Evitando el chiste fácil (también hay oficios que nacen póstumos) no remataremos la idea afirmando que el pan con manteca o el techo de una casa son “cosas” más útiles para la humanidad que un informe periodístico. Eso ya lo sabemos y estamos plenamente de acuerdo. Pero, acariciando el amor propio de nuestro oficio, sí diremos que lo excéntrico y fabuloso del periodista está dado por la materia prima con la que trabaja: la información.

A diferencia de la harina o los ladrillos, elementos a la mano de panaderos y albañiles, la información es un bien de uso que no se consigue tan fácilmente; su accesibilidad no es (o no debería ser) ni burocrática ni ordenada. La información periodística es un ente abstracto y caótico que circula entre las entrañas del cuerpo social. Como a los buenos vinos, a la información hay que saber buscarla y hay que saber encontrarla, pero, por sobre todo, hay que saber saborearla, procesarla.

Hablando desde este rincón del planeta, en los albores de este nuevo siglo, podemos apuntar que el oficio del periodista tropieza contra un obstáculo difícil de asimilar: la hiperconcentración informativa. Ya sea en su etapa de elaboración o (peor aún) en el momento de la difusión, esa materia prima denominada información, cada vez (más y mucho) está en menos manos: son cortos los circuitos donde “buscar” información, pocos los ámbitos donde “encontrar” el insumo básico del periodista. Y más: en estos tiempos de sobreactuada retórica bohemia –fatal paradoja– escasean los bares donde “procesar” buena información.

No son cálidos tiempos, estos, para el ejercicio del periodismo. Tiempos de anemia informativa. Tiempos chatos y opacos. Con los periodistas anestesiados en pelotudeces varias… Hay mucho temor, mucho tongo. Y hay mucha pantomima, demasiada, patéticos cuadros circenses de algunos trasnochados que creen estar vengando la Historia.

El cerco informativo instalado en la Argentina resulta un complejo fenómeno que va mucho más allá de la menor o mayor capacidad de un gobierno para acotar (la circulación de) la materia prima del periodista. Cualquier gobierno inteligente, cualquier Estado Nación con voluntades serias de poder, hará todo lo posible por limitar y restringir el flujo informativo, reservándose la facultad de elaborar y difundir información cómo, cuándo y dónde dispongan sus cálculos políticos.

La concentración de la información responde a factores monopólicos que exceden a los “gobierno de turno” habidos y por haber. La concentración de la información es el verdadero, auténtico enemigo del periodista. Porque atenta contra la materia prima del oficio. Periodistas sin información, pues, como panaderos sin levadura, albañiles sin cal ni arena. Mientras los Grandes Medios de Comunicación cada día son más grandes. Colosales pulpos paridos por los mismos factores de poder que concentran la riqueza económica y financiera del país. ¿Capital simbólico?, las pelotas. Capital a secas.

En las actuales circunstancias resulta casi anecdótico patalear (como periodistas) porque en la provincia del Presidente no se puede entrar o porque en tal o cual Ministerio esconden la “caja” del gobierno y nadie, nadie, lo puede escribir sin esperar una reprimenda. Certificar un cerco informativo resulta sencillo cuando éste es tan obsceno y ridículo que intenta esconder aquello que brilla con luz propia. Los feudos criollos existen desde tiempos de la colonia y los entuertos entre la “empresa privada” y la “obra pública” siguen siendo una realidad objetiva. Negar esto sería como negar los colores azul y oro en la camiseta de Rosario Central… Hasta donde sabemos, el sol continúa asomando por el este.

Entonces corresponde identificar claramente al enemigo de nuestro oficio: ese mastodonte dispuesto a exterminar la materia prima del periodista, ese bicho empecinado en dejarnos sin laburo; pisoteando, manoseando. El poder del “gobierno de turno” encarna apenas una mínima porción (quizás la más débil y chabacana) del andamiaje político establecido para consolidar el proceso de concentración del flujo informativo. El enemigo real, el poderoso, está allí, siempre, acechante, decidido a todo, resuelto a incendiar información para plantar noticias. Ese es su paradigma: suprimir el sentido de la información; enaltecer el dogma de las noticias.

Pero en la agenda del enemigo sólo habrá espacio para una noticia: La Noticia del Día. Tan tilinga y grosera como sus patrones.