurar la salud del corazón y de los testículos, / y de tu terco mal: / el mal de la esperanza.

Y es que un pueblo como el palestino, que ha sufrido todas las ofensas y violencias posibles, puede permitirse sufrir el “terco mal de la esperanza”. Irónicamente, es un escritor norteamericano -Ernest Hemingway- quien escribió en El viejo y el mar: “El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destrozado pero jamás podrá ser derrotado”. Es la fuerza de la vida la que se levanta en estas palabras, frente a la astucia de quienes están habituados a la siembra de la muerte.

Otra razón de Darwish: “Se puede amar o no a una patria, pero a una patria libre. Si está ocupada, siempre la amarás”.

El 24 de marzo de 2002, una delegación de escritores miembros del Parlamento Internacional de Escritores llegó a Ramallah para solidarizarse con la nación secuestrada de Palestina. M. Darwish les habló en estos términos en su discurso de bienvenida: “Al declarar una guerra constante contra nuestros cuerpos y nuestros sueños, contra nuestra gente y nuestros árboles, y mediante la práctica de crímenes de guerra, nos priva también de las bases más esenciales que nos permitan vivir diariamente como seres humanos. La ocupación no nos promete más que un sistema de apartheid y la derrota del alma frente a la espada. Sufrimos, sin embargo, una enfermedad incurable: la esperanza. La esperanza que tenemos puesta en la liberación y la independencia. La esperanza de llevar una vida normal en la que no seamos ni héroes ni víctimas, de que nuestros hijos puedan ir seguros a la escuela. La esperanza de que una mujer embarazada pueda dar a luz un bebé con vida, en un hospital y no a una criatura muerta frente a un puesto de control del Ejército. La esperanza de que nuestros poetas puedan ver la belleza del rojo de una rosa y no en la sangre. La esperanza de que esta tierra recupere su nombre primigenio: la tierra del Amor y la Paz. Gracias por ayudarnos a cargar con el fardo de nuestra esperanza”.

La belleza y sinceridad de sentimientos de este hermoso poeta nos impacta y acelera el ánimo para respetarlo y solidarizarnos con él y con su pueblo.

Pasajeros entre las palabras efímeras (Fragmento)


Mahmud Darwish

Pasajeros entre palabras fugaces:

Cargad con vuestros nombres y marchaos,

Quitad vuestras horas de nuestro tiempo y marchaos,

Tomad lo que queráis del azul del mar

Y de la arena del recuerdo,

Tomad todas las fotos que queráis para saber

Lo que nunca sabréis:

Cómo las piedras de nuestra tierra

Construyen el techo del cielo.

Pasajeros entre palabras fugaces:

Vosotros tenéis espadas, nosotros sangre,

Vosotros tenéis acero y fuego, nosotros carne,

Vosotros tenéis otro tanque, nosotros piedras,

Vosotros tenéis gases lacrimógenos, nosotros lluvia,

Pero el cielo y el aire

Son los mismos para todos.

Tomad una porción de nuestra sangre y marchaos,

Entrad a la fiesta, cenad y bailad...

Luego marchaos

Para que nosotros cuidemos las rosas de los mártires

Y vivamos como queramos.

Pasajeros entre palabras fugaces:

Como polvo amargo, pasad por donde queráis, pero

No paséis entre nosotros cual insectos voladores

Porque hemos recogido la cosecha de nuestra tierra.

Tenemos trigo que sembramos y regamos con el rocío de nuestros
cuerpos

Y tenemos, aquí, lo que no os gusta:

Piedras y pudor.

Llevad el pasado, si queréis, al mercado de antigüedades

Y devolved el esqueleto a la abubilla

En un plato de porcelana.

Tenemos lo que no os gusta: el futuro

Y lo que sembramos en nuestra tierra...

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