En los tiempos del humo y el mal olor, parece conveniente no aportar mas leña al fuego, al menos de esa que alimenta la antropofagia de la tribuna y pretende sacarle punta al lápiz de las elecciones del 2011. “El gobierno vs. el campo”, se dice. Error. “El gobierno vs. Clarín”, se agita. Error.
Es la globalización, idiota
Demasiado reduccionismo. La cuestión de fondo refiere a disputas propias de una etapa del capitalismo en la que la concentración financiera, económica y, también, comunicacional, tiene un campo de disputa que comprende a todo el globo: en la globalización parida y desarrollada por el neoliberalismo la lucha es a muerte. Y el que más tiene más quiere. Capitalismo puro y duro. Y cuanto menos intervengan los Estados para regular la voracidad de unos en desmedro de otros -las mayorias- más se crispan los nervios de los dueños del dinero, sean estos empresarios nacionales -poquísimos-, corporaciones transnacionales, magnates extranjeros, fondos de inversión. Así en el campo como en la tele, la radio, las agencias de noticias, diarios, revistas, web y demás.
La verdad es la única verdad
Sí, la verdad es la única verdad, y lo esencial que, en estos casos, es visible a los ojos, la UTPBA lo ha sintetizado en una consigna: “No hay democracia informativa sin democracia económica”. Apoyada en una verdad gritada por la inmensa mayoría de los periodistas comunicadores sociales durante décadas: la libertad de prensa termina donde empieza la libertad de empresa. Y un mundo donde las empresas mandan...
Palabras más, palabras menos
En el primer Congreso Mundial de la Comunicación, realizado en 1998, organizado por la UTPBA y auspiciado por la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) y la UNESCO, al hablar de las características de la globalización señalábamos: “En esa dinámica se inscriben, entre otros, los grupos de la comunicación, telecomunicación, informática y telemática. En
todos los casos se trata de actores privilegiados en materia de concentración económica y, a la par, propietarios casi exclusivos de la industria cultural y de la producción, comercialización y circulación de informaciones y mensajes, y del soporte técnico para su emisión y reproducción. Lo cual revela la existencia de una dictadura global tendiente a afianzarse frente a la impotencia de la actual democracia, asentada en el alineamiento y la dependencia de los tres poderes del Estado -Ejecutivo, Legislativo y Judicial- respecto de los grupos económicos más concentrados” (UTPBA, 1998).
Palabras más, palabras menos, he ahí la cuestión. Por eso no es saludable hacer reduccionismo y mucho menos preguntar -como si jugáramos al Martín Pescador- si se está con Clarín o con Cristina, con el Campo o el Gobierno.
Como si en los casos citados se tratara de personas, entes y organizaciones, sin alianzas -locales e internacionales-, sin más intereses que los que aparecen en la superficie. Y, encima, limitados a la libertad de prensa y expresión, ambas elevadas a la categoría de un bien supremo en la esfera de lo abstracto, sin relaciones de poder en el medio, sin ricos ni pobres (ANC-UTPBA)
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