Tal vez porque somos una sociedad conformista y de consumo, sumergida en un sistema económico caracterizado por el predominio hegemónico de las clases poseedoras de grandes capitales: una sociedad capitalista.

En este sistema, los que manejan la batuta utilizan los medios de comunicación como una herramienta de consolidación del poder, de dominación y explotación de las clases populares. Y la sociedad está inmersa en una alienación cultural, ya que los individuos aceptan el uso y la influencia de los distintos medios de comunicación y juegan el papel de receptor y nunca el de emisor.

Hay quienes dicen que leen tal diario o ven tal otro noticiero porque esos medios son “objetivos” y quieren información que no esté “contaminada” por banderas políticas. Pero, partiendo de la base de que todo medio sigue una línea política definida, que está dada por quienes son los dueños de dichos medios, por el editorial, por la distribución y el tratamiento que se le da a las noticias, por la ausencia de otras noticias, por quiénes son los que firman las notas, por las empresas y organismos que publicitan en dichos medios, entre otros factores, no existen los medios objetivos y mucho menos apolíticos. El periodista (y por ende los medios) está atravesado por la ideología.

En el caso de los grandes multimedios, la línea política está dada por los intereses de los grupos económicos de los que éstos forman parte.

Cabría preguntarse, por ejemplo, por qué hay tantas noticias sobre inseguridad en uno de los noticieros de mayor audiencia, cuando uno de sus sponsors es una puerta blindada que “protege a su familia”. ¿Qué pasaría si ese noticiero dejara de poner al aire noticias sobre secuestros, asesinatos, violaciones y otros vejámenes? ¿Seguiría contando con el dinero aportado por dicha empresa? Aunque no tuviera ese sponsor, no le sería funcional a sus intereses que no “existieran” dichas noticias.

La existencia de los multimedios, como están planteados hoy, deja de manifiesto un carácter fascista de la comunicación, ya que son un atentado a la pluralidad, a la democracia informativa. Cuanto mayor es la independencia económica, mayor es la libertad de expresión y mayor la democracia informativa, pero menor es la llegada a la sociedad.

Pero pluralidad de medios no es, precisamente, sinónimo de calidad de información. Es preciso plantear una necesidad de seriedad en cuanto al contenido, basado en hechos y fundamentos y no en mera chabacanería política.

Los medios alternativos son necesarios. Y es mejor que haya una atomización de estos medios a que no existan, ya que es preferible tener una gran variedad de medios para consultar, a quedarse con el discurso hegemónico y unívoco de los grupos económicos devenidos en oligopolios multimediales, quienes producen la información en pos de que sea funcional a los intereses de la clase que representan y de la que forman parte.

La tarea principal de los medios alternativos es la de reflejar las distintas realidades existentes que son excluidas de los grandes medios y la de acompañar a la sociedad en el proceso de cambio. Con sólo informar lo que sucede no alcanza.

Es necesario llegar a la sociedad para crear conciencia de que hay un universo de información que los multimedios no contemplan y que no por eso quiere decir que no existan ni que sean menos importantes.