Ganó el cambio y, por tanto, perdió el Partido Colorado en las elecciones presidenciales del domingo.

Es curioso, los titulares de la prensa asunceña recogidos por algunas agencias hacen énfasis en la derrota de los colorados y no en la victoria de una nueva corriente de pensamiento, encabezada por el ex obispo Fernando Lugo, con mayor justicia en el discurso político, que se abre paso cada vez más en América Latina y muestra los cambios que se están produciendo en la región para dolor de Estados Unidos.

Debe ser terrible para Washington ver cómo va cambiando paulatinamente el mapa político del hemisferio, y por eso estén empeñados en sus campañas contra Venezuela, Bolivia y Ecuador, porque el ejemplo es uno de los peores fantasmas a los cuales temen. Recuérdese la saña contra Cuba desde el triunfo de 1959 por la irradiación de ideas con tanto arraigo en las grandes masas del continente.

En Paraguay, fuera de los barrios ricos, la gente se percató dónde estaban sus posibilidades de mejoría, acudió masivamente a las urnas en un casi increíble 66 por ciento y sumó el país mediterráneo al mapa de los que buscan emprender un mejor camino.

La mayor tarea de la Alianza para el Cambio es sin duda la lucha contra la pobreza, dura, difícil, meta para mucho más de un mandato de cinco años, pero la vía se inicia.

El dictador Alfredo Stroessner fue derrocado por un golpe de Estado en 1989, pero el país de la yerba mate continuó dominado por el mismo partido Unión Nacional Republicana (colorados) y los mismos políticos corruptos.

Todos los presidentes que ha tenido el país desde entonces han sido acusados de malversación y enriquecimiento ilícito, y ninguno ha sido sancionado.

Lugo no ha hecho promesas altisonantes. Prometió luchar y cambiar y dio su palabra de que el gobierno no volverá a ser un régimen de oportunistas y del robo de los recursos públicos.

En declaraciones al programa La mañana de cada día, el ex prelado llamó a la descentralización y a la acción conjunta para buscar soluciones estructurales a asuntos como la construcción de viviendas, servicios básicos y los niños de la calle.

Recordó cómo durante sus recorridos por el país pudo apreciar el gran cinturón de pobreza de la nación, sobre todo en el área de la región central, donde existen casi dos mil asentamientos. Hay que resolver el problema de la tierra, dijo.

El 15 de agosto comenzará a actuar. Los recursos para su combate piensa sacarlos de la revisión de los contratos de las hidroeléctricas de Itaipú y Yaciretá, con Brasil y Argentina, respectivamente, firmados en épocas de dictaduras y los cuales dejan a Paraguay solamente migajas.

La nación suramericana comienza una nueva ruta. Washington frunce el entrecejo.

Agencia Cubana de Noticias